martes, 3 de julio de 2012

Elegimus, creamus ac confundimus


Esa triple fórmula vendría muy bien para la bula de nombramiento de Monseñor Müller, el bombazo de esta jornada (victoria europea de la Selección Española de futbol aparte). Un bombazo o un petardazo o una explosión de gas lacrimógeno, no se bien como definirlo (no la victoria europea de la Selección Española, sino el nombramiento de Müller).

Como no soy episcopologoadicto como algunos de esos frikis clientes de los estercoleros de la blogosfera, no supe rien de rien del tal Müller hasta que se dió la voz de alarma, a comienzos de curso, allá por Octubre, cuando empezó a correr la especie de que era uno de los posibles sucesores de Levada en DF. Para suceder a Levada, dado su poco notable currículum en DF, cualquier prelado ortodoxo podría haber valido. Lo inquietante era que el tal Müller no sobresalía por ortodoxo, sino que tenía sombras.

¿Quién no fue revolucionario en la mocedad, cuando las efervescencias de la adolescencia exaltan y entusiasman etc. etc. etc.? La primavera que la sangre altera en la edad del sturm und drang, cuando afectaba a los clérigos de los años '60-'70, les provocaba las efervescencias correspondientes a la moda de aquella agitada temorada. Este Müller, con 21 juveniles primaveras cuando el Mayo del 68, tuvo que verse afectado por todo aquello. ¿Algún dato, algún documento que lo pruebe? Sí, su tesis doctoral en teología, que versaba (muy típico en aquella época) sobre Dietricht Bonhoeffer (Kirche und Sakramente im religionslosen Christentum. Bonhoeffers Beitrag zu einer ökumenischen Sakramententheologie).

Huelgan comentarios (se imponen deducciones).

Desde entonces, yendo y viniendo, ha sido profesor visitante en Madrid, Santiago de Compostela, Cuzco , Roma, Filadelfia, Kerala, Salamanca, Lugano, y São Paulo. Fue asesor teológico del Sínodo de los Obispso, y de 1998 a 2002 miembro de la Comisión Teológica Internacional. En 2002, cuando lo nombran obispo de Ratisbona, escoge para su escudo el lema 'Dominus Iesus', muy significativamente elocuente dado el impacto del documento homónimo de la S.C.D.F del año 2000.

Pero las proclividades demostradas hasta entonces no se tapan, no se cubren con un lema. Su fama como simpatizante de la teología y los teólogos de la liberación le dotaba de una suficiente caracterización, de un perfil bastante definido. Ser amigo de Gustavo Gutierrez confiere - velis, nolis - un sello, una etiqueta.

El juanpablismo, con un par de medidas, con unos cuantos gestos mediáticos, dio la impresiòn de haber domado y hasta erradicado la teología de la liberación. Cuando Leonardo Boff colgó los hábitos, algunos pensaron que la T.L. era ya un dragón vencido, un incendio apagado. Pero la influencia en todo el medio eclesiástico iberoamericano era y es muy grande. En Roma, en el Angélicum y la Gregoriana, los estudiantes hispanos y brasileños traían grabados los nombres de Gutierrez, Jon Sobrino, Boff, con Oscar Romero y Ellacuría como mártires extra-canonizados y el estrambote de Pablo Freire como complemento. Todo un continente impresionado por unos nombres y una doctrina. Y todo un continente en trance acelerado de des-evangelización y des-catolización. No se entiende la historia reciente de Iberoamérica sin la teología de la liberación. Desde Allende al depuesto ex-obispo y ex-presidente Lugo pasando por los aun figurantes Chaves, Morales y Correa, en todos se puede rastrear, más o menos remotamente, la huella de la teología de la liberación.

¿Una influencia para bien o para mal? Para el Catolismo, una ideología letal.

¿Cómo se explican, pues, las simpatías? O por afinidad o por oportunidad. Quizá las dos razones puedan confluir, a la vez, en Müller. En sus años de currículum eclesiástico, para ser tenido en cuenta, para ser promovido, un docto intelectual católico no podía dedicarse a cultivar la ortodoxia; estudiar - p. ej. - a Franzelin era una excentricidad. Por eso se entiende la simpatía de Müller por Bonhoeffer, por eso la inmersión en la T.L. Por eso Müller ha llegado a ser algo-alguien (salva Providentia).


En el otoño pasado ya anticiparon de su elevación a DF: Un teólogo de la liberación en el Santo Oficio (no como encausado, sino como prefecto (!!!???) En el articulete aparecían estas declaraciones de Müller:

"...Yo no hablo de la teología de la liberación de forma abstracta y teórica, ni mucho menos ideológica, para halagar al grupo eclesial progresista. De igual modo tampoco temo que ello pueda interpretarse como falta de ortodoxia. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano, porque procede de la verdadera fe."

Como en Ratisbona se mostró bastante contundente contra los des-católicos del 'somos-iglesia', algunos le criticaban su progresismo aperturista hismanoamericano y su conservadurismo pastoral germano. Ahora, con su nombramiento como prefecto de DF se está diciendo de todo. También se conjetura que el nombramiendo de Di Noia como vice-presidente de Ecclesia Dei fue el prólogo equilibrante (?) de este sorprendente nombramiento. Todo muy agudo, muy sutilmente vaticanesco.

Los neocon, leales y cerriles, aplauden, se animan, asienten, y se tragan la enorme píldora. Los católicos conscientes nos inquietamos, nos removemos, nos alarmamos, nos tememos, nos vemos venir, nos remontamos. Y miramos (sin tragar) la indigerible novedad.

En estos casos, sólo se estima una opción adecuada: Oremus!

Aunque confieso que no sé cual debería ser la intención de la oración.

Custos, qui de nocte?


+T.