miércoles, 11 de abril de 2012

Silencio avisen o amenacen miedo


No le tengo gusto a Günter Grass, apenas recuerdo algo de El Tambor de Hojalata y algún hojeo de El Rodaballo. Pero simpatizo con él desde hace unos días, por el anatema que le han echado los israelíes.

Lo han dicho guardando cierta corrección política, en términos de rancia diplomacia: Günter Grass declarado persona non grata, pero en realidad es una actualización del terrible 'herem' (Lv 27,29) aquella tremenda institución del Levítico que consagraba al exterminio a todo ser viviente.

Como habrán comentado otros, supongo (no he leído más que algunos articuletes, pocos), la maldición israelí equivale a la condena que el ayatolá Jomeini lanzó contra Salman Rushdie, que asoma tímidamente la cabeza, de vez en cuando, porque sabe que desde la sentencia del ayatolá tiene garantizada una 'muerte islámica'. A Rushdie le cayó encima el odio mahometano por una novela, a Günter Grass por un poema.

"Was gesagt werden muss" ( aquí en español )

El poema es una especie de catarsis que un alemán comprenderá mejor que nadie, porque no se entiende suficientemente si no se advierte que es el sentimiento desbordado de una inculpación histórica que se desata una mordaza impuesta (¿por todos? ¿por algunos? ¿por quasi-todos?) rebelándose contra una autocensura nacional-sicológica y clamando contra lo que todos entienden que es uno de los mayores peligros activos para la paz internacional. Eso es, resumiendo, el poema de G. Grass.

Con Iraq arruinado por la canallesca intervención de los USA de Bush, con todas las repúblicas islámicas del Mediterráneo y el Oriente Medio revolucionadas por una 'primavera árabe' que no se sabe en qué parará, con Siria al borde de la 'iraquización' y el Irán con la susceptibilidad de los ayatolás siempre hipertensa, el belicismo del estado de Israel es una bomba en forma de balón en mitad de un estadio de fútbol.

Apuntar la escopeta contra un señor premio nóbel de 84 años que escribe un poema diciendo lo mismo que piensa cualquiera medianamente consciente, define desfavorablemente, pero muy descriptivamente, a los dirigentes del estado de Israel.

¿Todo el mundo odia a Israel? Esa es la conclusión, afirmativa, que sacan los israelíes, en casos como este. Ignoro si se plantean también la cuestion y se preguntan, congruentemente: ¿Israel odia a todo el mundo?

Lo que me parece evidente, y comparto con Günter Grass, es que Israel teme a todo el mundo, y todo el mundo teme a Israel.

+T.