sábado, 9 de junio de 2012

Pedrito V



Ayer tarde, en la parada del autobús, había pegado un pasquín indecente anunciado una orgía in-cívica de los indignados pan-y-circo. Vean y lean el pasquín:

Iª Velá Indigná

Tiene bemoles y contrapunto al pedal el anuncio de la 'musiquita' y el 'ambigú' entre la 'lluvia de alternativas' y la 'mesa informativa'. Que quiere decir que, entre parida libertaria y manifiesto comunistón, los asistentes se toman un tinto con gaseosa (o 'de verano') con una tapa de caracoles y un par de cubatas con tres porros de jachís, de postre.

Esa es la 'revolución' de los indignaos, la de verdad, sin trampa ni cartón de gacetilla de periodistucho post-marxista alucinando (también con cubata y porro) con paralelos 15-M = M'68.

En la velá esa que anuncia el pasquín, los tipos son los mismos que los de Madrid, con un plus de barrio y estrambote sevillano, como una re-versión de novela picaresca, estilo Rinconete cervantino light. Imagino que no será raro ver por allí a algún cura-petardo de las proximidades, confraternizando con la morralla indignada del ambigú y la musiquita, lloviendo alternativas. Etc.

Pero lo que me ha hecho saltar el resorte 'O tempora, o mores!' ha sido ver que la 'velá indigná' se ubica en la calle Doctor Pedro Vallina, ¡si levantara la cabeza!

Entre las cosas que se me han extraviado en una reciente mudanza, no encuentro un libro en el que tenía guardada, como marcapáginas, una carta de Pedro Vallina a mi abuelo, que no me gusta enseñar (y sé que a muchos les encantaría leerla o tenerla) por lo mismo que en mi casa no gustaba hablar de Pedrito Vallina, ese infeliz (así se le nombraba, con cierta reluctancia; otras veces, la aposición al susodicho era más dura: 'esa prenda' o 'ese desgraciado' o 'ese canalla').

La cosa venía de lejos, porque la amistad con la familia de Vallina nunca se perdió, con su prima Concha Daza y su primo el Padre Daza, y con la tía-matriarca de todos ellos, Doña Amparo Martínez, todos muy tratados, de las amistades viejas de casa de mis abuelos y mis tías. A Concha Daza la recuerdo todavía, remotamente, ya muy mayor, maestra nacional jubilada, cuando venía de visita por la Novena. No era una visita agradable para mí, porque preguntaba cosas de colegio y decía que se estaba perdiendo la caligrafía. Yo me escondía cuando llegaba y llamaba a la campanilla de la cancela del zaguán, pecherona, con un moño y una cabeza imponente, y un bolso negro inmenso, y un abanico, un medio pericón negro, que sonaba riiiisss-rrrasssss (abrir-cerrar) plis-plis-plas, plis-plis-plas, plas-plas-plas-plas-plas (sobre el pecho) clin-clin (sonando las medallas). Y así la tarde entera, en el estrado, en las butacas de mimbre, hasta la hora de cenar, con mis tías y un par de amigas de la misma quinta, todas del tiempo de la Regencia de María de Cristina.

Lo extraordinario era que de un ambiente como aquel hubiera salido un engendro como Pedrito Vallina, criado en la misma casa que sus primos, Concha, la maestra, y Don Francisco, el cura. Pero así son las cosas, y se explican, relativamente: Una familia pudiente, un hijo inteligente y aplicado, una carrera universitaria, las influencias del pensamiento de vanguardia, el descontento social ambiental, los viajes al extranjero, los contactos...Resumiendo sus andanzas con un calificativo último y definitivo, se decía: - "...y se hizo masón", como una especie de compendio de las más abyectas monstruosidades.

Pero Pedrito se hizo algo peor, mucho más peligroso: Se hizo anarquista. En el colmo de los horrores, un día se supo que estuvo implicado en un complot que tramaba atentar contra el Rey, Don Alfonso XIII. Estuvo en la cárcel dos o tres veces. Ya no se le trataba, ni se le recibía en ninguna casa, salvo en la de su tía, Doña Amparo Martínez, que llevaba aquella cruz del hijo de su hermana con resignación, con toda la resignación, callando todo y temiendo barbaridades mayores. Se contaba que el caso de Pedrito se la llevó a la tumba.

De su tía, Pedrito heredó, si no caridad (que eso es virtud), una estupenda filantropía que le hizo destacarse como hombre providencial en momentos de necesidad, penuria, epidemias, urgencias. En Sevilla era famoso su dispensario-consulta, en la calle Bustos Tavera, un enclave justo en el límite entre el centro de la ciudad y uno de los accesos a los barrios que conformaban lo que se llamó 'el Moscú sevillano', guarida de los peores elementos activistas del marxismo clandestino, células comunistas y anarquistas que envenenaron la vida de la gente sencilla inyectándo el odio clasista y suministrándoles recursos violentos, inspirándoles malas ideas y organizándolos para actividades criminales. En todo aquello, andaba Vallina, curando gratis a los pobres, pagándoles medicinas y costeando tratamientos, y alentando la rebeldía de los descontentos. Un filántropo activista radical.

En el pueblo, organizó un centro de curación-reposo-rehabilitación para tuberculosos, en una finquita que heredó de su tía, unos terrenos en la sierra baja que se levanta a poca distancia de la localidad, con una situación muy saneada, elevada, bien orientada, con un par de arroyos cercanos al lugar donde edificó 'El Sanatorio', unos sencillos pabellones habilitados como salas para los enfermos residentes. Todavía quedan dos de aquellos edificios, usados ahora como casas de labor, entrelargas, de una sóla planta, techadas con tejas a dos aguas, con un cierto parecido a las construcciones del ferrocarril, con los muros blanqueados y los cantones de las esquinas, cornisas, marcos de ventanas y portadas pintados con almagra.

Cuando salíamos al campo, de excursión, o con tio Enrique, a cazar lo que saliera - para limpiar la escopeta, decía él - y veíamos de lejos aquellos dos edificios, preguntábamos qué era, y nos contestaban - "...El sanatorio", sin más detalles. Y si seguíamos preguntando, nos decían poco más - "...aquello era para los tísicos, que venían de Sevilla a hacer reposo, lo cerraron antes de la Guerra". A Vallina, ni lo nombraban, como si no hubiera existido.



Don Pedro vivió sus años de gloria durante el quinquenio desgraciado de la criminal 2ª República. Hombre inquieto e inconformista, mantuvo tensas y encontradas diferencias con los representantes oficiales de las formaciones políticas anarquistas. El Alzamiento le sorprendió fuera de Sevilla, y mantuvo bastante actividad en la zona roja, organizando auxilios y dispensarios. Al final de la contienda, poco antes de la victoria de Franco, salió de España y terminó asentado en Méjico, donde murió nonagenario en 1970.

Por aquellos años todavía vivía su prima, Concha, la de las visitas que yo temía, la del sonoro abanico y las tertulias interminables con mis tías. La última vez que estuvo en casa fue el verano del luto por mi abuelo. Llegó a dar el pésame y, como mis tias ya se habían trasladado al piso de Sevilla, mi madre y mi tía Antoñita, de otra generación, mantuvieron una conversación de circunstancias, muy fina y muy corta, de una media horita. Cuando llegó mi padre, mamá le contó que había estado Concha Daza, para dar el pésame, y que había preguntado por las titas, que se llevó las señas para visitarlas en Sevilla. Y mi padre, bajando un poco la voz, comentó:

- "...Ayer me dijo Juanito Treñez que el otro día se enteró de que ha muerto Vallina, en Méjico."

- "¡Jesús! ¿Todavía vivía? Tendría la edad de padrino, por lo menos, ¿no?".

- "Sí, tres o cuatro años más que papá, noventa y tantos".

- "Anda, que bastante ha corrido..."

Mi tia Antoñita terció:
- "Pues no se merece ni un Padrenuestro..."

- "Pues más falta le hará, al infeliz", cortó mi madre.

En casa de mi amigo Antoñito Lara, la tía Mercedes solía decir:

- "...anda que eres más malo que Vallina".

Y nosotros, chiquillos, preguntábamos: - "¿Y quién es 'Gallina'?

Y decía la tía Mercedes - "Un rojo masón, de los que quemaban iglesias".

Y en un flash de imaginación, nosotros veíamos a 'Gallina' con una tea en la mano metiendo fuego a la iglesia.

La tia Mercedes sentenciaba: -"...¡Ahora lo estarán quemando a él!"

En mi pueblo no sé si le habrán dedicado calle, hay cosas de las que prefiero no enterarme, y las ignoro, conscientemente.

En Sevilla, por el cartelucho de la parada de autobús, me enteré ayer de que sí hay una calle con su nombre, donde esta noche van a juntarse la recua de los pan-y-circo del 15-M, anarquistas post-modernos que harían las delicias libertarias de Don Pedro Vallina.

O quizá le curaran, si los viera, el virus anarcosindicalista, radicalmente.



+T.

2 comentarios:

  1. Oiga: ¿de qué color es el libro que se le ha perdido? A una amiga mía que le ha ayudado en la mudanza se lo puedo preguntar a ver si lo encuentra.

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  2. Cuando escriba un libro, páter, no deje de avisarme para adquirir uno.

    Los masones en Méjico eran más listos, no quemaban las Iglesias, pero si las convertían en caballerizas u otras lindezas, por cierto, páter, qué le ha parecido la película Cristiada, acá en EEUU apenas se está estrenando.

    Yo conocí algunos hijos de exiliados rojos en la capital de Méjico, todos ellos aburguesados y pretenciosos, creyendo pertenecer a una raza superior, sin nunca perder el "seseo" con la "z" que estilan por allá en las Españas para marcar la diferencia con la mejicanada. Un saludo , páter.

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