Todo parecía revestido de santidad, con color de cielo, todo dorado, como si el arrebol de la tarde se hubiera adelantado a la mañana, tan luminosamente apacible.
En el Monte de los Olivos, un poco más arriba del Huerto de Getsemaní, todos los ojos miraban extáticos, admirablemente abiertos, como si quisieran grabar con la vista toda la escena, para siempre. Todos los sentidos, oyendo todo, oliendo el aroma del monte fragante, guardando el corazón las impresiones, los últimos minutos de vista y oído, de ver y tocar: ¡Verle, oirle, tocarle!
La Madre estaba especialmente absorta, recogida, empapando su corazón con emociones que daban a su rostro un resplandor, un nimbo de gloria nunca vista en este mundo, de belleza extática, de admiración gozosa. Tendió sus manos y tocó las suyas; se mantuvieron la mirada un tiempo que luego nadie supo decir cuánto, si fue instante o si duró un palmo de interno infinito. Ella fue lo último que Él miró.
Después todo sucedió despacio en la mente y rápido en el alma, como dos imágenes, dos escenas que los ojos veían lentamente y el corazón sentía con latidos de arrebato: Elevó sus ojos a lo alto, levantó sus manos al cielo y se le vió ascender, el cielo azul de fondo, la brisa fresca ondulando su túnica, sus pies envueltos en una transparencia de nube, que fue desdibujando toda su figura en una suave luz que transmitía paz y alegría a los que miraban absortos, los ojos húmedos, los labios detenidos en una súplica que era llamada, que era aclamación, que era oración: ¡Señor, oh Señor!
Desde el Templo, a lo lejos, sonaron mil voces que cantaban el Salmo: ~"...Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas..."
Oremus:
Concede, quaesumus omnipotens Deus: ut qui hodierna die Unigenitum tuum Redemptorem nostrum ad caelos ascendisse credimus, ipsi quoque mente in caelestibus habitemus.
Per eúmdem Dominum nostrum, Iesum Christum, Filium tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saeceula saeculorum. Amen.
Ex Voto
+T.
hombre, seguro que ascendió en el corazón de sus discípulos... es que se lo toma usted de un literal...
ResponderEliminarHabía tres jueves que relucían más que el sol...
ResponderEliminaren algunos sitios (granada) aún quedan dos; con los peperos veremos a ver si no queda ninguno y lo pasan al lunes de pascua como otros sitios más "modennos".
ResponderEliminary todo con la venia de la conferencia, que la crisis justifica todo a todos.
Sabe, Don Terzio, me encanta el Evangelio. Reconozco que aquí ha hecho un amago de ejemplar estilo sano en la línea de lo que hablábamos en el tema anterior. Si no es así corríjame.
ResponderEliminarPero aprovechando el momento, insisto: me encanta el Evangelio. Sólo Dios es capaz de trascender todo el formalismo y altas abstracciones de que son capaces nuestras mentes ante Cristo ascendiendo a los Cielos, con una chocante imagen como es la del ángel mandando espabilar. Ningún autor sería capaz de inventarse tal final.
Yes. Tanto que escribí algo sobre los Ángeles y lo borré luego, porque no encajaba bien en la secuencia de mi piccola ocurrencia.
ResponderEliminarY es que sólo Dios revela y evangeliza (y Mahoma, of course, no es su profeta).
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