Hace dos cuaresmas comenté este pasaje del Stº Evangelio del 1er. Domingo de Cuaresma, Las tentaciones del Hijo, quizá el más misterioso paso de la Vida del Señor. Decía en aquel comentario que se debe considerar el valor de este Evangelio ya que tuvo que ser relatado por Cristo mismo a sus discípulos, pues en la escena del desierto está sólo Jesús frente a Satanás, sin más testigos que los Ángeles que también se citan como presentes. Es un Evangelio singular.
En la secuencia de San Marcos (Mc 1, 12-13), el relato es sumario, resumido, sin detallar las tentaciones, las tres que aparecen en San Mateo (Mt 4, 1-11) y San Lucas (Lc 4, 1-13) : la conversión de las piedras en pan, la caída desde el pináculo del Templo y la donación de los poderes del mundo. En cuanto se lee el texto, surge, casi espontánea, la cuestión: ¿Por qué se dejó tentar el Señor?
En la Última Cena, Cristo se refiere al doble valor de sus actos, según la forma en que es titulado por sus discípulos: "...Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy." Jn 13,13. Como Señor, se revela con potestad redentora, siendo el Hijo de Dios; en cuanto Maestro, enseña a los hombres su doctrina y les da ejemplo con su vida. En este sentido, al permitir las tentaciones de Satanás, por una parte está revelando su divino poder frente al diablo, que no puede vencerle con sus tentaciones, dejándole vencido e impotente. Por otra, nos enseña a nosotros cómo podemos resistir la tentación del demonio con el ayuno, la oración y la misma fuerza de Cristo:
"...No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" Mt 4,4
"En verdad, en verdad os digo: el que crea en Mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún" Jn. 14, 12
"...Sin Mí no podeis hacer nada" Jn 15, 5
Otra cuestión referente a la escena de las tentaciones es por qué Satanás no distingue, no conoce, no sabe con seguridad quién es Jesucristo, por eso su pregunta, en condicional, probando, tanteando: "Si eres Hijo de Dios..."
El Demonio no concibe a Dios en la humildad. Los demonios creen en Dios y le temen (St 2, 19), por su omnipotencia y majestad; pero en el desierto (y antes en Belén y durante los años de la vida oculta y sencilla en Nazareth), no son capaces de descubrir a Dios en la humildad de nuestra carne. Sólo después de la revelación en el Jordán, cuando se escucha la voz del Padre proclamándole su Hijo, la noticia de su presencia en el mundo hace temblar a las potestades infernales. Así y todo, Satanás no está seguro de que Jesús, el que hace vida penitente cuarenta días en el desierto de Judea, sea el Hijo de Dios.
Dice San Atanasio que "...Habíase acercado a Él el enemigo, como a un hombre; mas no hallando en Él los signos de su antiguo veneno (el pecado), se retiró."
Al concluir las tentaciones, sí sabe que Jesús Nazareno no es un hombre más entre los hombre. Después, durante los primeros tiempos de su ministerio en Galilea, los demonios le confiesan Hijo de Dios, pero Jesús les impone silencio, no quiere que los espíritus inmundos le proclamen: Quiere que sean los hombres quienes crean en Él y le confiesen, que para eso ha venido.
Las palabras con las que San Lucas concluye este capítulo del Evangelio "...Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno", son comentadas por algunos Padres y Escritores eclesiásticos:
San Ambrosio dice: "Ves como el diablo no es pertinaz en su propósito, sino que cede a la verdadera virtud; y si no cesa de aborrecer, teme insistir, porque rehusa ser vencido frecuentemente. Y así, oído el nombre de Dios, se retiró (dice) hasta el tiempo en el que no vendría a tentar, sino a combatir abiertamente".
Teofilacto comenta: "... porque lo había tentado en el desierto acerca de la voluntad, se retiró de Él hasta el tiempo de la cruz, en el que le tentaría con tristeza."
Porque será en la Pasión cuando el Demonio se ensañe con la Humanidad Sacrosanta del Verbo Encarnado, desencadenando todos los sufrimientos, humillaciones, injurias, tormentos y heridas en el Cuerpo de Cristo, su vencedor, el vencedor del pecado. La victoria sobre la muerte vendría después, al punto de ser consumada la Pasión.
Cierro con esta breve meditación de Fray Luís de Granada, un sustancioso compendio para la meditación de este pasaje de los Misterios de la Vida de Cristo:
Acabado el bautismo, fue llevado el Señor por el Espíritu Santo al desierto, donde estuvo cuarenta días ayunando, y orando, y padeciendo diversas tentaciones del enemigo. Todo esto es nuestro, y todo para nuestro bien: la soledad para nuestro ejemplo, la oración para nuestro remedio, el ayuno para la satisfacción de nuestras deudas, y la pelea con el enemigo para dejarnos vencido y debilitado nuestro adversario.
Acompaña, pues, tú, hermano mío, al Señor en todos estos ejercicios y trabajos tomados por tu causa, pues aquí se están haciendo tus negocios y pagándose tus delitos. Imita en todo lo que pudieres este Señor, ora con Él, ayuna con Él, pelea con Él, mora a tiempos en la soledad con Él, y junta tus trabajos y ejercicios con los suyos, para que por este medio sean ellos más agradables a Dios.
Laus Tibi, Christe, Rex aeternae gloriae!
+T.
Gracias por su magnífica reflexión/lección cuaresmal. Tiene Vd. un blog por encima de la media en el terreno católico (en el cual, particularmente en el internete, desgraciadamente “media” hoy día es sinónimo de “mediocridad”)
ResponderEliminar¡Muchas gracias Padre!
ResponderEliminarGracias por estos comentarios a la lectura del Evangelio del Domingo. Si no le importa, le cito en mi blog.
ResponderEliminarUn saludo, en el Señor.
Libenter
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