Èl se llamaba Don Klaus Ranittër, y ella Doña Anna lo mismo. Eran los tios de una del pueblo que se casó con un muchacho de Hamburgo, que como estaban de viaje de vaciones por España, se pasaron por el pueblo porque traían unos regalos para la chacha Rosario y el chacho Arcario, los tíos de Rosarito, la que se casó con el muchacho aquel, el alemán.
Pues llegaron al pueblo, se presentaron en casa de Rosario la de Arcario; no se entendieron ni una palabra porque Don Klaus y Doña Anna no hablaban español ni el Arcario ni Rosario entendían el alemán, pero se dieron muchos besos y se rieron mucho los cuatro.
Y como la mesa une los cuerpos y las almas y las naciones se funden con el calor de una lumbre amable, aquella noche los recién conocidos se comieron un cocido de garbanzos con todos sus avíos, y media orza de manteca de lomo con pan de tahona, y unos pestiños recien enmelados, y unas batatas en almíbar, y dos botellas de tinto y media botella de Cazalla. Comieron y bebieron y se rieron y se fueron a acostar sin haberse entendido una pe ni una pa, pero la mar de contentos, como si se hubieran tratado de toda la vida.
El golpe ocurrió por la mañana, a eso de las 8 y media. La primera en enterarse fue Manuela, la de la vaquería, que acababa de ordeñar y estaba preparando las cántaras de leche para el reparto:
- ¡Ay Manuela, Manuela, ayyyy! ¡Ay Manuela de mi alma, que se me ha muerto, que se me ha muerto en mi casa! ¡Ay Manuela!
- ¡Ay qué desgracia, Rosario! ¡Ay tu Arcario, con lo bueno que estaba ayer mismo, que estuvo aquí con mi Rufino! ¡Ay el pobre Arcario!
- ¡Que no, mujer, que no, que mi Arcario esta mu güeno, gracias a Dios, no mientes ruina! ¡Que es el Don Klaus, el tio del marío de mi Rosarito, el alemán! Que han venío de visita y anoche se acostó tan bueno y no ha amanecío, Manuela, se ha quedado tieso el infelíz. ¡Qué desgracia, hija!
- ¡Qué desgracia, mujé!
Se pasaron la mañana avisando al médico para el certificado de defunción, al ayuntamiento para los papeles que había que mover, y llamando a Hamburgo, a la Rosarito y su marido, para contarles la tragedia y que se hicieran cargo de lo que hubiera que hacer.
Don Domingo, el cura, se presentó y rezó un responso, pero por lo visto Don Klaus y Doña Anna no eran catolicos (¡Nicht-Katholiken! ¡Lutheraner der lutherischen Kirche! o algo así, decía Doña Anna). Y el cura aconsejó que los funerales los organizaran en Hamburgo, cuando llegara el cadáver.
A Don Klaus tuvieron que embalsamarlo, meterlo en caja de zinc, otra caja de madera, y embalarlo para embarcarlo en avión. Después del embalsamamiento y la caja de zinc, tuvieron que esperar 24 horas, por no sé qué tramite del consulado. En aquellos años - eran los felices '70 - todavía no había tanatorios en Sevilla, y Rosario y Arcario no quisieron dejar a Don Klaus en el Depósito Anatómico Forense, y cómo no había nada en contra, se llevaron a Don Klaus al pueblo, a su casa, y le organizaron un velatorio como Dios manda.
Como el muerto era extranjero, el velatorio fue muy divertido, más de lo habitual. Se hicieron buñuelos, se sirvió chocolate y aguardiente, unas vecinas llevaron tortas, otras pestiños, y pasaron una noche muy agradable. Contaban luego que allí no suspiraba nadie, ni la viuda. Doña Anna, que no estaba acostumbrada al aguardiente serrano, agarró una melopea de anís El Clavel (seco) y tuvieron que acostarla. A Rosario el efecto del cazalla le dió por llorar (fue la única que lloró), y a las vecinas por reir.
El furgón fúnebre de la empresa funeraria del pueblo (Pompas Fúnebres San Sebastián) estaba contratado para llevarse a Don Klaus desde casa de Rosario la de Arcario hasta el aeropuerto; Doña Anna tenía pasaje en el mismo vuelo en que iría Don Klaus, ella en asiento de primera y él en la bodega, con el equipaje.
Cuando llegó el coche para llevarse a Don Klaus, Rosario hizo un aparte con Manolito, el de la funeraria:
- Manolito, ¿la caja del muerto es fuerte, va bien cerrada?
-¡Vamos! Una caja maciza y reforzada, con cerradura doble y tres cinchos, que eso no hay quien lo abra, Rosario.
- Pues mira, Manolito, vamos a echar a la gente del cuarto, antes de que cierres la caja, que hay que hacer una cosita, un capricho pa mi Rosarito, tu ya sabes que está esperando pa Julio y ha tenío un capricho, mira tú.
- Yo lo que usté quiera Rosario; total, al muerto le va a dar lo mismo.
- Eso digo yo, Manolito. Y ya que se lo llevan a Alemania, el pobrecito - ¡que en paz descanse, dichoso! - pues se aprovecha el viaje, ¿no es verdad, hijo?
- Eso mismo, Rosario.
- ¡Ea! Pues venga ya, antes que entre nadie y vea lo que no debe. ¡Arcarioooo, ven pacá a echá una mano, hombre!
Y se presentó el Arcario en la alcoba donde estaba Don Klaus de cuerpo presente, en su caja de zinc; por una ventanilla de cristal se le veía la cara, blanca como la pajuela, con un bigotillo y unas patillas rubias entrecanas. Como entre la caja de zinc y el ataúd de madera había espacio, metieron dentro dos sacos de naranjas, una fiambrera con manteca de lomo y otra con chicharrones, unas ristras de morcillas, dos chorizos, un queso, una ristra de ajos, una talega de garbanzos y otra de aceitunas gordales. Todo bien colocado, rellenando huecos, bien atado con guita fina. Sujeta a la ventanilla de cristal por la que se veía a Don Klaus, iba una carta de Rosario a su Rosarito:
Niña, Rosarito, por aquí todos buenos, menos el disgusto de Don Klaus, que ha sido un golpetazo, Dios lo tenga en su gloria y le de resignación a Doña Anna, la pobrecita. Niña, Rosarito, dice el tito Arcario que las naranjas son guachintonas, de las buenas, de la huerta de la Arquidía. Si no vas a aliñar las aceitunas todavía, déjalas en la talega, que ahí no se estropean. Un beso, mi alma, que te tengo en el pensamiento el día entero. Y muchos besos del tito Arcario, que está loquito de contento desde que se enteró de lo del niño, a ver si lo bautizamos cuando vengais en Agosto. Un beso mu grande de tu chacha. Rosario (rubricado).
A las dos semanas, recibieron Arcario y Rosario carta de Hamburgo, de la Rosarito:
"Queridos chacho y chacha, espero que esteis bien, aquí todos buenos, gracias a Dios. Las cosas llegaron estupendamente, como llevaron al tito Klaus a su casa, nadie se dio cuenta de nada, se sacó todo y ya después se llevaron al tito al cementerio, con la tita Anna que lloraba mucho, la pobre. Chacha, qué ricos los chorizos, y el queso y todo. Dile al chacho Arcario que todavía tengo naranjas, que me las estoy comiendo de una en una, pa que me duren más. Pero lo que más me ha gustao ha sido la manteca y los chicharrones. Las aceitunas, la mitad las puse en salmuera y la otra mitad para partirlas y aliñarlas con vinagre, a ver cómo me salen. Chacha, que dice la tia Anna que a ver si le mandais una botella del aguardiente que tenían ustedes, que dice que se acuerda mucho de lo bueno que estaba y que le sentó la mar de bien. Muchos besos, chacha, pa tí y pal chacho Arcario, que estoy deseandito que llegue Agosto, pa salí del parto y pal Bautizo, que dice mi marido que sí, que lo hacemos allí, si Dios quiere, en Agosto. Muchos besos, chacha, de tu Rosarito (rubricado) // Que no se te olvide el aguardiente para la tita Anna, que se acuerda la pobre mucho del tito Klaus // ".
Todo verídico. Doy fe.
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