viernes, 14 de octubre de 2011
Restauraciones necesarias
Van a restaurar el retablo del Altar Mayor de la Catedral, treinta años después de la histórica restauración del profesor Arquillo y su equipo, que marcó un antes y un después en el medio de las Bellas Artes sevillanas. Yo tenía diecipico años, estudiante de Bachiller, preparándome para la Universidad.
Más de una mañana dejaba las clases y me iba a la Catedral, a escuchar el rezo de laudes y la Misa de los canónigos. Todavía, antes y después de la Misa de Coro, los sacerdotes de la Catedral celebraban la Stª Misa en las capillas de las naves, en la del Sgdº Corazón, en la del Cristo de Maracaibo, en la de San José, en la de los Dolores (Sacristía de Cálices). Y por supuesto en la Capilla Real, que mantenía horario de Misas independiente de la Catedral.
Conocí a Don Rufino Villalobos Bote en su confesonario, y confesaba con él, muy santo (con fama de santo) pero antipático. Don Féliz Royo, un maño trasplantado a Sevilla, otro de los canónigos que se sentaba por las mañanas a confesar, antes de la Misa, sí era simpático. Yo iba buscando al santo, pero terminé confesándome con el simpático. Suele pasar.
Incluso alcancé a ver, algunas mañanas, a algún canónigo o beneficiado (entonces todavía perduraba la distinción, el rango dentro del coro y el cabildo) celebrando en una de las capillitas que flanquean el altar mayor de la Sacristía de los Cálices, dos capillas pequeñas, bajas y estrechas como alacenas, pero preciosas, recoletas, como hechas a propósito para celebrar la Misa en privado.
El incienso por las mañanas, cuando se nota el frío de mitad de Noviembre, tiene un olor especial, inconfundible en las naves entre el Coro y el Altar Mayor. Y las campanas de los dos campaniles de la reja del Coro también tienen un timbre especialmente sonoro en ese tiempo, a esas horas en que la Catedral, más que en otros momentos, es (era) Catedral, iglesia mayor, templo de la ciudad.
Ese ambiente sacerdotal, cúltico, reverente, duró hasta los años ochenta, que empezó a decaer. El declive con aviso de derrrumbe ocurrió durante los años del Arzobispo Amigo Vallejo. Cambiaron los estatutos del Cabildo, se suprimieron instituciones personales, costumbres inmemoriales, reglas vetustas y rúbricas nunca escritas, de aquellas que valían tanto porque pasaban vivas de sacristán a sacristán.
Reinaban voluntades extrañas, distantes, despectivas. Llegaron hombres nuevos, nuevos aires, nuevas intenciones. Se impuso el pragmatismo material y se perdió el espíritu de piedad; los venerables sacerdotes celebrantes fueron desapareciendo, arribaron los resueltos gestores. Y el templo fue volviéndose, poco a poco, galería de antigüedades y museo, recinto para visitar, foro de transeuntes, turistas y demás gente, ocasionales de estación breve. El poco culto que quedaba se recogió en la Capilla Real; por la tarde desapareció, salvo excepciones.
El caso es que, milagrosamente, se conservaron el rezo en latín en el Coro y la Misa diaria del Cabildo, también en latín, novus ordo, pero en latín. Una rareza dado los neo-canónigos que iban sustituyendo a los venerables fallecidos, enfermos o seniles. Un pequeño milagro, como si la Virgen de la Antigua hubiera metido una puntada de sensata piedad en las intenciones alborotadas de la clerecía post-conciliar, tan brava para embestir contra lo antiguo.
Ahora, cuando anuncian la nueva restauración del retablo mayor, una de las joyas de la estatuaria y la iconografía del Orbe Católico (sin exagerar), se echa de menos otra restauración: La espiritual.
Me resisto a que la Seo Hispalense se institucionalice como museo. Un museo tan bien gestionado y rentable que puede hacerse cargo de la costosa restauración, sin problemas. Recalco que tiene buenos gestores, eficaces gerentes; la empresa funciona y es solvente, materialmente.
¿Espiritualmente? Eso mejor no discutirlo. Tiene poca discusión Digamos que regular, porque mantiene ciertas regularidad de coro y altar. Y poco más. Y cuando hay más, mejor que no lo hubiera porque el plus lo mismo es un 'concierto' de bandas, o un recital de órgano, o un montaje de música sacra, o una función de saetas, o un pregón cofradiero de temporada. Incluso cosas peores, como los 'gestos' de compromiso y protesta que organizaba, mientras estuvo, un curial muy célebre (entonces). También hay fiestas de fe para niños, y jmjoterías juanpablistas, encuentros ecuménicos. Etc.
En Semana Santa - ¡menos mal! - un rio de cera encendida y piedad popular circula durante siete días por la Catedral Metropolitana, como un exorcismo, barriendo los malos espíritus que puedan haberse colado. Con el Corpus y la procesión de tercia de la Virgen de los Reyes, el día de la Asunción, se completan los días señalados en que los fieles ocupan las naves y no dejan espacio para el turismo. Paradójicamente, la fe de los fieles desgasta las piedras y el mobiliario sacro que se paga con las entradas/billetes/tickets de los visitantes. Esa es la razón que nos dan los conformados a los inconformistas, una réplica suficiente-estupefaciente que nos tragamos como una píldora de quina, con reheleos.
Dicen que se van a instalar andamios especiales para poder ver de cerca los relieves-capillas antiguos del maestro Dancart, y los otros de los demás maestros imagineros que colaboraron en la fastuosa obra. Si vuelven a desmontar la imaginería de la cornisa-visera del ático, como hicieron la otra vez, cuando la restauración de Arquillo, podrán contemplarse con detalle el precioso Apostolado y la Piedad de Fernández Alemán. Y si bajan el Cristo del Millón, Sevilla entera se volverá a impresionar ante el admirable Crucificado que remata todo el Altar.
Todo - ya lo sabemos - es digno del mejor museo. Pero todo - sabemos los que creemos - se hizo para el culto a Dios, no para solaz cultural de los hombres cultos.
Lástima que las restauraciones materiales no sean señal de las espirituales, primeras en orden e importancia, por urgente necesidad, muy urgente.
...Domine ad restaurandum nos festina!
+T.