sábado, 8 de octubre de 2011
Reina del Santo Rosario (un original y dos versiones)
La iconografía de la Virgen del Rosario, tan rica y popular, tiene en Sevilla un repertorio espléndido, sea en imaginería tallada o en representaciones pictóricas, repartidas por toda la provincia, parroquias, conventos, capillas e iglesias de la Diócesis. De entre todas, merece especial atención la imagen que estuvo entronizada en el camarín central del retablo mayor de la iglesia del Real Convento de San Pablo, de frailes dominicos, por el rango privilegiado de haber sido durante varios siglos la representación rosarista más solemnizada, y una de las mejores esculturas de la escuela sevillana del siglo XVI.
La desafortunada desamortización de Mendizábal y otros desdichados (y a veces trágicos) acontecimientos del siglo XIX, causaron profundos desórdenes en Sevilla, que vió desaparecer gran parte de su patrimonio artístico religioso, mueble e inmueble. El Convento de San Pablo, expulsados los frailes de Stº Domingo, pasó a ser Parroquia de Stª María Magdalena (la parroquia antigua fué derrumbada por los franceses para abrir la actual Plaza de la Magdalena), y algunos antiguos bienes de la suntuosa fábrica conventual salieron de su antigua iglesia. Entre ellos la imagen de la Virgen del Rosario, que fue a parar a la parroquia de Stª Cruz, también demolida durante la ocupación napoleónica y re-instalada en la iglesia del antiguo convento de Clérigos Regulares Menores (Caracciolos), donde ocupó uno de los altares laterales del crucero, hasta que a principios del siglo XX se instaló en el templete neoclasicista que preside el presbiterio-altar mayor.
La imagen se data cerca del año 1579, fecha en la que estaba ya expuesta al culto, reputada como obra del maestro Jerónimo Hernández. Clasificable dentro del estilo del manierismo pre-barroco, representa la figura de una Madonna sedente, de evidentes resonancias miguelangelescas, con la apostura majestuosa de una matrona clásica. Si la impronta de la escultura del Miguel Ángel es reconocible, la cabeza de la imagen parece inspirarse en alguna escultura-retrato romana, por los detalles del peinado y el realismo clasicista del rostro, de una belleza que parece sacada de modelos naturales. Todo el volumen de la figura deja adivinar un cuerpo de proporciones clásicas, el pecho bien marcado, la pierna derecha adelantada y la izquierda flexionada en escorzo, el equilibrio de los brazos, todo magistralmente dibujado y esculpido. La Virgen viste túnica ceñida en el talle, con manto que cubre el hombro derecho, pendente en un amplio plieque-orla entre las piernas hasta los pies; la mano derecha sujeta el brazo del Niño, y la izquierda porta un cetro regio.
El modelado del Niño, desnudo, sólo cubierto con un breve perizoma/paño de pureza dorado, se corresponde con la anatomía ideal, tipo hercúleo, característico del manierismo, que aparece en otras figuras de Jerónimo Hernández. Se le representa, contrastando con la serena majestad de la Madre, en un vivo ademán, la pierna derecha apoyada en el sitial, sobre una punta de la vestidura de la Madonna, y la izquierda, flexionada, descansa en la rodilla dchª de la Virgen. La cabeza se expone en perfil, en dirección al rostro de la Madre; los brazos en movimiento, el derecho alzado, señalando al cielo, y el izquierdo tendido al frente, en actitud de sostener y enseñar la Cruz que, junto con los rosarios, cetro de la Virgen y coronas, son los atributos en plata repujada que complementan el exorno del conjunto escultórico, sedente en un suntuoso trono tallado, forrado de carey y plata. Las medidas son del natural; impresiona ver la imagen en el suelo, al nivel del espectador, porque gana en empaque y presencia figurativa.
Como dije más arriba, las vicisitudes del desgraciado y agitado siglo revolucionario-liberal, motivaron que este espléndido icono sagrado fuera expoliado, enajenado al convento de los dominicos, siendo finalmente depositada en la también zarandeada y expoliada parroquia de Stª Cruz, donde se le mudó el título original de Ntrª Srª del Rosario y se le impuso el de Ntrª Srª de la Paz, como hoy es conocida. Nos queda, a pesar de todo, el consuelo de haberse conservado tan admirable simulacro mariano, una de las imágenes más bellas de la Stmª Virgen que se veneran en nuestra ciudad.
La devocion de esta imagen de la Virgen del Rosario de los dominicos de San Pablo tuvo que ser muy grande, porque se conservan expuestas al culto dos versiones-copias de la misma, a cual más interesante. La primera se atribuye al mismo maestro Jerónimo Hernández, o a su taller. Representa con pequeñas variantes la misma figura: El pie del Niño pisa el brazo lateral del sitial, la mano de la Virgen sujeta al Hijo por el talle, la rodilla izquierda de la Señora aparece más baja, dando más movimiento-flexión lateral a la pierna, mientras la derecha se eleva un tanto reposando el pie sobre dos almohadillas; todo el busto aparece un poco girado hacia la izquierda, con el brazo más bajo. La cabeza de la Virgen está trabajada con un modelado más suave, menos 'personalizado'; la cabellera luce menos, bajo una toca más amplia y plegada, mientras la cabeza del Niño se adelanta más, girando el cuerpo en una pose más frontal. La imagen es poco menor que el natural; como el original que copia, es también muy bella, serenamente hermosa. Se encuentra expuesta al culto en la capilla de la Hermandad del Museo, un recinto de dimensiones modestas que atesora un sorprendente y admirable patrimonio artístico-devocional.
La segunda versión es también la más reciente en el tiempo, fechándose a mediados del siglo XVIII (ca. 1761) y atribuyéndose con bastante probabilidad al imaginero Jerónimo Roldán Serrallonga, uno de los 'roldanes menores', sucesores del taller del maestro don Pedro Roldán. Pudiera ser que el artista retocara o recompusiera una imagen anterior. La escultura es una deliciosa interpretación del monumental original venerado en el Convento de San Pablo, con la gracia de las creaciones del período final del barroco sevillano. Copia con fidelidad a su modelo iconográfico, pero, como en el caso anterior (la imagen de la capilla del Museo), el artista introduce pequeñas variaciones. La principal quizá sea la frontalidad de las figuras, más patente en el Niño, que pierde el perfil del original, apareciendo vuelto al frente, connservando la disposción de piernas y brazos; en la figura de la Virgen desaparece la inclinación lateral hacia la izquierda de cabeza-busto-brazo, mientras el cuerpo se inclina un poco hacia adelante. El estofado-policromía es muy rico y colorista. La imagen mide menos de un metro (unos 85 cms.). Porta atributos de plata, corona y cetro la Virgen, y el Niño corona y Cruz de nácar y plata, más los rosarios. Completando los aderezos, la imagen de la Virgen se reviste en las solemnidades de cultos y salidas procesionales con un manto de terciopelo grana, bordado al realce en oro.
De las tres imágenes rosaristas, esta última es la que recibe propiamente culto, pues tiene dedicada una antigua hermandad, la Hermandad de Ntrª Srª del Rosario, del antiguo barrio de los Humeros (ver referencias de historia y patrimonio en el enlace), una de las antiguas hermandades de gloria que sobrevivieron a los infortunios y las crisis del siglo XIX. Su patrimonio incluye otra imagen, réplica de la titular, en terracota monocolor, colocada en una hornacina que remata el frontis de la fachada de la capilla.
Durante todo el mes de Octubre se celebran en Sevilla cultos a la Virgen del Rosario, saliendo en procesión varias imágenes de Ntrª Srª, todas muy populares. De las tres que he comentado, sólo la del Rosario de los Humeros recorre su barrio en una devota y encantadora procesión de gloria. Las otras dos imágenes, que me conste, nunca han salido en procesión. Aun siendo actualmente la imagen principal que preside el presbiterio de la iglesia parroquial de Santa Cruz, la antigua Virgen del Rosario (re-titulada de la Paz) apenas tiene devoción en su parroquia, siendo desconocida su historia (y su imponente belleza) por la mayoria de los capillitas y cofrades sevillanos. La segunda, la réplica de la Capilla del Museo, a pesar de su mérito, pasa casi desapercibida. Las tres son, sin embargo, una de las series iconográficas más memorables del patrimonio religioso-artístico de la Sevilla mariana.
Oremus
Deus, cuius Unigenitus per vitam. mortem et resurrectionem suam nobis salutis aeternae praemia comparavit: concede quaesumus: ut haec mysteria sanctissimo beatae Mariae Virginis Rosario recolentes, et imitemur quod continent, et quod promittunt, assequamur.
Per eúmdem Dóminum nostrum Iesum Christum Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sæcula sæculórum.
R. Amen.
+T.