domingo, 25 de septiembre de 2011
La Caram-ba
La Caram es una monja de importación. No sé dónde se crió, allá en el ultramar americano. Pero se vino a recriar a nuestra Piel de Toro, y profesó monja, dominica, en una de esas clausuras que conservan de clausura el nombre y poco más.
La Caram es despabilada, lengüilarga, caradura, hembradocta, feministaplús y vanguardista del ala siniestra del des-catolicismo intra-descomponedor. Todo ello con la coartada del hábito, que le franquea puertas y simpatías de inconscientes. Monta saraos, organiza tómbolas y patrocina eventos reinvindicantes-deformantes-agresimilitantes.
Todo eso lo sabía. Lo que no sabía era que usaba mitra, que se retrataba con ella. Y me temo que la esconde debajo del catre y se solaza poniéndosela en la celda, mirándose al espejo y re-versionando la escena de la reina-bruja de Blancanieves:
- "Espejito, espejito, dime: ¿Quién la más mitrada de entre las misses?"
Y el espejo, con voz de ultratumba, le responde: - "Soor Caram, Soor Caram, Soor Carammmm..."
Maria Antonia Fernández, La Caramba, ustedes saben, fue una de la tonadilleras-bailaoras del tiempo del Madrid de los majos. Fue célebre, y puso de moda unas moñas que se colocaban las majas en lo alto del tocado, mantilla o madroñera, que se llamaron 'carambas'. Hoy, todavía, las lleva y las luce la mismísima Duquesa de Alba, Doña Cayetana.
A lo mejor - digo yo - eso que lleva la Caram en la cabeza, sobre la toca, es una 'caramba' de punta. No quiero pensar que sea la plasmación de lo que ella y otras aberrantes parecen querer o pretender.
¿O sí?
Abadesas mitradas las hay y las ha habido. Lo inquietante es que la Caram parece amagar otra cosa que no es honorífica sino efectiva.
La Caramba original dejó los tablaos y se metió monja. Espero que la Caram no recorra la via inversa. No porque tema que se vaya, sino porque temo desenlaces que no son de copla y bolero, precisamente.
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