domingo, 3 de julio de 2011
Eminentísimos ladridos
No sé cómo tomarán ustedes esto, si trágico o si cómico. Yo lo dejaría en patético irónico, con desmejoría para el protagonista (quizá inconsciente) y desprecio crítico para los autores (deliberadamente conscientes). Sea como sea, la escena es ridícula, tratándose de quien se trata: El Cardenal (entonces Cardenal Protodiácono) que proclamó el Habemus Papam! de Benedicto XVI, hace seis años, ahora no clama el habemus, sino que hace esto:
Muchas reflexiones y consideraciones a propósito se me pasan por la cabeza, todas reticentes, ninguna aprobatoria. Soy de los que creen en el valor y el significado de la dignidad, las sagradas y eclesiásticas por encima de todas y primero que ninguna. Por eso me afecta la escena del Emmº Medina Estevez.
¿Dónde ha quedado la gravedad, la consciencia de saberse y de saber estar adecuadamente? No reclamo el moiré ni la capa magna con cola, pero me incomoda esa vestimenta (los calcetines, of course) y la exposición a esos medios, ese programa, esas pantomimas.
¿Qué pretende un hombre de Iglesia (por no decir, con todo sentido, un 'príncipe de la Iglesia') cuando se desnivela de esa manera, cuando se degrada de tales modos?
Por excusar, digamos que es el chocheo, que le pasa a cualquiera. En Villamanrique de la Condesa recuerdan cuando a Don Pedro de Orleans le daba por ponerse a ladrar con los perros, los perros del palacio, allá cuando dió el último bajón y languidecía imperialmente junto a las marismas.
Conque digamos que lo del Emmº y Revmº Medina Estevez es - debe ser - algo de eso.
¿Y la Iglesia? ¿Anda tan desconcertada como ejemplarizan sus prelados más conspícuos? Porque si antaño un cardenal nepotista, mundano y opulento arruinaba a la Santa Iglesia Romana, estas cosas, estas frivolidades, ¿no afectan hoy a la Santa Madre Iglesia?
Yo estoy convencido de que sí.
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