jueves, 16 de junio de 2011
La Reina de Jerusalén
Me ha llegado este vídeo con una escena de religiosidad popular en el corazón de Tierra Santa, imágenes que recogen la sencilla devoción de los humildes y la fe de los pobres que miran al cielo. Todo lo que tiene que ver con Ella, me emociona; especialmente el Misterio de su Asunción, por eso me ha gustado el breve reportaje.
La procesión es casi de tipo 'colegial', de colegio de niñas, como las que organizan (¡organizaban!) las monjas con las alumnas para la fiesta de la Niña María, el 21 de Noviembre. Esta ingénua procesión de Jerusalén la celebran el 31 de Mayo, para cerrar el mes de la Virgen.
Se imagina uno esos mismos rostros infantiles encarnados en las escenas y las personas de los Santos Evangelios. Deben ser especialmente simpáticos a Dios, que se hizo hombre tomando esa carne y no otra. Suscita una ternura espiritual incorporar al imaginario de la composición de lugar los ojos, las sonrisas, los movimientos de esas niñas, tan cercanas carnalmente a la Niña de Dios.
Llevar una imagen de la Asunción por las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén es re-imaginar el Misterio in situ, in ipso loco. Portan el icono de la Asunta con la ingenuidad despreocupada del que convive con el Misterio y lo celebra desacomplejado. No es liturgia solemne, no es rito sacro, sino sencilla expansión de lo que se cree, se ama y se espera.
Los franciscanos de la Custodia añaden su nota seráfica. En los Santos Lugares, los hijos del Poverello se ven inmersos en una geografía de gracia que les rejuvenece y a la vez les madura la vocación. Empezando por la re-toma del hábito, que visten desde que pisan Tierra Santa, como si lo estrenaran. Para muchos (casi todos) los Santos Lugares son un sanatorio del alma franciscana.
Todos asisten felices, todos los que ven pasar la procesión de la Reina de Sión, portada por sus hijas, con sus niñas entorno, sonrien y dejan algo de su corazón, que en un momento habrá sido tocado por la vista iconografiada de esa Pureza que asombra a los Ángeles, por la Virginidad que admiran los Arcángeles, por la Gracia que alaban los Nueve Coros.
Desde el Cielo celeste a las túnicas y los velos celestes de las niñas de Jerusalén se habrá fraguado un tramo del camino constelado de estrellas, que existe abierto para la subida al Cielo de los hijos llamados a seguir la estela de la Madre del Señor.
¡Qué bella es, qué bella la Hija de Jerusalén! Nimbada con diadema de estrellas dejó este mundo y subió al Trono donde impera como Rey de Reyes el Hijo del Altísimo, y se sienta como Reina a su diestra.
¡Ruega por nosotros! Recibe piadosa y clemente las preces de los pecadores que gemimos en este valle de aflicciones y anhelamos llegar al Reino de Cristo, tu Hijo, que con el Padre y el Espíritu Santo es Un Sólo Dios y vive y reina por los siglos de los siglos.
Para ver en formato mayor, enlace aquí
+T.