martes, 26 de abril de 2011

El Papa predica y responde



Me inquietan - ya lo he comentado a propósito de otros actos - las nuevas formas de comunicación usadas por el Papa Benedicto, esas que han ido surgiendo en el transcurso de su pontificado, en estos últimos años: Breves respuestas a las preguntas de los periodistas (preservativos y sida en África, 1ª entrega); comentarios en el libro-entrevista Luz del Mundo (preservativos y sida en África, 2ª entrega); las dos partes del Jesús de Nazareth (extraño e injustificado libro publicado por el teólogo Joseph Ratzinger siendo Papa Benedicto XVI, sin discernimiento claro de autor/doctrina); y ahora, el pasado Viernes Santo, esa novedad del consultorio televisivo del Papa.

El resultado - doy sólo mi opinión - es bastante pobre: Preguntas escogidas según ciertos estereotipos, con personajes y circunstancias correspondientes, y respuestas de parecido orden. Insuficientes, a mi entender. Todas. Algunas, incluso, un tanto decepcionantes. Y hasta imprecisas, me parece (la referida al Descensus ad Inferos, por ejemplo).

Comprendo que el marco escogido y las exigencias de la emisión marcaban unos estrechos límites; incluso aprecio que algunas de las cuestiones planteadas hubieran precisado una comunicación más empática, menos 'estática' (el Papa sentado ante su escritorio con una cámara fija tomando un frio y distante plano). Por eso mismo no comprendo la exposición de Benedicto XVI a un acto como ese, absolutamente prescindible e innecesario.

¿Por qué entonces esa emisión? ¿Qué interés la ha promovido? ¿Por qué se ha aceptado? El aspecto cansado, pesado, del Papa al hablar no daba sensación de especial interés personal, al contrario. Repito que son mis impresiones.

Otras (impresiones) han sido las que han publicado los medios. De los medios desafectos no digo nada porque no consumo basura anti-católica. Pero me refiero a un medio de gusto y uso de nuestros católicos oficiales, un programa emitido en Intereconomía; una de esas presentadoras-reporteras infra-dotadas que suelen aparecer en los susodichos espacios televisivos, se refirió al programa entrevista del Papa con estos dos titulares:

- el líder espiritual de millones de católicos (o cristianos, no recuerdo exactamente)

- da respuestas a las inquietudes de los ciudadanos

Que en el estúpido y desinformado concepto de la sub-periodista el Papa sea 'el líder de millones de católicos' es preocupante; que se diga así, igualmente. Pero preocupa más (me preocupa a mí más, quiero decir) que el Papa se exponga a ser considerado eso mismo, un líder de millones de seguidores, en tanto en cuanto adopta la forma de dirigirse a los fieles tal y como lo hacen los líderes (los 'otros líderes', ya sean religiosos, políticos, deportivos, o de lo que sea) con sus adeptos.

Item más: Resulta precupante (me resulta preocupante a mí) que (si Dios no lo remedia) se vuelva a repetir el próximo Octubre en Asís la escena lamentable, confundente e inquietante de ver al Papa entre 'otros líderes religiosos mundiales', como si el Papa fuera uno más, uno entre iguales, otro entre los otros. Y que sea el Papa quien se preste a semejante escena, tan ofensiva y lesiva para su dignidad. Una dignidad única y sin igual, la más alta y santa que existe en el mundo, por encima de todas las que el mundo conoce.

¿Que por ser tan única y alta no se puede manchar ni deteriorar? Lo discuto: Los últimos decenios prueban que desde el mismo Papado parece que se ha promovido (con más o menos intención) un movimiento minimalista tendente a cierta 'nivelación' (¿homologación?) del ministerio y la diginidad papales. El caso en particular de Juan Pablo II rayó el esperpento; con la gravedad añadida de imbuir en muchos (¡muchos!) el errado concepto de que un Papa era y debía ser y comportarse así.

Lamentable (que en latín se dice 'Lamentabili' (sic)).

Junto a este desacierto televisivo y sus implicaciones, reseño unas tremendas palabras, en este caso de especial valor, por su gravedad. Son un fragmento de la homilía del Santo Padre en la Misa Crismal, la mañana del pasado Jueves Santo:

¿Somos verdaderamente el santuario de Dios en el mundo y para el mundo? ¿Abrimos a los hombres el acceso a Dios o, por el contrario, se lo escondemos? Nosotros –el Pueblo de Dios– ¿acaso no nos hemos convertido en un pueblo de incredulidad y de lejanía de Dios? ¿No es verdad que el Occidente, que los países centrales del cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo? Tenemos motivos para gritar en esta hora a Dios: “No permitas que nos convirtamos en no-pueblo. Haz que te reconozcamos de nuevo. Sí, nos has ungido con tu amor, has infundido tu Espíritu Santo sobre nosotros. Haz que la fuerza de tu Espíritu se haga nuevamente eficaz en nosotros, para que demos testimonio de tu mensaje con alegría.

Las preguntas-interrogantes con que empieza el párrafo son desazonantes (si no son retórica, si no son recurso oratorio); y lo que sigue es grave, muy grave. Dicho por el Papa, más. Cuando lo leí recordé con cierto estremecimiento aquella famosa alusión de Pablo VI al humo de Satanás que se colaba por las grietas de la Iglesia.

El fragmento de la homilía está inserto en una pieza mayor, que le resta peso en tanto se matiza (y hasta da como la impresión de que se contradijera) con lo que se dice antes y después. Pero ahí quedó, como un claroscuro suficientemente llamativo como para no reparar en él. Un treno de Benedicto XVI, propiamente, diría yo (aquí el texto completo).

Un tópico que suele correr por los salones, actos, reuniones y ocasiones eclesiásticas de toda clase, es la especie que considera que sufrimos una inflación de textos, comunicados, alocuciones, pastorales, encíclicas etc. como no se ha sufrido nunca en los XX siglos de historia de la Iglesia. Para más inri, no sólo nos invaden los textos propios sino los ajenos, porque gracias al internete te llegan via mail los escritos de los antes remotos y ahora cercanos sitios y personas. Y con el Papa pasa quasi lo mismo, en su propia proporción, siempre de primerísima y excepcional magnitud.

Al susodicho tópico se responde con el correspondiente lugar común de que sería preciso un ayuno-abstinencia de textos (comunicados, pastorales, encíclicas...etc.). Una sugerencia hoy por hoy impracticable. Pero serían saludablemente higiénicas ciertas contenciones, justamente necesarias y realizables.

Una homilía de Misa Crismal es un elemento necesario; el programa de consultorio televisivo no. Lo de Asís, muchísimo menos (con el plus nocivo añadido de inducir confusiones e indiferentismos). No sé si me explico.

Lo que no me explico es cómo se puede predicar un párrafo como el de la Misa Crismal y compatibilizarlo con lo de Asís. Y otras cosas por el estilo.

+T.

domingo, 24 de abril de 2011

Sicut cervus desiderat...




Así mi alma te busca a Tí, Dios mio.
Tiene sed de Dios, del Dios vivo...

De Tí, Cristo del sepulcro,
Fuente de Vida, Jesús,
con cinco llagas de gracia
abiertas en cinco veneros
de misericordia y luz:

Tu corazón, tus manos,
tus pies,
manantiales de dulce consuelo
y poder.

Con ansias te busca mi alma
sedienta, Señor, de Tí.

Porque vives, porque han visto
tus pasos en el jardín,
y estando sacrificado
tu Cuerpo resucitado
en comunión viene a mí.

Con ansias mi alma quiere
amarte tan sólo a Tí.

Con ansias de Pascua teme
mi alma quedar sin Tí.

Como un ciervo temeroso
mi corazón tembloroso
sediento va en pos de Tí.

+T.

viernes, 22 de abril de 2011

Popule Meus




Oremus et pro perfidis Judaeis ut Deus et Dominus noster auferat velamen de cordibus eorum; ut et ipsi agnoscant Jesum Christum, Dominum nostrum.
Omnipotens sempiterne Deus, qui etiam judaicam perfidiam a tua misericordia non repellis: exaudi preces nostras, quas pro illius populi obcaecatione deferimus; ut, agnita veritatis tuae luce, quae Christus est, a suis tenebris eruantur.

Et reliqua.

-

jueves, 21 de abril de 2011

Monumento


Mi oración ideal, la mejor imaginada, la más deseada, es una tarde, noche y una mañana ante el Monumento. Sonando en el aire templado del atardecer los gritos de los vencejos, y por la noche con los ecos de las cornetas y los tambores, y el canto de un gallo en mitad de la madrugada, y por la mañana los primeros trinos de las golondrinas.

Una oración con rezos de letanías y secuencias de Evangelios de la Pasión, con nombres conocidos de lugares santos evocados: Jerusalén, Cenáculo, Getsemaní, Torrente Cedrón, Sanedrín, Pretorio, Calvario, Gólgota, Sepulcro. Y mi alma yendo de un sitio a otro, medio dormida, medio dolorida, impresionada, prendida, despabilada, temerosa, recogida, balbuciente, orante.

La urna de plata que contiene su Presencia Real, el Sacramento, su Sacrificio, su Comunión, es un punto atrayente, centrante, iluminado con la cera de las velas que chorrean lágrimas derretidas y van dando una luz matizada cada hora, distinta en cada tramo de la noche de la Pasión.

Si abren la ventana, desde la Alcaidía llega el olor del azahar de los naranjos, que se mezcla con el del incienso y la cera, endulzando el aire ya perfumado con los alhelíes, los claveles y las calas. También hay rosas.

Las campanadas del reloj suenan especialmente solemnes, todas las horas con sus cuartos y la repetición. ¡Las cinco! ¿Dónde estabas a las cinco, qué sufrías, qué te hacían, qué rezabas, qué pedías?...

Y con un temblor de espíritu, la curiosidad del alma: -¿Pensaste en mí, en mis pecados?...Y la oración se vuelve tremor, y amaga alguna lágrima, y se siente latir el corazón porque Él te dice que sí, porque tú sabes que sí, que Él pensó en tí, que te tuvo en su mente, en su intención, en su voluntad, en su Pasión.

Y te convence el Sacramento del ansia pascual, del amor hasta el extremo, de su dolor y su gloria.



Señor de mis horas dormidas,
Dios de mis oraciones,
Cristo de mis pasiones,
Jesús de todos mis días.


La noche del Monumento
te rezo sin darte un beso
porque temo darte un beso de traición.


Temo entregarte, perderte,
tiemblo hasta imaginando
que un día vender pudiera
por treinta dineros viles
tu amor, tu amistad, tu entrega;
temo ser el que te exponga
a la pasión y el dolor.


Si quieres, óyeme
y nunca me dejes,
besarte en falso, Señor.


Déjame mejor llorar
lágrimas de arrepentido.
Déja que el gallo me cante
y del corazón me arranque
la amargura de quien llora
por el dolor de no amarte
tanto como tú mereces
tanto como tú me amaste
y me amas, mi Señor.


Y así venga clareando
el alba del Viernes Santo
y el sol me encuentre rezando
junto a tu altar de Pasión.


¡Quién pudiera tantas horas
como estrellas tiene el Cielo
rezar y ganar consuelo!

+T.

miércoles, 20 de abril de 2011

Membra Iesu nostri

Membra Iesu nostri, de Dietrich Buxtehude:

1.- Ecce super montes




¡Qué hermosos son sus pies sobre el monte!
Clavados sobre el leño, ¡qué bellos!
gotean sangre como empapan vino
los pies de un lagarero.

Al subir fue marcando sus pasos por la calle,
tintas en sangre sus huellas
quedándose en las piedras imborrables
brillando dolorosas, tan bellas.

Cuando quitaron los clavos del madero
sus pies en sangre se abrieron,
dos granadas con rubíes de pena
que la tierra besaba y los Ángeles cantaban:

¡Qué santos, qué puros, qué bellos,
los pies del Señor sobre este Monte,
los pies del Pastor hecho Cordero!

p.s. Un amable anónimo me ha puesto el enlace youtube a la pieza del Mesias de Haendel correspondiente a esta parte de la cantata de Buxtehude: How beautiful are the feet:




+T.

martes, 19 de abril de 2011

Iraburradas, 7ª puntata


Ya están las siete pedradas, a mano, sin honda. Y como una piedra se parece a otra piedra, un articulete al otro, como una tamborrada con variaciones. Yo mismo me veo obligado a quasi lo mismo, practicando el género de la variación sobre un mismo tema.

Sin embargo, ahora que ha cumplido la amenaza, el oráculo iraburrita debería haber considerado dos actualidades que le quitan consistencia a la ferocidad de su discurso. A saber:


Esto y esto que ha pasado en China

y esto, que ha pasado aquí

De esto que ha pasado aquí me dicen que ha tratado muy fogosamente el sub-Iraburu, la voz delegada de Infocatódica. Me parece muy bien. Como no tengo el mal gusto de leerle, no puedo citarle, pero me imagino el discursete conociendo el verso y el vate.

¿Y qué dicen, qué opinan de ello? Porque si la pedrada más pesada e hiriente es la del cisma-cisma-cisma con repetición, me digan qué son estos dos casos sino cisma-cisma-cisma. Pero de verdad.

Con los chinos parece que se sufre la resaca de la ostpolitik de los '60-'70, un virus que todavía infecta y emborracha a la diplomacia vaticana. Lo de las ordenaciones en China, además de su ilicitud, es un secuestro. Pero con dispensa: Una nota, dos comunicados, unas palabritas etc. Pero excomuniones, ni una. Excomuniones que en estos casos penan ipso facto, latae sententiae, código automático. Pero con los chinos no. Por eso que no se sabe bien explicar y que no se explica.

Lo del vasco-etarritarri es lo que es, sin más. Pero se trata de un cisma-cisma. También con dispensa de pena, sin censura. Se le deja estar porque levantar esa tapadera es abrir la sentina del barco. Del otro barco, en realidad, porque a estas alturas a ver quien es el docto que me convence de que este Azurmendi y el otro Pagola navegan en la Barca de Pedro y no en la Txalupa de Patxi. O como se diga en jerga vasca. Lo que quiero decir es que estos dos y los de su peña ni creen lo que yo, ni predican lo que yo predico, ni celebran lo que yo celebro. Pero este cisma, el de esta tribu, ni se reconoce, ni se declara, ni se purga.

Aquí el sabio Iraburu y que explique cómo y porqué el caso de los chinos y el de estos dos españoles. A ver. Sobre el caso de estos dos de aqui, yo le pediría un excursus sobre su fe actual en la 'iglesia actual' de la actualidad, porque más bien (más mal) parece que son creyentes en una iglesia-ficción del futuro que ellos se imaginan y/o se inventan. Una iglesia sin credo, sin dogma ni teología, que cree vagamente en un tal Jesús de Nazareth, un 'judio marginal' semi-neblinoso, que no es Verbo ni Hijo, sino insuficiente protagonista accidental de una historia mal contada por eso que llaman 4 evangelios (bueno, 3 de hecho porque el 4º no es de recibo para estos tipos).

Pero tranquilos, que no habrá siete pedradas contra este tandem, ni contra los chinos tampocos. No. Las pedradas a los católicos-católicos, a los integérrimos, a los inflexibles, a los sólidos. A esos. Los cañones contra ellos que son el enemigo, a las armas contra ellos que son los cismáticos, los que han roto y cuarteado la túnica inconsútil (¡¡¡???).

Este septenario irabureño ha valido, de todas formas, para algo: Ha dejado al sujeto en su sitio, en sus coordenadas. La mar de tieso, como un Don Tancredo en el ruedo. Desde los burladeros, la cuadrilla aplaude y piden dos orejas y rabo, agitando pañuelos de emoción.

Pero los toros no se han lidiado. Como en una de esas corridas de charlotada se ha falseado una lidia que no es tal porque ni había toro, ni toreros, ni plaza siquiera. Sólo un Don Tancredo en el ruedo. Y sus monosabios.

Lo más patético son los desengaños, las frustraciones, las llagas que supuran, los callos y las mataduras que salpican el discurso de Iraburu. Y así y todo se repite el disco rayado de que somos los sanos y que los tísicos son los otros, los que tienen su organismo capaz, higienizado, vacunado, con dieta sana y en forma. Los que no se han movido de su sitio mientras todos los demás bailaban el tango del aggiornamento.

+T.

domingo, 17 de abril de 2011

La Faz del Rey

Ahí viene, sereno, con faz soberana, celestialmente bello en la hermosura de su forma, el más bello de los hombres, sus labios derramando gracia, divino y humano, con la potencia del Hijo del Eterno contenida en la humildad del Hijo del Hombre, manso y amable, regio y admirable, ungido por la gracia de lo alto Mesias prometido.

El pueblo le alaba, le aclama, le mecen los ramos de olivo y las palmas doradas, le tienden los mantos, le gritan ¡Hosannna!, bendicen la hora de esta venida que cantan profetas y salmos, la suya, que llega trayendo consigo el reino y la gloria de tiempos antiguos que vuelven.

Atrae las miradas, rinde corazones, fascina los ojos de todos aquellos que miran su paso, tan regio, tan santo, tan lleno de gloria que no es de este mundo, que nadie le iguala ni nunca se ha visto uno como Él, que obra prodigios en mentes y almas que quedan prendidas y nunca le olvidan, su voz, su mirada, su paso, su sombra, también su silencio, todo lo suyo que va derramando consuelo y salud, perdón y clemencia, bondad y pureza por donde pisa, por donde pasa, por donde viene.

Sus ojos no miran, se han vuelto brillantes, parece que llora, que ha llorado al ver la Ciudad Dorada, Sión esplendente que abre radiante sus puertas al Rey, su Rey que entra humilde para ser Cordero, hostia inmolada, holocausto perfecto de olor eterno y venia infinita.

Vedle bendiciendo con manos de ofrenda, vueltas las palmas al cielo que perfila rayos de luces de fino arcoiris de paz, de alianza, de signos celestes que avisan la Pascua del Hijo que llega obediente, convocado para el sacrificio nuevo y eterno, su cuerpo, su sangre, su alma, el Dios hecho hombre entregado a Dios por los hombres.

¡Canta, oh lengua, este Misterio! ¡Cantad, Ángeles potentes! ¡Canta, mundo, esta victoria! ¡Cantad, hombres, vuestro precio! ¡Cantad, almas, esta hora de amor, de dolor, que vale el Cielo!



+T.

sábado, 16 de abril de 2011

Patético final de los ornamentos de Pablo VI


Hace un par de días me quedé tristemente sorprendido por la noticia, tan chocante. Pero son las cosas del mundo y sus vueltas, tan cargadas de ironía que uno se resiste a atribuirlas a la vana casualidad y tiende mejor a atribuirlas a una muy determinada y aleccionadora acción de la Providencia:

Pectoral y anillo de Pablo VI salen a subasta (inglés)

Los ornamentos de Pablo VI subastados en Ebay

Muy triste, ¿verdad?

Si pudiera, si tuviera dinero, los rescataría. Desde niño he sufrido cuando he visto imágenes, ornamentos y cosas sagradas expuestas en lugares inadecuados, profanos, lejos del uso santo que una vez tuvieron y para el que fueron concebidos. Sin disfrutar personalmente nada más que de un corto peculio, a veces no soy capaz de resistirme y compro algunas cosas con la conciencia de que estoy rescatando algo de un probable uso (¡abuso!) sórdido. Por eso me ha entristecido la noticia de esa subasta, tán sórdida: Unos ornamentos de significado y valor eclesial y pontificio, un pectoral y un anillo, salen a subasta por un elevado precio y se exponen a terminar en manos de algún adinerado coleccionista, que los usará según su capricho.

Pero, según el artículo, esos ornamentos pontificales ya han rodado de mano en mano desde el mismo desgraciado día en que el Papa Montini tuvo aquella peregrina idea (me resisto a llamarla siquiera 'ingénua').

Lo bello que se dedica a Dios (o a la Iglesia) queda dotado de una sacralidad relativa que no pierde ya más, a no ser que fuera destruído como tal objeto. Incluso en caso de ser víctima de horrenda profanación sacrílega, lo sería propiamente por la referencia sagrada que posee, más allá incluso de la bendición/dedicación que perdería en el acto de ser destinado a un uso/abuso profano.

Sobre la subasta de estas dos piezas, antiguos ornamentos sagrados papales, me hago preguntas que podría hacerse cualquiera con una cierta sensibilidad católica: ¿Tanto despreciaba Pablo VI esos ornamentos? En la noticia se dice sucintamente que pertenecieron antes a Pio XII. Yo me pregunto si tanto odiaba Montini la memoria de "su" Papa Pacelli, porque, como es sabido, monseñor G.B. Montini crece y hace su curriculum a la sombra del Papa Pacelli.

Pio XII tuvo una alta conciencia soberana de su potestad papal, la máxima que existe en el orbe. Es justo y necesario que el que ostenta y desempeña un ministerio de esa naturaleza (¡sobrenaturaleza!) lo asuma con toda la carga de dignidad que el ministerio lleva anejo, cargas históricas de profundo significado, muy elocuentes para transmitir conceptos teológicos, eclesiológicos y espirituales válidos. Que el Papa se vea y entienda como 'principal' en el mundo es bueno, porque es su carácter, porque es todo eso que representa y no existe en este mundo otra potestad equiparable ni pareja a la suya. Por eso su exteriorización es y debe ser extraordinaria. Y debe asumirla, respetarla y transmitirla, él mismo es el primer obligado a ello.

Imagino al joven (y al adulto) monsignore Montini atormentado por la 'gloria' de Pio XII, sufriendo silente las magníficas entradas de Pio XII en San Pietro, revestido con el manto pontificio, coronado con la tiara, sentado y bendiciendo sobre la sedia gestatoria, entre los altos flabelli ceremoniales, asistido por la Curia Romana con todo el despliegue de las solemnidades vaticanas, las trompetas de plata sonando desde la loggia interior y los fieles vitoreando al Pontífice.

Con Pablo VI desaparecieron la tiara, el manto, los flabelli, el cortejo, las trompetas de plata. La sedia no, la sedia gestatoria se conservó. Probablemente porque le gustaba, si no la hubiera quitado también. Pablo VI, en desacuerdo con ese dubitante carácter teologal-pastoral-moral que se le achaca, tocante a gustos estéticos tuvo una firmísima y muy segura definición. Todo lo que cambió en diseño-decoración en la ornamentación de los Palacios Apostólicos en el Vaticano lo hizo con una clara y voluntariosa determinación. Y sus ornamentos personales, lo mismo: La férula-báculo con el cristo modernista, las mitras, las casullas, el palium. Todo lo que usaba se volvió característico, marcando un estilo que pronto se copiaría y difundiría por todos sitios, por toda la Iglesia.

¿Era por austeridad, por 'espíritu de pobreza'? Era (estimo yo) por gusto, por gusto personal. Buen gusto, sin duda, muy alabado en su momento: Despreciar el damasco rojo del tapizado de los apartamentos y salones pontificios, y preferir los tonos grises y marfiles para las nuevas tapicerías que sustituyeron a las viejas, algunas (muchas, casi todas) heredadas de Papa a Papa, que estaban en uso desde tiempos de Pio Nono. Y así todo lo demás, todos los elementos del mobiliario y la decoración. La austeridad costó cara mientras los 'suntuosos brocados' estaban super-amortizados por un siglo (o más) de discreto uso.

La sacristía papal se resintió igualmente. De allí, del ropero de algún predecesor, saldria ese bello conjunto de brillantes y esmeraldas, la cruz pectoral y el anillo. Pablo VI los entregó como ofrenda testimonial, para ser vendidos para la asistencia de los pobres, cuando su célebre visita a la ONU, el 4-5 de Octubre de 1965. En el articulo en inglés que refiere la noticia de las subasta se cuenta sumariamente la lista de compradores del pectoral y el anillo. En vez de estar expuestos en una vitrina de la Sacristía de San Pedro, han estado en el salón o en la caja fuerte de un magnate, para su disfrute y el de sus selectos amigos (y amigas).

¿Se asistieron a muchos pobres con el dinero de la primera venta, se rescataron muchos indigentes? No sé. Pero sospecho que el dinero de la primera subasta, de las sucesivas compras y de la venta actual, esos cientos de miles de dólares, ahora quizá un millón o más a causa de la publicidad de la subasta, todo ese dinero ya no servirá para asistir a los pobres. Me pregunto incluso cuántos pobres pudiera ser que estuvieran detrás del dinero que ahora se pagará por el anillo y el pectoral.

Este 'gesto' del Papa Montini fue el segundo de ese estilo, porque el más sonado fue el de la entrega para lo mismo (subasta para los pobres) de la tiara pontificia, su tiara, la que le regalaron los milaneses para la ceremonia del día de su coronación. Una tiara de diseño, mitad arqueologista mitad art-nouveau, poco estética y nada favorecedora; pero tiara al fin, la última tiara, que afortunadamente no luce en la vitrina de un potentado o un famoso adinerado.



Pablo VI escogió un momento especial para renunciar a la tiara: El 13 de Noviembre de 1964, en medio de las celebraciones de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, depuso solemnemente su tiara a los pies de la Imagen de San Pedro. La pudieron rescatar los católicos de USA gracias al famoso Cardenal Francis Spellman, que organizó la recaudación que alcanzó más de un millón de dólares; hoy se expone en la cripta de la Basílica-Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington D.F.



De aquel histórico y simbólico momento, una ceremonia con quasi signos de abdicación o auto-deposición, quedan algunos testimonios gráficos. Esta foto, por ejemplo, con el venerable Cardenal Ottaviani sosteniendo el manto papal con gesto compungido, a punto de romper en llanto; y el no menos venerable Monseñor Enrico Dante, ceremoniero pontificio desde tiempos de Pio XII, con sus enjutos rasgos aguzados en un contenido y enervado rictus. Pablo VI tiene un gesto estudiadamente humilde; sabe lo que está haciendo y lo quiere. Un gesto que dice tanto y que desprecia tanto también.

Por eso resulta más chocante lo de la frívola subasta en Ebay del pectoral y el anillo. Se trata, yo diría, de una lección de cómo valora el mundo los 'despojos' de la Iglesia. Igual que  el anillo y el pectoral terminarían todos los bienes de la Iglesia si se sacaran un dia a subasta. Y los pobres se quedarían igual de pobres y sin ellos; quiero decir los pobres de verdad, los humildes creyentes que gozan viéndo la cruz gloriosa, el anillo pastoral y la tiara de tres coronas en el pecho, la mano y la cabeza del Pontifice, que es Cabeza visible de la Iglesia y Vicario de Cristo.

Me queda por citar la oportuna sentencia del Evangelio: Que no se deben echar las cosas santas a los perros ni arrojar las perlas a los cerdos.

Lástima que fuera un Papa el que no entendiera justamente el alcance de estas palabras del Señor en las que también (eso creo yo) se incluyen el pectoral y el anillo que ahora se subastarán.

Y el gesto también. Y todo lo demás que desde el Papa Montini al presente se ha arrojado, tan pródigamente, a los perros y los cerdos del mundo.


+T.

jueves, 14 de abril de 2011

Otro Catecismo



Un sacerdote amigo me pide que publique una censura que ha hecho a un catecismo. Por supuesto, libenter, incluyo aquí su interesante crítica. Lo que para algunos serian simples 'minucias', para un católico conscientes son peligroso escollos capaces de causar un naufragio de fe. Ahí va pues el trabajo:



Sobre las Guías catequísticas oficiales de la diócesis de Santander
2º y 3º Curso de Catequesis de Infancia


Ambos volúmenes, que tienen como autor al sacerdote santanderino D. Jesús Nistal Bedia y cuentan con el imprimatur del Obispo diocesano D. Vicente Jiménez Zamora, llevan un único prólogo, dedicado a los “agentes de la catequesis”, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Por medio de estas “advertencias preliminares” nos enteramos de que la doctrina aquí expuesta proviene en primer término de libros elaborados, se avisa solemnemente, por la Conferencia Episcopal Española (C. E. E.), “ejerciendo [sus miembros] en colegialidad [el] ministerio pastoral y evangelizador” propio de los Obispos. Aunque, claro está, la C. E. E., para un más perfecto accionar de su burocracia, cuenta con una algo pomposamente llamada Subcomisión de Catequesis, donde los textos invocados fueron engendrados y nacieron, deduzcamos que de auténtica semilla episcopal. Los organismos intermedios se han multiplicado.
Los textos de la Conferencia Episcopal, instruye el autor a sus potenciales lectores catequistas, buscan preparar “a los niños, dentro del proceso catequístico, para la celebración de la primera Eucaristía”; ¡es lo que llamábamos antes rústicamente “estar preparados para recibir la primera Comunión¡”.


Pero pasemos al análisis de alguno de los contenidos de las Guías en cuestión.




“La Biblia es la Palabra de Dios escrita y guardada por la Iglesia” (2.º Curso, página 24).


¿No es acaso también transmitida por ella, es decir, por la Sagrada Tradición de la Iglesia Católica? ¿Ha quedado superada la expresión Sagrada(s) Escrituras(s)?; ¿resulta acaso incomprensible para los niños de hoy? Señalemos por otro lado que de esa venerable Tradición nada se dice en toda la extensión de las Guías.


“Dios solo pensaba en hacer feliz al hombre” (2.º Curso, página 30).


¿La Creación no tiene nada que ver con la gloria de Dios? ¿No es su manifestación exterior? ¿Es solamente una especie de instalación eudaimónica, un gran parque de diversiones para la felicidad de los hombres?


Hay gente en todo el mundo que dice: ¡Hay que salvar a las ballenas! Lo mismo dijo Dios: Hay que salvar al hombre” (2.º Curso, página 31).


Sin poner en duda lo más mínimo las buenas intenciones del autor ¿es este un símil adecuado para la formación de los niños en la Fe?


“Una vez [Jesús dijo a un niño]: El Reino de Dios lo forman todas las personas, mayores y pequeños, que aman de verdad a los demás” (página 46).


¿En dónde consta que Jesús dijera tal cosa?


“José y María querían tener hijos. Querían formar una familia” (2.ºCurso, página 50).


José, puede concederse. María, jamás. Como exclamaba un teólogo desilusionado del progresismo de su juventud: “Tanto luchar en la Iglesia hasta definir la fórmula dogmática aeioparthénos, para llegar a esta Mariología de pacotilla que acaba en cinco minutos de catequesis con siglos de elaboración cristológica.” Así también puede escribirse, ¡para catequizar a los niños!, que “María tenía unos 14 años cuando se enamoró de José que tendría unos 20 años, […] y José se enamoró de María. […] Y decidieron casarse y pensaban: Tendremos muchos hijos; [… y después de haberse casado decían:] Somos marido y mujer” (3er Curso, páginas 36-37). ¡Se comprende que se pueda presentar ¡a los catequistas! “la historia de María, la madre de Jesús” (página 37), sin llamarla ni una sola vez Santa ni Madre de Dios!


“Jesús nace igual que nosotros” (2.º Curso, página 75).


¡Lo que implica una coma gráfica! Porque decir: “Jesús nació, coma, igual que nosotros nacimos”, es cierto, pero afirmar: “Jesús nació igual que nosotros nacimos”, sin la minúscula coma, es o ignorar mucha teología, o tergiversar gravemente el milagro insondable del parto virginal.


“La liberación de la Humanidad se obtiene con el sacrificio de Jesús” (2.º Curso, página 86).


Otra afirmación generalísima vertida en el marco de la preparación a la primera Comunión de niños: lo dice todo, no dice nada y calla demasiado acerca del Sacrificio de Cristo en la Cruz que cada Santa Misa renueva de modo ritual incruento. Podemos evocar en sentido opuesto una formulación catequética tradicional sin duda más exacta y menos ambigua: “Los fines de la Santa Misa son cuatro: adorar a Dios, darle gracias, pedirle beneficios y satisfacer por nuestros pecados.” ¿Estamos muy lejos con esta formulación tradicional del pomposo universalismo cuasimasónico al que nos acerca la expresión “liberación de la Humanidad” empleada por el autor? Pero estaremos más cerca de la verdad de las cosas, que es lo importante a la hora de educar en la Fe y para su ejercicio.


“Suponemos que [Jesús] resucitó al comienzo del domingo” (2.º Curso, página 98).


Valde mane! La Iglesia, que así canta en Pascua, no lo supone, lo sabe sin sombra de duda porque así estaba profetizado en el Antiguo Testamento y porque los Apóstoles así lo testificaron y lo transmitieron de palabra y por escritos divinamente inspirados.


[El día de la Ascensión de Jesús] les pareció [a los Apóstoles] que se elevaba hacia el cielo” (2.º Curso, página 106).


Vaguedad de vaguedades, pero ¿con qué efectos sobre el entendimiento infantil en formación? ¿No es dejar abierta la puerta al “Jesús de la fe”, es decir, al Jesús que a cada cual le parece?


“El espíritu de Jesús movía a Jesús desde dentro” (2.º Curso, página 111).


Olvida el autor distinguir entre el alma de Cristo, sustancialmente unida a la Persona del Verbo igual que su cuerpo, del Espíritu Santo, cuya relación con Aquél describe bien la Teología católica partiendo de la formulación dogmática: Ex Patre Filioque procedit.


“[Los Apóstoles] se parecían en todo a Jesús: querían a todos, enseñaban el Evangelio, bautizaban, perdonaban” (2.º Curso, página 111).


Es verdad. Pero se omite recordar que tenían autoridad y que la ejercían como Jesús, y que juzgaban y castigaban a los hallados culpables precisamente porque los amaban según el mandamiento de Cristo y porque antes amaban a la Iglesia de Cristo encomendada a su cargo, gobierno y responsabilidad.


[El día de Pentecostés los Apóstoles] supieron que había venido [el Espíritu Santo] porque, aunque no lo vieron, sintió cada uno dentro de sí como un fuego”, etc. (3er. Curso, página 18).


Aplicando a mansalva el principio de subjetivismo aquí evidente en la presentación de un pasaje fundamental del Nuevo Testamento, el autor no sólo destruye este pasaje sino que inocula en el catequizando escepticismo e incredulidad; el autor quiere una y otra vez en estas Guías que en los alumnos se despierte “admiración, “entusiasmo”, “pasión por la Iglesia”, a la que sin embargo trata despectivamente al descartar sus enseñanzas milenarias, que fortalecieron la fe de los Santos. Las dificultades exegéticas de la Sagrada Escritura encuentran su respuesta en la Tradición y en el Magisterio, no en la prestidigitación del racionalismo o en las torpezas mentales del materialismo.


La Iglesia o Comunidad cristiana la funda o inventa Jesús cuando, antes de su muerte, forma con los Apóstoles un grupo de amigos […]. La Iglesia o Comunidad cristiana nace, o recibe vida, o la pone en movimiento el Espíritu Santo el día de Pentecostés”, etc. (3er. Curso, página 19).


Doble desviación eclesiológica, al enfatizar un origen de la “Comunidad cristiana” (sintagma que permite entender casi cualquier cosa) preponderantemente (aunque no exclusivamente) apostólico (¿sobre sólo bases humanas?), y pentecostal-carismático, en menoscabo de su origen en la Encarnación por la unión hipostática de la naturaleza divina del Hijo con la naturaleza humana que asume el Verbo en el vientre virginal de María Santísima y que el mismo Jesucristo consuma en el altar de la Cruz.


“Es más bonita la palabra Eucaristía o [el sintagma] Cena de Jesús [que la otra palabra] Misa” (3er. Curso, página 23).


Nos preguntamos para quién será en efecto “más bonita. La palabra Missa está, digamos así, en el genoma espiritual del cristiano porque se halla en la raíz evangelizada de las culturas y lenguas modernas (tema caro al Papa Juan Pablo II), y buscar desplazarla, aunque sea en el ámbito del vocabulario (esto es, del pensamiento), no es prudente, si se quiere mantener la identidad católica.


“Las reuniones [generales] del Papa con los Obispos se llaman Concilios, que significa Consejos. Así hablamos del Concilio Vaticano” (3er. Curso, página 27).


. El lector se puede preguntar: ¿Concilio Vaticano I (que también existió) o II ? Precisamente el Concilio Vaticano I es el del Papa Pío IX que definió la existencia, la naturaleza, las condiciones y los límites del ejercicio de la infalibilidad del Sumo Pontífice, prerrogativa en nuestras Guías sólo descrita de modo fenoménico y superficial (“enseña la verdad, no se equivoca”), sin emplear la palabra nuclear de dicha definición dogmática (3er. Curso, página 28).


“El pueblo de Dios, en la Iglesia de Jesús, es más importante que los Obispos y el Papa, pues éstos están al servicio de aquellos […], son nuestros servidores. […] Sin nosotros, la Iglesia no es la Iglesia de Jesús” (3er. Curso, página 28).


Es inadmisible confundir la cabeza visible de la Iglesia, embarullándola con, contra, sus miembros. Aunque abonada en opiniones teológicas esta concepción horizontalizante de la Jerarquía es inadmisible porque anticipa su desaparición y falsea la voluntad de Jesucristo expresada en los discursos de la Última Cena.


La Iglesia de Jesús, la Comunidad cristiana, es también pecadora porque nosotros somos la Iglesia y nosotros somos pecadores” 3er. Curso, página 28).


Repetida hasta el hartazgo, esta falsa idea, blasfema y herética, ha calado en los fieles. Aquí se intenta que la conciban, deformando su amor a la Iglesia Santa, desde la misma catequesis infantil. ¿Cómo querrán recibir en lo sucesivo su santificación de una Iglesia a la que se les enseña a despreciar, incluso a temer?


“Hay algunos que hasta insultan a Dios. Esa es la mayor tontería que pueda hacer un hombre” (3er. Curso, página 44).


En el marco de la presentación del segundo mandamiento no se menciona la palabra blasfemia, que no es precisamente “una tontería” y práctica frecuentísima en la diócesis a la que estas Guías van destinadas.


“No podemos matar nunca nadie” (3er. Curso, página 48).


¿No existe acaso la defensa propia? ¿No hay guerras justas? ¿Es totalmente inaplicable la pena capital?


“Sería muy conveniente que a medida que van narrándose los pasos de la Última Cena y de la Misa, se vayan presentando los vasos sagrados con el pan y el vino y colocándolos sobre una mesa para familiarizarse con el rito” (3er. Curso, página 89).


Sería conveniente, pero para desacralizar aun más la Misa a los ojos de los niños. Los vasos sagrados no son juguetes. El sentido de lo sagrado se aprende por el respeto y la elevación en el trato de las cosas consagradas. ¿Existe ya en las almas tan escaso temor del sacrilegio que pueden impartirse descuidadamente estas instrucciones en unas Guías de catecismo editadas con aval episcopal?


“El sacerdote es sólo un “doble” de Jesús” (3er. Curso, página 89).


Los niños conocen bien a los “dobles” de las series y películas, y las acciones a veces ridículas a veces temerarias que deben ejecutar por su oficio. ¿Merece la misteriosa actuación sacerdotal in Persona Christi esta banalización? ¿Qué concepción del sacerdote católico se busca inculcarles? No extraña que en toda la presentación del Sacramento de la Eucaristía ni una sola vez se emplee la palabra transubstanciación, acción confiada sólo al poder sacerdotal; los catecismos tradicionales, en cambio, la usaban con toda simplicidad, siguiendo el mandato del Concilio de Trento y de los Sumos Pontífices que insistían en que fuera periódicamente mencionada y predicada a los fieles en el sermón dominical. Como tampoco que se distinga entre substancia y accidentes (3er. Curso, página 96): ¿no se confiesa así implícitamente que el niño es inhábil para usar su inteligencia o que no posee capacidad de abstracción; que sólo es afectividad, emociones, sensibilidad física y sentimientos.


“No sabemos si hay alguien en el infierno” (3er. Curso, página 110).


Van a encontrarse estos niños –a lo largo de su vida y en las páginas de cualquier historia objetiva- con la realidad del frecuentísimo triunfo terreno de los malvados. La misma Sagrada Escritura nos lo advierte: El mundo entero yace en poder del Maligno (1Jn. 5, 19) Pues bien, el autor de las Guías sugiere o más bien afirma su triunfo también en el más allá. Una vez más vemos que se sustituye el misterio –la eternidad de las penas del infierno- por el absurdo de esta idea –en el fondo blasfema- de una Misericordia, que no perfecciona la Justicia divina sino que es de hecho indiferente al bien o al mal de sus criaturas El Infierno existe, existen los condenados a la pena eterna, son dogmas de la Iglesia; y esta existencia responde a la exigencia de la Justicia divina a la que estas Guías se cuidan bien de mencionar.



Verán Uds. que las críticas son justas, concisas, inteligentes, oportunas y católicas. No son caprichosas, quiero decir. Ni extemporáneas.

Lo grave es que catecismos de este estilo que critica mi amigo pululan por todas partes. Item más: Todavía más cargados de errores que los diocesanos son los que suelen usarse en colegios religiosos, en colegios regentados por congregaciones religiosas, quiero decir. Suelen ser especie de folletos fotocopiados con guiones de catequesis elaborados por el religioso (sacerdote) encargado de ello. En colegios de monjas, lo mismo, a veces con detalles que te dejan el alma en suspenso: Recuerdo haber tenido conocimiento de una catequesis de preparación al Sacramento de la Confirmación en la que se usaron textos de Leonardo Boff. Las historietas de Anthony de Mello también son muy utilizadas (el peligro no son las fábulas, sino la explicación o explayación que sigue, tomando pie en las narraciones). Y así.

Esta misma tarde comentaba con otro padre (de familia numerosa) que actualmente muchos sacerdotes no sabrían siquiera responder a las preguntas del Catecismo de 1er. grado. No exagero. La formación doctrinal católica, desde la catequsis básica a los grados de formación académica, ha sufrido tal degeneración que se llega a casos de verdadero escándalo.

Antes de cerrar el articulete, agradezco a mi estimado amigo esta interesante aportación, tan ilustrativa. Y me uno a sus oraciones para que vengan tiempos mejores. Que, en y para estos casos, deben ser tiempos de corrección y enmienda de yerros. Tantos.

Oremus!

+T.

lunes, 11 de abril de 2011

La decadencia de los válidos y la obcecación de los resentidos (Iraburismo agudo, 6º avenate)

El pasado Sábado, por un mensaje de un contacto del facebook, me enteré de que había muerto el p. Cándido Pozo, un quasi héroe de la resistencia de los últimos jesuítas-jesuítas; que el Señor le haya dado la Gloria.

Como él, de su estilo fiel y batallador, apenas quedan ya padres en la Compañía. Aparte de su obra publicada y sus trabajos, no deja herederos, ni seguidores, ni continuadores (dentro de la Compañía, quiero decir). Herederos, seguidores y continuadores efectivos, reales o potenciales, quería decir. Con el p. Pozo se va también el representante de una cierta continuidad de los teólogos jesuítas de renombrada calidad, los ortodoxos, los fieles y leales ignacianos. Al ir desapareciendo, se patentiza la depauperación de la Compañía, imparable en su penoso languidecer, irrefrenable en su desgraciada corrupción y descomposición.

Los que apreciamos, a pesar de todo, a la Compañía, lamentamos que no se realizara aquel supuesto proyecto de una provincia ignaciana que se quiso fuera la reserva de la pars sanior de la Compañía que Arrupe recibió robusta y dejó sumida en crisis letal de identidad formal y material. Si aquel proyecto hubiera podido ser, quizá hoy tuviéramos sucesores de los Aldama, de Solano, de Pozo. Pero ni aquello se realizó en su momento, ni ahora hay quien encarne dentro de la Compañía esa veta saludable que todavía quedaba, manteniendo una intra-ortodoxia entre la defección de la mayoría.

Pozo ha muerto denigrado por los suyos, un proscrito, abandonado y preterido. En la Compañía, los alabados, venerados, admirados, eran los neo-jesuítas de comando activista, los Diez-Alegría, Ellacuría, Castillo & cía.

Y la Jerarquía ¿ha estimado a Pozo? Yo diría que le admitieron, pero nunca lo promovieron. En sus mejores días, el voluminoso Don Marcelo recogía en Toledo a estos 'ortodoxos oficiales', prestándoles el púlpito toledano. Pero nada más. En parecido sentido, la presencia del p. Cándido Pozo en la abigarrada, colorista y promíscua lista de la Comisión Teológica Internacional, era quasi-testimonial.

Contó, sin embargo, con los fidelísimos discipulos de la Compañía, los jesuitones incombustibles, acérrimos. Tengo un par de parientes entre ellos, de inconfundible estilo, leales hasta la médula, concentrados en los últimos islotes-reliquias de las Congregaciones, organizando tandas de ejercicios espirituales para septuagenarios y otros pequeños apostolados. Cuando ya no queden jesuítas de fiar (y quedan dos docenas de fiables, poco más o menos), no sé qué harán. Porque los jesuítas que pudieron ser terminaron de seminaristas en Toledo, o se ubicaron luego en Madrid y Getafe, o se buscaron alguna sinecura tipo CEU. Casi todos han rematado juanpablistas o rouquistas.

Supongo que Iraburu (que ya va por el 6º avenate contra-filolefebvrista) reflexionará sobre estos hechos, personajes e historias personales, la trayectoria y el final de cada uno: Una historia de francotiradores, a lo sumo guerrilleros, que terminan exhaustos y (reconozcámoslo) derrotados, vencidos por lo que hay.

La coyuntura de Iraburu se aventura aun más desazonante, porque Iraburu no cuenta siquiera con esa tropilla de leales que han tenido estos formidables. Si alguno quiere valorar los posibles de Iraburu, échele un vistazo a la galería de presentes en su Infocatatónica, y hágase idea de la partida y de quienes la forman.

Item más: Todavía, estos últimos aguerridos de la Compañía como Solano, Aldama, Pozo, Bover, han dejado una obra teológica estupenda, referencial, imprescindible incluso. Iraburu, sin embargo, no llega a más; a pesar de su apreciabilísima ortodoxia, una rara especie entre el estercolero de autores y publicaciones neo-modernistas.

No obvio lo sobrenatural, los caminos humildes por los que el Señor conduce sus planes providentes. Pero no olvido que la historia de la Iglesia demuestra que las reformas, las grandes reformas necesarias en tiempos de grandes crisis, sólo se han realizado gracias a la acción de sólidas resistencias y/o reacciones, fuertes, claras, decididas, leales consigo mismas e inflexibles a la hora de enfrentarse con los problemas, dificultades, corruptelas y desviaciones del momento, capite et in membris, con la firme y recta conciencia de obrar pro bono Ecclesiae.

Vuelvo a decir a esos buenos reticentes que atacar a los mejores resistentes es frustrar las esperanzas de regeneración. Dudo que a estas alturas el re-confirmado ánimo obcecado del iraburismo atacante atine a distinguir siquiera qué es lo que está haciendo/consiguiendo con estas andanadas bastardas. Hasta yo mismo dudo de que Iraburu y su partida puedan ser ya considerados siquiera como 'buenos reticentes', dado que se les ve resbalar tan aceleradamente por ese plano inclinado del juanpablismo, tan peligroso.

El juanpablismo resulta ser de complicada conceptuación: Por su cima parece que toca la cumbre del Sinaí; por la mitad contemporiza con lo que se encuentra; y por debajo se sume en la profunda confusión del abismo post-moderno. Ya he dicho que tiene figura de plano inclinado. Iraburu debería haberlo notado.


Entiendo (y entiendo bien) que valorar a los que tienen muy determinada y contrastada vocación de solidificar y mantener el edificio en pie, sin peligrosas inclinaciones periclitantes, es una necesidad, una urgencia. Verles como elementos desintegrantes es sufrir una muy nociva y distorsionada apreciación de las cosas y sus perspectivas: Al presente, son ellos los más firmes elementos de sostén, los más sólidos pilares para reemplazar las estructuras fallidas. Y no hay otros, ni de su calidad ni de su resistencia. Lo están demostrando, con frutos muy reconocibles.

p.s. Preguntándome por la etiología de estos avenates iraburitas, me he acordado de aquella precisa definición: 'Tristitia boni alieni'.

¿Será al fin eso, sólo eso?


+T.

domingo, 10 de abril de 2011

No hemos tocado fondo


La crisis y la decadencia de la Iglesia Católica post-conciliar no han llegado a su punto más bajo. Por todos sitios se evidencian graves problemas, violentas contestaciones y la insuficiente acción de un episcopado mediocre anclado en un vaticanosegundismo confuso e iluso. Mientras, los enemigos de la fe no cesan su trabajo de demolición; enemigos internos, porque operan desde dentro y cuentan con los medios de difusión de la misma iglesia a la que socavan y descomponen. Un ejemplo actualísimo, de ayer mismo:

Una desafiante 'propuesta' des-católica radical

El sujeto de la izquierda (¡cómo no!), el sonriente de la cobarta celeste mal anudada, es un jesuíta (?) de los más perniciosos que ha gestado y mantenido la Compañía: El tristemente célebre Juan Antonio Estrada; con el funesto J.Mª Castillo, fueron el monstruo bicéfalo, mascarón de proa de la ultra-modernista Facultad de Teología de Granada. Le despacharon de esa forma en que la moderna Compañía despide a sus queridos contra-teólogos cuando son amonestados por Roma; es decir, que los dejan estar 'no-oficialmente' haciendo lo mismo que hacían, como si nada.

En el caso de Estrada y Castillo (& cía.), siempre he echado de menos la actuación firme y formal de un obispo creyente que les hubiera impuesto la pena canónica que merecen. Ni uno ha habido que sea capaz de ponerle el bozal al perro (los perros, en este caso). Ni uno. Tampoco la CEE. Ni Roma siquiera, porque, a pesar de las censuras, estos dos (& cía.) deberían estar reducidos al estado laical hace muchos años. Peron ahí siguen, dañosa y perversamente activos contra fe y la doctrina.

El acto que cuenta la noticia es el de la presentación de un libro de la antes ortodoxa editorial Herder. Echen un vistazo a la Editorial Herder y vean hasta qué punto ha degenerado la otrora buena editorial (digo buena en sentido inclusivo: moral y propiamente editorial).

El libro que presentan es la obra de otro peligroso des-católico, el sudafricano de origen alemán Fritz Lobinger, un obispo emérito (para vergüenza del que le nombro obispo, del que le mantuvo y del que no le censuró en su momento ni le censura ahora, en este momento). Para que se hagan una idea de lo que enseña este personaje, si quieren sufrir un rato de inquietante desasosiego, lean esta entrevista publicada hace poco en la página anti-católica no-cristiana de Redes Cristianas:

El obispo Fritz Lobinger contra el sacerdocio católico

Para que se hagan una idea, se refiere (o describe) a los sacerdotes como "líderes locales voluntarios", concepto con el que designa más particularmente a los pretendidos nuevos 'ministros'. Dice que su "propuesta" de otras formas alternativas al sacerdocio católico no pretende erradicar a este, sino que las nuevas formas podrian coexistir con el ministerio sagrado tradicional. Aclara que esta radical novedad sólo sería posible, realizable, supuesto un consenso eclesial, un acuerdo pastoral (supongo que de amplia base).

Lo estupefaciente es que sin consenso, ni acuerdo, ni amplia base, esos 'ensayos pastorales' de comunidades sin sacerdotes dirigidas y 'ministeriadas' por un 'líder local' ya existen. Son aberraciones que los misioneros promueven en las misiones y que luego, al regresar a Europa, intentan introducir en nuestras diócesis con la excusa de la escasez de sacerdotes y vocaciones. Por ejemplo, en Holanda y en Austria ya son frecuentes estos 'experimentos', con la aquiescencia de los obispos (progresistas) y la buena acogida de los feligreses (inconscientes).

En España funcionan 'equipos de pastoral parroquial' dirigidos por religiosas que desempeñan funciones y ministerios quasi-sacerdotales; en algunos casos, cuentan hasta con nombramientos efectivos expedidos por los respectivos obispos diocesanos. Otras veces, la 'alternativa pastoral' la dirigen diáconos permanentes (casados); en otros casos, se improvisan otras fórmulas a-sacerdotales ad casum.

Se trata, en suma, de una efectiva, pero disimulada, sustitución/suplantación del sacerdocio católico, devaluado en su aprecio y criticado en su formalidad en cuanto tal, insistiendo en particulares como el celibato (el no-celibato, es decir) y la urgencia/necesidad de incorporar a las mujeres a los ministerios (sacerdocio y jerarquía). De esta forma, se consigue una paulatina aceptación popular-social que refuerza las reivindicaciones de los grupos más radicales del des-catolicismo anti-cristiano.

El telón de fondo de estas inquietantes escenas es el triunfalismo juanpablista, iluso, fatuo, vano, inconsciente.

Por eso resulta tan extemporánea la crítica hiriente de quienes acusan a los grupos de católicos conscientes de cismáticos o de próximos al cisma.

Frente a la motemática polémica de iraburitas y demás especies, el cisma de verdad, el cisma lesivo, degenerativo y mortal, existe dentro de la misma iglesia; un cisma polimórfico y policéfalo, reducible globalmente a un neo-modernismo reformulado y sólidamente insertado en casi todas las instituciones de nuestro catolicismo contemporáneo.

No es de extrañar puesto que hasta en el Oficio Divino, entre los escritos que la Iglesia medita y reza, se introdujeron textos tan indefinidos y ambiguos como este:

"...Así, pues, a los que creen en el amor divino les da la certeza de que el camino del amor está abierto para el hombre, y que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es una utopía. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria...

Él, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo que hemos de llevar también la cruz, que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes buscan la paz y la justicia.

Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también, con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin.

Mas los dones del Espíritu Santo son diversos: pues mientras llama a unos para que den un manifiesto testimonio, por medio de su ardiente anhelo de la morada celestial, y conserven así vivo este anhelo en medio de la humanidad, a otros los llama para que se dediquen al servicio temporal de esa humanidad, y preparen así el material del reino de los cielos.

A todos, sin embargo, los libera, para que, con la abnegación propia y por el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida humana, proyecten su preocupación hacia los tiempos futuros, cuando la humanidad entera llegará a ser una ofrenda acepta a Dios.

G.S. nº 37-38; 2ª lect. del Oficio de Lectura del Sábado IVª semana de Cuaresma"




Soy de los que piensan (temen!) que este vago 'magisterio' resulta demasiado frágil para campear el temporal que amenaza a la barca de Pedro. Si se aplica la regla de la lex orandi-lex credendi, un católico que rece con ese texto formará y alimentará una fe tan débil e insuficiente como el texto mismo.

Quizá de concepciones tan delicuescentes hayan surgido grupos tan desfiguradamente infra-católicos y contra-eclesiales. Cuando la Jerarquía no actua/reacciona, termina afectada y contaminada ella misma; el caso de ese obispo y su 'alternativa no-sacerdotal' es sólo un ejemplo entre un variado y feraz muestrario de cizaña intra-católica.

Personalmente, no temo al enemigo de fuera (secularismo político, ideologías anticristianas, paganismo social, laicismo radical, etc.). Mis temores son ad intra, por el enemigo de puertas adentro, la debilidad patológica de nuestra jerarquía y la insuficiencia de doctrina-magisterio.



+T.

jueves, 7 de abril de 2011

Los escrúpulos (o el caso de Mirita la Papela)


Para ambientar la Cuaresma con mica salis y pimienta, ahí va esta anécdota que recuerdo todos los años en cuanto toca la abstinencia cuaresmal. Léanla in spíritu hilaritatis, pero sin perder el tiento.

Pues érase una Cuaresma, en un pueblo, una salerosa parroquia andaluza con todas sus propiedades (almas y cosas), como cualquier otra. Y eran tiempos católicos, pre-conciliares, sin dudas ni aventuras, con la fe ferviente e íntegra y un buen ambiente general, robusta salud espiritual y buen estado moral de la feligresía.

Ni que decir tiene que la susodicha parroquia contaba con su beatería, de diverso nivel, ya se sabe: Beatas de mantilla de blonda de seda, beatas de velo de espuma, beatas de velo tupido y beatas de pañolón; todos negros, of course, menos los de las mocitas, las niñas y las pollitas, que lo usaban blanco.

Me contaron que la protagonista del casual estaba en esa edad de la mocedad pasante, que no era solterona pero amagaba quedarse en el poyetón, que tenía buena fama y buen juicio, pero que le faltaba un hervor (o dos) para arribar a la sazón. Se llamaba Ramira, como su abuela, pero familiarmente era Mirita, la Mirita, más completamente Mirita la del Penco (el Penco era su abuelo paterno).

Había empezado la Cuaresma y los pudientes habían tomado la bula, para poder permitirse las facilidades de la abstinencia, las mitigaciones del ayuno y la casuística de las promiscuidades; todo eso que Roma concedió generosamente cuando en España se guerreaba la Cruzada contra el moro infiel, pero que luego se perpetuó cómodo privilegio más allá de la Toma de Granada. Como iba diciendo, la Bula de la Santa Cruzada aligeraba sustancialmente los rigores de la dieta Cuaresmal para quienes podía adquirir la cedulilla correspondiente. Los pobres que no podían lucraban los beneficios de la Bula sin tener que pagar; pero quedaba esa numerosa plebe que ni era pudiente ni tampoco pobre, obligados a bregar con los pormenores de la dieta cuaresmeña, que les complicaba la conciencia, si tenían conciencia sensible y activa.

Y Ramira, la Mirita, la tenía; una conciencia muy viva, despabilada, bien formada, y - como toda buena beata que se precie - con un punto de escrúpulo según que materia. Por ejemplo, tocante al pudor modoso y el vestir, Mirita era rigurosa: Ni un descote, ni una merma en la falda, las mangas hasta la muñeca, y en verano manguitos; los zapatos de medio tacón, las medias espesitas y sin costura, el talle holgadito, el refajo recio, con ballenas y enterizo hasta el sobaco.

Para las cosas de la lengua, no era tan rigurosa y perdía un poco la conciencia cuando se le iba el músculo bucal campando suelto por críticas y recríticas. Que decía Mirita que eso no era pecar, que era sólo llevar la cuenta de lo que había y se hacía, que no era calumnia, ni pulla envidiosa, sino sólo una 'ratafero' (un relata refero, quería decir ella), sin poner ni un pum ni un pom, ni insultaba, ni mentía, ni rebajaba la fama de nadie.

En Cuaresma le atacaba un escrúpulo especial, por lo del ayuno y la abstinencia: ¿Qué es colación y cuánta colación y cuándo la colación? Esto es, qué comida del día había de tenerse por colación, cuánto pan migado en el café era justo y necesario para que la colación no pasara de ser colación, a qué hora justa había de tomarse, si una colación frugal se podía unir a otra sin dejar de serlo, o si se podía tomar una doble colación. Y esas cosas.

Lo de la abstinencia de carne era una briega fuerte. Una mujer como la Mirita, que guisaba para cinco hombretones (sus hermanos), dos mujeronas (sus hermanas), el padre (que gastaba un arco de panza con 20 botones entre la pretina y la portañuela) y la chacha Consuelo, que no tenía dientes pero estaba el dia entero rumiando como los bueyes. Menos su madre, que era canija como una caña y de poco comer, en casa de Perico el Penco comían como mastines. La misma Mirita, que era tipo bambú, como su madre, comía como un sabañón, con el agravante de que le gustaba todo todito todo, animal, vegetal y mineral. Una boquita de piñón y un estómago de acero.


Por eso, cuando ponía el cocido a la lumbre y le iba echando la tajada de magro, las costillas, el tocino de veta y las morcillas, la pobre Ramirita sufría lo que no se imagina el mundo, tentada por la carne, la carne del cocido. Y la pringá, ¡ay la pringá! La tentación era tanta, que en Cuaresma no aparecía por el comedor y se tomaba su pucherito de legumbres en el cuartillo de labor, donde cosían y bordaban y planchaban. Allí, entre hilos, madejas, lienzo moreno y crudillo, echaba una servilleta por encima de una azafate, y se montaba su mesa cuaresmal: El potajito de legumbres (a saber: lunes-habas, martes-garbanzos, miércoles-chícharos y jueves-lentejas); los viernes, acelgas; los sábados arroz con habas, y los domingos, arroz con alcauciles). Y un café migado por la mañana, y por la noche media rosca con un huevo duro y un arenque. Así la Cuaresma entera, hasta el Sábado de Gloria, que rompía los rigores con los primeros tiros de los 'Júas'.

Pues sucedió que tuvo que comprar una pella de manteca colorá, con todos sus avíos, en la tienda de Basilito el Nardo, que hacía la mejor manteca del pueblo, que daba gloria verla en su lata redonda, con la paletilla de madera asomando el rabo. ¡Y un olor! El olor se le metió a la Mirita en el hipotálamo nervioso, y tres horas después de comprar la manteca colorá (que era para su hermano Juan y el novio de su hermana Magdalena, que estaban destroncando olivos y necesitaban - eso decía su madre - una consistencia en el almuerzo), tres horas luego de ponerla en el tazón y meterla en la esportilla, todavía sentía el olorcillo sabroso en la nariz, en la punta de los dedos, y hasta en la pechera y el bajo del delantal que llevaba puesto.

¿Y me voy a condenar por la manteca? Se decía. Porque en la alacena había quedado la mitad de la compra, para la mañana siguiente. ¡Ay, qué tentación! ¡Esa manteca! Todo el día, que era Viernes, anduvo así. Hasta se metió un diente de ajo en la nariz, a ver si perdía el olor. Pero con el ajo fue peor.

Eran las cinco y media de la tarde, recien terminado que se hubo la merienda (dos higos pasas y una mandarina con un coscorroncito de pan duro). Y cuando estaba arreglándose para irse al rosario, entonces pasó aquello, aquel retortijón doble, un imprevisto al que siguió el correspondiente acto concomitante, con asalto de escrúpulo y amago de ataque de nervios. Se recompuso como bien atinó, se echó el velo en la cabeza, y salió despavorida la cuesta arriba, para la Iglesia.

- ¿Su permiso, Don Gabriel?

- Buenas tardes nos de Dios; pasa, pasa...

- ¡Ay Don Gabriel! ¡Ay qué disgusto más grande! ¡Ay que me va a dar algo!

- Bueno, bueno está, venga con esos nervios, venga ya Ramirita, que no será pa tanto...

- ¡Ay Don Gabrié! ¡Que sí, que sí! ¡Que he roto la Cuaresma!

- ¿Tú solita, o con la ayuda de alguien?...

- ¡Ay Don Gabrié! ¡Qué ánimo tiene usté! ¡Por Dios bendito, que vengo azufraíta!

- Ea, pues vete al confesonario, que ahora voy yo. Venga, venga...


- ¡Dios se lo pague a usté, Don Gabrié! ¡Ay Don Grabié!


 
Don Gabriel, el cura, conocía a Ramirita la del Penco desde que la parieron, porque a la tres horas de haber nacido se la presentaron en la Parroquia para que la bautizara: Ramira María del Rosario Vicenta Carrillón y Cueto, hija de Pedro y Juana María. Y también conoció a sus abuelos, los de padre y los de madre. Y es que Don Gabriel - decía el boticario, que eran un guasón - llegó a la villa con los fenicios, y se conocía el árbol genealógico del pueblo entero, con el particular de vicios y virtudes de cada casa y parentela. Por eso conocía bien a la Mirita y sus cosas, que en lo de los escrúpulos salía a su tia abuela, Vicenta la del Dorro, una beata de moño y peinecillo que atormentó con sus escrúpulos al paciente confesor. Las almas son así, pensaba Don Gabriel, y Dios sabe (y el demonio algo sabrá también) el por qué de esas ansiedades escrupulosas, ¡el Señor nos libre!

Se sentó Don Gabriel en el confesonario, corrió la cortinilla y abrió la rejilla:

- ¡Ejem¡

- Ave María Purísima...

- Sin pecado concebida...

- Ay, padre!

- ¿Qué pasa, hija; que ha pasado?

- Ay, padre, que he cometido un pecado muy grande, muy grande, siendo Cuaresma, como es, y Viernes; que yo nunca he faltado de obra (de pensamiento sí, pero venciendo el deseo, padre, como usted sabe), ¡ay! Pero esta tarde, esta tarde, padre...¡ay! La carne, padre, la carne...Que estaba yo en el retrete...

-¡Jesús, Ramira! ¿Qué dices, criatura, qué has hecho? ¡Ay, Ramira, Ramiraaaaa!

- La carne de la abstinencia, padre, me refiero, no la otra carne, no se figure usted lo que no ha sido, que no es de eso, padre, que no es eso. Pero lo mismo da, que es un pecado grave, que yo en mi vida he faltado al mandamiento de la Santa Madre Iglesia, y esta tarde, esta tarde, en el retrete...¡Ay Don Gabrié, que se me infunde una vergüenza que no puedo soltar palabra! ¡Ay qué apuro, mire usté!

- Niña, Ramirita, suelta ya la bola, hija, y acaba, que tiene que empezar el rosario, que están dando el tercero en el esquilón, ¿no oyes? Venga y termina lo que tengas que decir, échale valor, hija, ten confianza.

- Pues eso, padre, que entré en el retrete, para mis necesidades, y...y...y...¡que he pecado contra la abstinencia!

- ¿En el retrete, niña?... ¿Qué hiciste?

- ¡Ay, padre, ay!...que...que...queee
...mmm...mmm...¡Que me he limpiado el culo con el papel de la manteca colorá!¿Cómo? ¿Qué has dicho? Más alto, Ramira, que no me he enterado...

- ¡Ay!...¡Que me limpié el culo con el papel de la manteca colorá!!

Don Gabriel se quedó un segundo, un momento, estático, los ojos abiertos y la boca. Hasta que se le fue aflojando el rictus y rompió en una risa congestiva, irreprimible, que puso a temblar las maderas del confesonario.

- ¡Pajolera Ramirita! ¡Anda, anda, que vas a rematar como tu tia Vicenta, so pava! ¡Mira que la ocurrencia! ¡Y el pecado! Vamos que esto es para escribirlo en el repertorio de los casos de conciencia del manual de confesores. ¡Cuidado con la Ramira y su pecado de abstinencia! Si es que tú no estás cabal, hija mía, tú tienes algo en la cocotera...
Pues mira, ¿sabes lo que te digo? que te impongo de penitencia que cuentes lo del papel de la manteca, pa que tó el pueblo se entere de lo tonta que eres, Mirita.

- ¡Ay, Don Gabrié! ¡Ay, eso no! ¡Ay, eso no! ¡Que yo me muero de vergüenza, Don Gabrié! ¡Por Dios, Don Gabrié!...¿Y entonces, no es pecado?

- ¿Qué?

- ...lo del papel

- ¡Papel el que te voy a dar como vengas otra vez con esa paparrucha, so tonta, que vas a rematar tonta de paga!
Anda, anda y reza de penitencia un Credo a San José, a ver si te manda el talento que te falta, Ramirita. ¡Jesús qué cosas tienen estas mujeres!

- ¡Ay Don Gabrié, Dios se lo pague a usted! ¡Y usted perdone, Don Gabrié!

- Anda, anda...


Pero lo del papel se supo, no se sabe cómo. Dicen - pero es rumor sin confirmar - que fue el sacristanillo, el monaguillo mayor que estaba aquella tarde barnizando la barandilla del baptisterio, y que pegó el oído y se enteró (sin querer) del pecado del papel de la manteca. Y se fue muerto de risa y se lo contó a Basilito el Nardo, el de la tienda, el que hacía la manteca. Y aquella misma noche el caso del papel corrió de casa en casa por Castivieja del Sotillo, divirtiendo la velada de toda la vencidad.

La pobrecilla anduvo dos días que no se le quitaban los colores de la cara; por las esquinas, los chiquillos le decían: - ¡Ramirita, la papela! Y se le quedó el mote: 'Mirita la papela'.


Se cuenta también que su padre le dijo:

-¡So loca! ¡Que vas a caer mala de los nervios, con tanta tontería! Si en lo de comer, cuando hay de comer, no hay pecado como no sea que se pierda el sentío, que eso me lo dijo a mí el pater del cuartel, cuando hice la mili en Tetuán, y no me s'olvida (sic).

Pero cuando llegó el Sábado de Gloria, Perico le regaló a la niña una orza de manteca colorá que encargó en cá Basilito el Nardo. La Mirita se azoró, y decía que no, que para ella se terminó el gusto por la manteca, que ya no probaba más ni un chicharrón. Desde luego, lo decía con la boca chica, porque lo cierto fue que estuvo toda la Pascua Florida entretenida y mantenida con la orza de la manteca, tan rica.

Ya dije que el mote de la papela se le quedó. Y la anécdota pasó a ser ejemplo muy usado en la catequesis, cuando las beatas enseñaban los Cinco Mandamientos de la Santa Madre Iglesia a los chiquillos que iban a hacer la Primera Comunión. Cuando explicaban el 4º, 'Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia', contaban el caso del papel de la manteca. Sin nombrar a la Mirita (detalle que no hacía falta porque aquello se sabía en todo el pueblo, como es natural).

n.b. Conste que la historia es real, fidedigna, garantizada. Y que sólo he cambiado nombres de personas y lugares para despistar.

*** Para los que no sepan qué es, lean: Manteca Colorá


+T.

martes, 5 de abril de 2011

Filo-lefebvristas en el disparadero (5º asalto iraburita)


Iraburu amenaza con 7 artículos (ya lleva 5). Me han dicho que se justifica diciendo que la septena en la Biblia significa la perfección. Me extraña que a la vejez se haya vuelto biblicista con fuego en la pluma, como si se hubiera auto-endosado la potencia aniquiladora de un ángel castigador (bíblico). Y todavía me extraña más que parezca aspirar a la perfección no por la calidad de lo que expone, sino por acumulación de articuletes, siendo, entiendo yo, todo lo contrario, por lo menos en la serie articulera, de la que podría decirse que hoy peor que ayer pero menos que mañana.

Y del autor en tanto que autor, quasi lo mismo: El ex-cabeza visible de la ortodoxia hispana (a partir del 1er. articulete de la serie cayó irremisiblemente del pedestal) se empeña en atacar y herir al miembro sano, el miembro más sano, la pars sanior de la Iglesia Católica (bis: léase esta última parte de la frase otra vez: "...se empeña en atacar y herir al miembro sano, el miembro más sano, la pars sanior de la Iglesia Católica"). Así.

El discurso iraburita, ya agotado desde la 1ª entrega, se repite e insiste machaconamente en lo cismático. Una insistencia cargada de prejuicios negativos contra la FSSPX que obvia otros cismas de hecho (suponiendo que el caso de la FSSPX sea cismático, que no lo es). En la Iglesia actual, se podría decir (y yo lo digo), se sufren cismas por comisión y por omisión. Me explico:

- un cisma por comisión entiendo que sería cuando se nombran o se mantienen obispos manifiestamente desafectos al dogma católico; de entre ellos muchos (casi todos?) de los pertenecientes a determinadas congregaciones religiosas, generalemente en diócesis de misión. Citaría, por ejemplo, a nuestro Nicolás Castellanos, o el mitificado Casaldáliga, o ese que ha salido a relucir hace poco con escándalo declarándose pro-abortista filantrópico, el tal Juan Godayol, y los demás como ellos. Cada vez que se ha nombrado, se ha mantenido y/o no se ha sustituído y/o penado canónicamente a uno de estos 'prelados', se ha cometido, de hecho, un cisma interno que afecta a la integridad de la Iglesia Católica.

- un cisma por omisión sería (y cito el caso por parecerme un ejemplo claro del concepto) el ocurrido hace un par de años en Austria, cuando la jerarquía del país con el presidente de la C.E. el Cardenal Schönborn a la cabeza, se niegan a aceptar el nombramiento del nuevo auxiliar de Linz, Gerhard Wagner, obligando a la Stª Sede a ceder a sus presiones y revocar el nombramiento del obispo electo. Situaciones como la de Austria se repiten en diverso grado, con parecidas tensiones, en otras partes, con más o menos reconocimiento y/o publicidad. De hecho, significan un cisma interno que afecta gravemente a la autoridad de la Iglesia, en cuanto se la niega, o se la impide, o se la frena.

Un tema este, el del disenso y la descomposición interna de la Iglesia, que Iraburu ha tratado ampliamente, ya sea en ensayos particulares, ya passim en otras obras publicadas. Por ejemplo, en su ensayo Infidelidades en la Iglesia, habla de los graves casos de disidencia post-conciliar y también de las reprobaciones oficiales que califica como "tardías, débiles o inexistentes". Sic.

En esa misma obra Iraburu habla de un triple modo de servir a la verdad:
1º-predicar la verdad 2º-defenderla de los errores contrarios, y 3º-reprobar eficazmente a los maestros del error.

En conciencia, en su conciencia sacerdotal, como hombre de Iglesia y teólogo, sinceramente, de verdad y con la mano en el pecho: ¿Se atreve a sostener Iraburu que la FSSPX no predica la verdad católica, no defiende esa verdad de los errores, no se opone eficazmente a los que egendran y difunden esos errores?

Por contra, el llamado 'cisma' de los lefebvristas resulta ser una sólida concentración de identidad e integridad católicas dentro de un agitado espacio de desintegración y división intra-católico. A veces tan alarmante (constatemente alarmante) como la última noticia que acabo de recoger, unos artículos del hoy Cardenal Ravasi en los que soltaba herejías como esta:

"...Sono da evitare due estremi:
1) credere che Gesù risuscitò Lazzaro da morte, nel modo e nei particolari descritti da Giovanni; 2) che lʼintera storia è una pura invenzione dell'evangelista"

(Es un comentario a propósito del milagro de la Resurrección de Lázaro; Ravasi escribe que habría que evitar dos extremos: 1º) creer que el Señor resucitó a Lázaro de la muerte de la forma y con los detalles descritos en la narración de San Juan y 2º) suponer que toda la historia es una pura invención del evangelista. Como se ve, Ravasi opta por una 'via media' que no dice ni sí ni no sino todo lo contrario, exponiendo un discurso ambiguo que disuelve el Evangelio. Lo gravísimo es que respecto a la Resurrección del Señor opina y enseña algo por el estilo. Y con esas ideas, con esos méritos, llegó a ser nombrado primero obispo y luego cardenal)

Con la Iglesia sumida en este estado de confusión y con una Jerarquía en la que caben personajes como Ravasi, resulta paradójico que se combata y rechace desde una pretendida responsabilidad católica aquello que representa y mantiene actualmente lo más genuina y contrastablemente católico. La FSSPX no ha perdido ni un punto del catolicismo que se ha ido demoliendo de forma constante desde la clausura del Concilio Vaticano IIº hasta el presente. Todo lo que se ha perdido, desde la teología a la pastoral, la espiritualidad y la moral, la eclesiología y la misión, la conciencia y la identidad, todo se mantiene y atesora celosamente, como un precioso don, dentro de la FSSPX: Un espejo donde la Iglesia se mira y descubre (traumatizada? avergonzada? estupefacta?) su propia imagen-identidad-conciencia perdida y/o deformada.

Me pregunto cual será el tipo de reacción que experimentará Iraburu cuando se mida con los sacerdotes y los miembros de la FSSPX, si estupefacción, si vergüenza o si shock traumático. Si no sintiera, sería porque ha perdido aquello de lo que presumía, la sensibilidad católica que hasta hace poco parecía ser su santo y seña. Quizá por eso ataca ahora, disparando a la diana más católica, como una especie de él sabrá qué tipo de extraña catarsis.


No sé si será consciente de que al atacar (y ya van cinco arremetidas y amenaza siete) adopta las trazas del enemigo, de uno de esos a los que he llamado cismáticos por comisión u omisión, que no están penalizados canónicamente, pero que de hecho son una pena interna para la Iglesia, a la que desintegran y desarticulan infectándola con sus desviaciones contra-católicas. Triste decadencia la de Iraburu, pasar de ser campeón católico a cripto-aliado vergonzante de los peores enemigos intra-católicos, esos que él mismo denuncia (o denunciaba).

Somos (me considero) una generación posterior a los hechos, y juzgamos los episodios pasados con otros referentes actuales. Por ejemplo, nos resulta patente la devaluación flagrante y acelerada del pontificado de Juan Pablo IIº post mortem. El caso de su próxima (y precipitada) beatificación ocurre en medio de la descomposición de una memoria que será más relativizada en cuanto vaya quedando más patente la insustancialidad de un pontificado y la gravedad de los hechos acaecidos en su transcurso, ya fueran consentidos, ocultados o ignorados. El entusiasmo de los adeptos se verá cada vez más contrastado por las evidencias. Desgraciadamente.

Al mismo tiempo, desde entonces al presente, ha ido confirmándose y resaltando la solidez de la FSSPX, cada vez más valorada por quienes profesamos (¡queremos profesar!) el Credo católico de todos los siglos con una conciencia católica sin merma, sin confusiones, sin desviaciones doctrinales, sin nocivas promiscuidades, sin contradictorias mixtificaciones, sin incompatibles añadidos.

Ignoro la etiología exacta de ese mal que afecta a los que ven enemigos donde deberían ver garantes. Espero que sea una fiebre pasajera, y que no les deje secuelas irreparables en la recta inteligencia y la buena voluntad.

A pesar de que ya van cinco arrechuchos (y se anuncian dos más).

+T.