lunes, 13 de septiembre de 2010
Fray Leopoldo
Es tan familiar, tan de casa, que su foto (su estampa) aparece en cualquier cajón, entre las páginas de un libro, en el bolsillo de una chaqueta, en una cartera, en la cómoda, en el tocador, en las bandejas del ropero. En cualquier sitio. Por lo menos en mi casa.
Mi casa es particular, y se llueve y se moja como las demás. Ya no tenemos la casa grande y familiar, la antigua que tuvimos mientras pudimos. Se perdió con la decadencia de papá y nunca se recuperó. Pero en el piso de mi madre se conservó lo que se pudo, con detalles tan rancios como remotos. Por ejemplo el lararium.
El lararium romano era el altarcillo doméstico en el que se les rendía culto a los Lares, las divinidades del hogar. Se componía con figurillas e idolillos y otros objetos, de más o menso valor y calidad según la casa y su dueño; y se les presentaban ofrendas sencillas, caseras. Pues en mi casa el lararium pagano romano existe bautizado en cristiano: Un cuadro con estampas religiosas del Señor, la Virgen y los Santos, como un collage caprichoso, sin especial orden en su composición. Están las estampas de las devociones familiares. Y debajo de los Santos, una galería con fotos de los difuntos de la familia, tamaño carnet, recortadas de fotografías. Pues entre los Santos y la familia, Fray Leopoldo ha estado desde que yo tengo memoria del larario.
El larario es transportable, y se acomoda a cualquier circunstancia y en cualquier sitio. Yo lo he conocido en lo alto de la cómoda, encima del tocador, sobre un arca, en una repisa, encima del velador, en la mesilla de noche...Ahora mi tía lo coloca en una de las mesas de la cocina (y si sale y le tiene encendida una mariposa o un velón, lo mete en la bañera, hasta que vuelve a casa - "...no se vaya a volcar y se arme un fuego!", explica ella).
Se le encienden mariposas de aceite o velillas para cualquier cosa que necesita "refuerzo" de oración, por motivos de salud, de exámenes, de apuros en casa o la familia, por viajes, por enredos, porque se pierde algo, porque es un aniversario, porque es mes de difuntos, porque es dia del Santo, por algo que no se cuenta y no se sabe y mejor no saberlo, por las cosas que pasaron y para que no pasen cosas...Por todas esas cosas y mil cosas más. Como los romanos. Pero en cristiano, netamente católico, para horror y escalofrío de los herejes impíos protestantes y demás calaña infiel. Nosotros, en mi casa, católicos y romanos, con larario.
Por supuesto, Fray Leopoldo es de los que más velillas y mariposas gasta, con predilección. La querencia por Fray Leopoldo se inició en unas misiones populares que predicaron en mi pueblo los capuchinos, allá por 1960, más o menos, cuando empezaba a difundirse la devoción. Desde entonces no faltaron las estampitas, los almanaques, algunos ejemplares del Adalid Seráfico. Y la lotería de Fray Leopoldo que organizaba nosequién, y la rifa de Fray Leopoldo, y todo lo demás. En mi pueblo salen todos los años seis o siete excursiones a Granada, a ver a Fray Leopoldo (que no se ve porque está dentro de un catafalco de piedra pulida, que de grande que es ocupa toda la cripta). Se dice así: - "Han ido a ver a Fray Leopoldo". Y cuando vuelven del viaje traen estampitas y demás suvenires devotos que reparten entre las devotas.
Mi madre gastaba estampitas con reliquias de Fray Leopoldo constantemente. Se las prendía debajo del vestido, en el pecho, desde una vez que tuvieron que operarla. Era un elemento más de su vestuario devocional personal. Mi padre se molestaba, pero ella ni caso. La gracia era que le metía a mi padre estampitas de Fray Leopoldo en todas las chaquetas, en la cartera, en el maletín, en el buró de la oficina. Cuando papá cayó malo tuvo siempre la estampita de Fray Leopoldo debajo de la almohada.
A mí me lo daba para los exámenes, aquellos terribles exámenes finales de Junio del bachiller elemental, que nos examinaba - nosotros chiquillos de 10 años - un tribunal de catedráticos y catedráticas que imponían, catatúas y estafermos más malos que el saúco. Por lo menos eso nos parecían a nosotros, tiernos infantes impresionables. Pues frente a aquellos estrados fantasmagórico-académicos Fray Leopoldo era un abogado, un recurso, un auxiliador en el bolsillo del pantalón corto. Yo lo llevaba en estampa plastificada, y recuerdo que algún amiguete de clase lo portaba en medalla, y otro que lo usaba en llavero. Un año, Mª Loli Barrán se llevó un almanaque de pared completo, porque en su casa no tenían otro Fray Leopoldo a mano, y en mitad del exámen final de francés la catedrática, Doña María Lysén, creyó que escondía una chuleta y le tiró de una punta de papel sospechoso que le asomaba por debajo del suéter...¡y salió el almanaque de Fray Leopoldo completo! La pobre Mª Loli lloraba, nosotros nos sofocábamos de risa nerviosa, y la Lysén no sabía qué decir, impresionada (digo yo) con las barbas patriarcales del venerable siervo de Dios Fray Leopoldo de Alpandeire.
Fue un Santo de gente buena y sencilla, tan bueno y sencillo él. Nunca hizo milagros espectaculares, pero no paraba de hacer milagros chicos, caseros, de remedio y apaño, los milagros bienaventurados de los sencillos de fe, los de alma de niño y pecados de hombre. Pedía limosna para el convento, daba limosna a los pobres, y las limosnas que recogía y las que él daba eran pobres. Nadie le dio un millón, y si se lo hubieran dado imagino que no habría sabido que hacer con él. Y no era tonto, al contrario: Era santo. Rezaba y sabía hacer rezar. Tres sencillas Avemarías eran su receta más frecuente para todo y para todos.
Yo le guardo y profeso la simpatía devota que aprendí en mi casa, por contagio. Y me alegro de su beatificación (que no le añade -entiéndaseme- más santidad que la que tenía ya, en el larario de mi casa). Y espero y quiero que lo canonicen pronto (aunque en el lararium de mi casa ya sea santo entre los Santos, por intuición).
Por eso escribo esto, como un sencillo Ex Voto al bendito Fray Leopoldo.
+T.