domingo, 4 de abril de 2010

Desiderium Vitae Domini




Recuerdo una madrugada ansiosa en Jerusalén, del Sábado al Domingo, con el sueño desvelado porque habíamos quedado a primera hora de la mañana para celebrar en el Santo Sepulcro.

Todavía de noche, con estrellas sobre nosotros, salimos del hotel andando con prisa por las calles. Entramos en la Ciudad por la Puerta Nueva, y recorrimos el laberinto de callejuelas, desiertas, sintiendo el golpeteo de nuestros propios pasos sobre las losas de piedra.

Cuando llegamos al Santo Sepulcro estaba recien abierto, entramos y olimos el sahumerio de la Basílica, ya iluminada con las llamas temblorosas de mil velillas encendidas alrededor de la edícula del Santo Sepulcro, que desprendía aroma y luz por su estrecha puerta, donde estuvo la losa que las Miróforas encontraron descorrida.


Por tus Cinco Llagas de Pasión, cóncedenos, Cristo, gozar de tu Resurrección

+T.