jueves, 25 de marzo de 2010

Ave ~ Ecce ~ Et Incarnatus est (con temor de Dios)


El Evangelio cuenta la escena con la sencillez inocente del Misterio, simple en la forma, como el Misterio mismo que se estaba manifestando y realizando: Lo eterno en un momento, lo infinito en un espacio, lo divino en lo humano. Y así quedó después en el Credo, simple formulación de lo inabarcable en la limitación de unas palabras continentes de lo inefable.

El diálogo del Arcángel con la Virgen es sucinto, pero suficiente, como manifestando una regla, una clave al comienzo de una partitura deliberadamente contenida, con notas suavemente acordadas, mínimas, delicadamente pulsadas, entonadas suavemente, quedas.

La iconografía del Evangelio de la Anunciación es básica: Dos figuras, el Arcángel salutante que anuncia y la Virgen oyente que acepta. La sensación que se intenta es la del recogimiento sagrado, como una concentración de la gloria que llega en el seno que acoge. Lo demás es accesorio, aunque valga para darle un fondo al centro iconográfico. Por ejemplo, la Anunciación "simple" de Fra Angélico en San Marco de Firenze se "complica" en la tabla insuperable del Prado con la adición en paralelo antitético de la caida de los Padres en el Edén, el Misterio de la Gracia sobre el del pecado, la Redención final sobre la pena original.

En la Liturgia, Lc 1,26-38 quizá sea el Evangelio que más se reza durante el año. La Teología antigua apreció este fragmento muy particularmente por ser el comienzo del propio Evangelio, su médula, la incoación última y definitiva del Misterio de la Salvación. En este sentido es un texto que sirve para contrastar la ortodoxia de cualquier discurso cristológico, dependiendo de cómo se comente, de la exégesis que se le haga.

Y pesar de la amabilidad, es tremendo, la otra cara del fascinans que caracteriza al Misterio. En el verso de Rilke se afirma que "...todo ángel es terrible", y este de la Anuciación también; y la Virgen nazarena es la que hará estremecer al Infierno y sus potestades apenas pronuncie su "Ecce", la misma mujer de la visión apocalíptica, vestida de sol, coronada de estrellas, la luna a sus pies, amenazada por el Dragón, madre del destinado a gobernar con cetro inflexible a los pueblos, la que volará con alas de águila remontándose al Santuario. Ella, la Virgen del Ave, es también terrible.

Pero a nosotros, ese Misterio que hace temblar los cimientos del universo, no se nos revela con figura estremecedora, con terribles formas: "....No os habéis acercado a una realidad sensible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán, sonido de trompeta y a un ruido de palabras tal, que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más..." Hb 12, 18ss. A nosotros se nos predica como un beso dicho con el rezo del Avemaría, con la luz del mediodia pletórico de campanas que repican el Ángelus, con el Incarnatus de un Credo recitado de rodillas.

Nos estamos acercando a adorar al Omnipotente que crece en el seno de una mujer Virgen, que es Madre por obra del Espíritu, Esclava del Señor que en Ella es Padre, Hijo y Esposo. Es el Moria con el Sacrificio, el Horeb con la Zarza, el Sinaí con la Ley, y el Calvario con el Cordero inmolado: Todo está en su seno virgen, el antes y el después y lo eterno.



Por eso me da miedo la Virgen de la Anunciación, que me sume en temor de Dios, de su Misterio.

Hace años que aprendí (todo es gracia) a rezar con coplas, con canciones profanas, que no son religiosas. No es un invento mio, se ha hecho en todo tiempo, desde que los cristianos empezaron a orar. Esta mañana, como cuando los polifonistas componían Misas con las notas de L'homme armé, yo he hecho mi oración con esto:




Es una de las aria más bellas de la ópera francesa, el "Je pense a vous", del Maître Pathelin de François Bazin. La letra (De Leuven y T. Langlé) dice:


Pienso en vos cuando me despierto
os llevo en los ojos, desde lejos,
y os recuerdo cuando duermo
en un sueño misterioso;
la única felicidad que mi corazón anhela
es haceros una confesión de dulce amor
eso, eso es lo que os quiero decir
pero, ¡ay!, siento tanto miedo de vos.

Cuando rondo tus pasos
y espero al fin verte pasar
me digo con voz serena
¡Hoy lo lograré!
Yo lo deseo, quiero en mi loco ardor
decir te amo cayendo de rodillas ...
eso es lo que quiero decir
Pero, ¡ay! tengo tanto miedo de ti


He rezado esa aria fascinado, enamorado del Misterio, expresando temor enamorado con debilidad fascinada. Y entonces admiro más a la Virgen valiente del Ecce, tan poderosa que no necesita ni a los ángeles: "...et discessit ab illa angelus" para hacerse cargo del Misterio y hacerlo Carne en su carne.


N.B. Advertencia para los poco-católicos, sean por exceso o defecto: Las preces y la oración se hacen según lo canónicamente dispuesto, en el templo, y en latín, preferentemente; esta otra "modalidad" es personal y, digamos, "de oficina", o, también, doméstica. Aclaración que hago para no propiciar malentendidos de estilo o forma. Soy muy puntilloso con las cosas importantes de verdad, Uds. me entienden.


+T.

p.s. Buscando el youtube con la deliciosa versión del brillante Roberto Alagna, que es la que tenía en mente, he encontrado esta otra, preciosa también, una grabación del 1936 (¡glorioso año!) con la voz de Tino Rossi, que no puedo dejar de poner porque me ha gustado tanto (más?) como la de Alagna. Ecco:



Je pense à vous
Cargado por MONPON. - Ver los videos de música recién destacados.


Otra N.B. Mi amigo Tente, impío y pagano, me dice que si no he visto las imágenes del youtube 2º, tan románticamente voluptuosas; yo le he dicho a mi amigo Tente, pagano e impío, que fijarse en eso es como si un cardenal en la Sixtina, en vez de rezar al Cristo Juez del Juicio Final se emboba mirando los culos de los belli ragazzi de la bóveda. Quiero decir que tocante al arte cada cual es muy libre (o muy esclavo) de escoger para mirar al Michelángelo que pinta gnudi o al que pinta al Giúdice. De todas formas, la música se escucha/se oye, no se mira (aunque los youtubes incluyan estampas de discutible gusto).

-