Me permito una re-versión del tema, como en Julio del 2009, dadas las circunstancias termométrico-estivales, como desahogo redaccional, que dicen que calma; y repito con variaciones lo del verano pasado sobre lo mismo, en casi las mismas incordiantes circunstancias de calor, sudor y pudor.
Esta tarde, a la hora de Misa, el sol que quemaba la esquina de la botica era quasi argelino. El reloj del letrero de la farmacia marcaba un poco menos de las 8 pm, que son en horario solar real casi las 6 pm. La temperatura, que también la marca, no la miré; sostengo que el conocerla hace que se sufra más: No es lo mismo 40 grados inconscientes que 40º vistos en un termómetro, circunstancia esta que hace que sean más insoportables, como si la medición científica añadiera un grado de fatalidad material ineludible. Conque prefiero no mirar.
La hora en verano es un crímen que la canalla sociata mantiene sádicamente no sé por qué. Porque la hora cambiada es algo franquista, tan franquista como que se cambió dos veces con Franco: Una hora que se agregó cuando la Guerra, allá por el 36 ó 37, y otra más que se le sumó en el 72 ó el 73. A estas alturas de la reacción de los rojos traumatizados, no me explico por qué estas dos horas franquistas no se quitan y se dejan los relojes al compás de la hora natural. Reconozco que es de las pocas (poquitas) cosas que no me gustan del tiempo de Franco, precisamente.
Por cierto que hoy es es día franquista, gloriosa efemérides nacional in saecula saeculorum.; el 18 de Julio es el Dieciocho de Julio, lo pongan en colorado los almanaques o no. En mi casa se celebraba una especie de feria familiar que empezaba el 15, el Santo de mi abuela y mis tíos, seguía el 16 con el Santo de mi madre, y se cerraba el 18 de Julio, por todo lo alto, con fiesta mayor.
Así y todo, con Franco hacía el mismo calor y se sudaba lo mismo. Pero no se vestía igual. Yo recuerdo a mi padre, a mi abuelo y a mis tíos siempre con sus chaquetas puestas. A lo sumo se permitían desabrocharse el botón del cuello de la camisa, solamente. Dentro de casa, mi abuelo iba en mangas de camisa, con el chaleco del traje desabrochado hasta el talle, un chaleco gris de esas telas frescas con que se hacían los trajes de verano. Y los viejos del pueblo llevaban todavía la faja, por encima del pantalón, con su sombrero, de paja o cordobés.
Eran los cabales, los que no se rendían, marcando estilo con todo su siglo detrás. Del estilo de mi abuelo era Pepe Chacón (Don José para todo el mundo menos para los de casa), el veterinario del pueblo, un solterón con mucha historia y leyenda. Pasaba todas las mañanas para echar un ratito con mi abuela y mis tías, que eran de su quinta.
- Señorita, que ha llegado Don José.
- Niña, Rosario, que ya está aquí Pepe.
- Hijo, Pepe, qué calor, que semanita llevamos. Anda siéntate, que nos va a venir muy bien el refresquito. ¡Rosario! Aligera, que Pepe viene deseando refrescarse, mujer.
-¡Veremos a ver si se va a cocer sentado! Qué espere, que la paciencia es virtud, ¿verdad Pepito?.
-Tú tranquila, Rosario. Con la calor que hace si te apuras es peor. Venga, que ya tengo la mañana hecha y estaba deseando sentarme un ratito, que venía azufrao.
Se servía una bandeja con agua de cebada y azucarillos; mi abuela tomaba el azucarillo, con un poquito de anís en el agua, y tía Rosario y Don José el agua de cebada fresquita, con un terroncito de nieve.
Cuando daban las doce, se echaban los esterones y las persianas, se corría la vela del patio y la casa se quedaba con luz de siesta, hasta que volvían a descorrerse por la tarde, a eso de las seis o las siete, según. Se regaban las macetas y se abría la puerta de la calle. Eran las escenas de las mañanas y las tardes de verano, con su color y su olor. Y la gente vestía correctamente todo el tiempo, con la ropa más ligera propia del verano, pero con buen gusto y respeto.
Algunos detalles eran constantes, como los manguitos que se ponían las mujeres para entrar en la Iglesia, para cubrirse del puño al codo si el vestido no llevaba mangas suficientemente largas. O las bandas negras que se ponían los hombres en el brazo de la chaqueta para señalar que estaban de luto. Las mujeres guardaban el luto de negro riguroso, vestido, velo y medias, que en verano - la pena aparte - era doble mortificación.
No sé si con la edad se siente menos el calor, o si será que los viejos son más sufridos y lo soportan con más paciencia. Por lo menos antes daban esa sensación. Ahora da vergüenza cruzarse por la calle o ver en el autobús a gente vieja y pelleja medio vestida. No diré nada de la playa, que en esos sitios el concepto de respeto y pudor ha desaparecido en todas y para todas las edades y clases, con muestrario aberrante que incluye a la vieja de suburbio y a la Duquesa de Alba, desvestidas ambas con la misma procacidad y mal gusto. La playa es uno de los ambientes más vulgarizadores y desclasistizantes, con una capacidad absoluta a la hora de igualar y medir con el mismo rasero a todo quisque, sea jet, sea vip, sea funcionario, sindicalista, mileurista o parado profesional.
La playa en verano, con sus desvestidos y desnudeces, viene a ser como una post-moderna versión de la medieval Danza de la Muerte: A todos arrastra a bailar una conga en taparrabos, paños menores, chanclas y pareos, sobre la arena molesta y bajo el sol inclemente. Un horror, con horrendas gradaciones de mal gusto y degeneración.
¿Han visto, recuerdan Uds. las escenas de playa de Morte a Venezia, del Visconti, con la Silvana Mangano con sombreros, velos, miriñaques y sombrillas por la playa? Pues ahí, desde esa época, comenzó a degenerar el vestido y el buen gusto costero-playero. O tempora, o mores!
En plan más burgués, popular y costumbrista, recuerdo también la divertida Novio a la Vista, de la primera época de García Berlanga, que saca unas escenas de playa de principios de siglo (de siglo XX) la mar de divertidas, con los señores y los chicos embutidos en sus trajes de baño rayados, y las señoras, madres y novias, bien vestidas y sujetas con refajos, sentadas debajo de unas hermosas sombrillas haciendo vida social en la playa.
Se comparan aquellas estampas con las que se ven ahora y la conclusión horripila y estremece. Aunque, como digo, ya por entonces degeneraban las buenas costumbres y la playa se iba convirtiendo en escenario de impudicias sobre la arena con olas al fondo.
Y es que hay una distancia entre el caballero cristiano matamoros, con almófar de cuero sudado y camisa de lienzo resudada bajo la cota y la armadura, y el lechuguino de playa con piercing en la oreja, tatuaje en el hombro y pulserita en el tobillo. Y no digo nada de las ninfas impúdicas; y tampoco volveré a citar las dantescas viejas obscenas de pareo y pellejo enjuto.
Resumiendo y concluyendo, insisto en mi tesis: En verano vestirse es distinguirse (y desnudarse, desclasarse).
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Muy estimado Dómine: Lo cierto es que con este calor, una entrada como la suya de hoy en el blog, nos hace sonreír y ayuda a sobrellevar la tristeza de las noticias de prensa. Muchas gracias.
ResponderEliminarAndré Malraux decía que el hombre es lo que hace, y estos tíos están dispuestos a que los españoles hagamos el canelo. La cultura, sociológicamente entendida, es el legado que cada individuo recibe del grupo, referido no sólo a su aspecto intelectual sino que incluye sus referencias estéticas y materiales. Para el poder de hoy en España, el papel del vestido como diferenciador social debe ser abolido. (Ya sabe, igualdad ante todo, indiferenciación). Usted habla de la Morte a Venezia y de la Mangano; claro, la Mangano no podía pasar por ser una mujer soez y barriobajera. Hoy la diferencia entre una señora del Gotha y una pelandusca resulta imposible de apreciar para la mayoría (en la playa, se entiende). Ya semos tós iguales. ¡Pobres tontos! Nunca aprenderán que los poderosos los desprecian y solo se acercan a ellos en tiempos electorales y, desde luego y si es posible, de lejos. El sudor será democrático, pero es muy molesto para sus sensibles narices. Ellos siempre preferirán Lancôme o Dior.
Extraordinariamente sugestivo su recuerdo de la niñez y de la casa familiar. De nuevo, gracias
Hay que convencerse de que el verano no existe. Existe el calor, sí, y está bien hacer algunas cosas para combatirlo, sin obsesionarse... Pero todo eso del desestero, la desvestimenta, la rotación de armarios, el furor bañista y viajero, abandonar toda rutina y toda buena costumbre, la provisionalidad de todo hasta septiembre... Eso son vitandas convenciones sociales.
ResponderEliminarEn cuanto a la exhibición de carne, no tiene nada que ver con el calor. Igual calor se pasa con pantalón largo y las mangas por el codo que con bermudas y camiseta de tirantes. La prueba de que a los adanistas no les preocupa el calor es esa locura suya de tomar el sol.
Y le doy la razón en que el despiporre empezó con las modas playeras de principios del XX que ahora nos parecen casi ñoñas. De hecho, la estampa esa de la señorita haciendo cosquillas al señor del canotier es, pero de libro, de género sicalíptico.
Pues en su próximo post sobre calores, ponga la temperatura. Así, si nos confirma que están a 40grados, me sentiré refrescada y conforme con los 34 que vi en el termómetro de enfrente a las 15,00.
ResponderEliminarOtra razón adicional por la que la gente mayor de antes vestía en verano con chaquetas, mangas etc: había menos ropa. Un señor de mi pueblo decía:"si quieres vivir fuerte y sano, la ropa del invierno, póntela en verano".
Y sobre la playa: caminaba con mi abuela por un paseo marítimo, ella con sus medias y su vestido con manga(allá por los 80) y pasan unos abueletes en bañador. Se volvió y me dijo "mira hija, ahí van a revolcarse los cerdos y las cerdas". Qué drástica era, mi abuela :)
Hace tiempo que le vengo dando vueltas a una idea que quizá parezca un poco descabellada. ¿Podría ser que el nudismo fuese, en el fondo, una forma de puritanismo? Los teóricos nudistas sostienen que lo natural es que ambos sexos vayan completamente desnudos todo el tiempo, y que eso no debe producir ninguna excitación sexual. Es más, consideran que el que se sienta turbado por la visión de una señorita desnuda en la playa es un pervertido.
ResponderEliminarY, en efecto, si todo el mundo fuera desnudo todo el rato -como quieren estos nudistas- llegaría un momento en que la visión de la desnudez no produciría ninguna tensión.
Tengo entendido que en la antigüedad había una secta, la de los "adamitas", que sostenía algo parecido.
Brigante estás preocupante.
ResponderEliminarRelee Gen 2 y advierte que la conciencia del desnudo ocurre en estado de pecado, no antes. Ergo la desnudez es, en ese sentido, "pecaminosa", y puede excitar inconvenientemente nuestra desequilibrada concupiscencia, con efectos los que ya se saben.
¡Rechaza la tentación impúdica! Y vístete como un caballero, mientras más caballero, más vestido: ¡Recuerda al Capitán Trueno!
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Sí, la verdad que estará preocupante, Brigante, pero creo que, en parte, tiene razón. Porque a mí también me parece que las playas son una ocasión próxima de pecado (bueno, las playas, no, los playeros en verano). Digo, con todas las mujeres cuasi desnudas, ¡que no me vengan con que a los hombres les resulta indiferente!
ResponderEliminarAhora, Don Terzio, ¿lo que escribe usted, no entra un poquito en contradicción con algunas de las imágenes con que ilustra a veces los artículos? Digo, porque no hay tanta diferencia entre una mujer desnuda que se publica en una revista en un reportaje sobre el verano, pongamos, y otra pintada, aunque pertenezca a un pintor célebre ¿no? ¿O soy muy puritana?
Puritana porteña empedernida
Claro, estoy de acuerdo con todo lo que dice. El pudor es de los sentimientos más sanos en el hombre. Con el mensaje anterior pretendía hacer una crítica de la tendencia nudista en la sociedad actual, pero creo que al final me salió un churro.
ResponderEliminarSentir concupiscencia lasciva ante la Venus de Milo o la Afrodita Capitolina, la Venus de Urbino del Tiziano, Las Tres Gracias de Rubens, o La Maja desnuda de Goya...es una posibilidad, ciertamente; como el riesgo de ser tentado contra la templanza contemplando un bodegón pintado.
ResponderEliminarPero el desnudo fgurado del arte es una cosa y el desnudo real, en carne mortal, viva y sensitiva, otra. La misma distancia que la que existe entre una naturaleza muerta (y figurada) y otra viva (y activa).
Nada más y nada menos.
Claro que puritanismos radicales siempre los ha habido...y son muy poco católicos: Medítese que los rigorismos extremos han sido y son herejía y cosas de herejes.
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N.B. El último comentario - que he borrado, of course - lo hacía un mariconcete rojo-marxista anti-católico de Triana. Lo único bueno que ponía era "Triana", lo demás era digno (indigno, es decir) de los "vagos y maleantes" de aquella célebre, efectiva y muy higiénica ley de los tiempos de Franco (¡viva!).
ResponderEliminarPues eso.
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No habiendo perdido la costumbre de leer Assumptus, atentamente solicito el plácet para ello.
ResponderEliminarSobre el resumen y conclusión de esta entrada, es para patentarlo.
Mil gracias,
Oh! El blog Assumptus - el primero que empecé - quedóseme quasi inactivo por macro-cefalia hiper-activa de Ex Orbe. Por eso lo cerré, simplemente, y ya no hay nada que leer. Si pide licencia, o permiso etc. es porque lo dejé en una especie de dilata sine die, ya que al ser el blog primero temí que si lo borraba del todo pudiera complicarme el Ex Orbe. Y por eso.
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