Me es fácil imaginar la escena de las tentaciones del Señor en el desierto: El yermo y rocoso desierto de Judea, las soledades abruptas cercanas a Jericó, donde se enriscan algunos monasterios ortodoxos en quasi imposibles equlibrios, sobre precipicios de vértigo. Ese tuvo que ser el paisaje.
Después puedo seguir la escena, tal y como la narran los Santos Evangelios, con los tres momentos/tres asaltos diabólicos que detallan San Mateo y San Lucas (Mt 4, 1-11; Lc 4, 1-13); incluso puedo representarme el enigmático sumario, más reservado, de San Marcos (Mc 1, 12-13).
Sin embargo toda esta facilidad de composición de lugar se me descompone en cuanto intento profundizar en la escena, una de las más impenetrables de los Misteria Vitae Christi. Suelo recordar, cuando predico el Evangelio de las Tentaciones en el Desierto, que es uno de los pocos (único?) momentos de la Vida del Señor que no cuenta con testigos humanos: Sólo están Él, Satanás, y esos Ángeles ministrantes que refieren San Mateo y San Marcos. El valor de este Evangelio aumenta cuando advertimos que la narración recogida por los Evangelistas sólo pudo hacerla el mismísimo Jesucristo, probablemente en uno de esos momentos en que instruía privadamente a sus Apóstoles.
También puedo imaginar el impacto (caras de galileos asombrados, perplejos y atemorizados) de la narración del Señor en sus discípulos. Incluso la facilidad con que pudieron retener lo sustancial de las tres tentaciones (Mt y Lc) o el respeto religioso y temeroso que trasluce el breve sumario de San Marcos; o el silencio de San Juan. Un momento de verdadera impresión, inolvidable para los que lo oyeron por vez primera, cuyas almas y mentes quedarían fascinadas y sobrecogidas con el Señor, protagonista vencedor de aquel combate.
Era la primera vez, desde el Edén, que Satanás era vencido en el mundo por un hombre. Desde la caída de los padres primigenios, Adán y Eva, el Demonio había sido el vencedor y los hombres los vencidos. Una humanidad derrotada, humillada, envilecida, corrompida, esclavizada y víctima del dolor, la frustración y la muerte. Y con el hombre vencido, la imagen de Dios profanada en el hombre, hecho a semejanza del Creador.
En aquel desierto de la tentación, el Hijo del Hombre está expuesto absolutamente, indefenso e inerme en su humanidad real. Pero es Dios. Algo que intuye Satanás, con perspicacia y sabiduría diábolica, sapiente pero atormentadamente inquieto. El demonio está profundamente turbado, más allá de la perpetua turbación que es su estado habitual de condenado. Barrunta como una fiera la Divinidad presente, pero no está cierto, no alcanza a vislumbrar nítidamente la Luz de Luz que se vela tras la carne humilde del Nazareno, el Redentor, Dios y Hombre. Por eso sus insidiosas preguntas, que quieren adivinar: - "Si eres Hijo de Dios..."
No puedo (no quiero) imaginar la voz del Satán. En la iconografía unas veces aparece como un diablo figurado con las horrendas formas demoníacas, medio humano medio animal monstruoso; otras veces lo representan como un personaje opaco, taimado, con vestido pardo y capuchón que le tapa el rostro, o embozado en ropas sombrías, o como una sombra turbia, feroz como una alimaña al acecho. Así lo pintamos, pero la realidad tuvo que ser tan maligna como su autor, la maldad mayor del universo de las criaturas, el ser más pervertido del mundo existente. Ese fue el que tentó a Jesús, el Nazareno.
No recuerdo bien, pero me parece que es en los Misteria Vitae Christi de Francisco Suárez donde se explica que el Diablo sabia cosas del Redentor, de su tiempo que se aproximaba, de su presencia inminente y profetizada. Y, de forma más inmediata, nuestros teólogos enseñan que Satanás escuchó conturbado hasta el fondo de su maligna esencia las palabras del Padre en el momento del Bautismo de Cristo en el Jordán: - "Este es mi Hijo amado, en Quien me complazco". Después de esta proclamación celestial, Satán, envuelto en un torbellino de zozobras, necesitaba saber, saber más de aquel "Hijo Amado". El Misterio de la Salvación oculto en el seno sacrosanto de la Trinidad desde toda la eternidad comienza a desvelarse, a revelarse, para salvación del mundo y conmoción del demonio, que quiere saber sobre lo que será el comienzo de su final.
La derrota del diablo sucede en esos tres asaltos, resistidos, rechazados, vencidos absolutamente y con toda resolución eficaz por Cristo, tan humilde y potente a la vez: Siervo de Dios y Señor.
Acabando la meditación, con esos flashes de alma en los que uno parece como si viera la escena y la entendiera, un poco, en su tremenda realidad, comprendiendo la magnitud de la lucha entre el Salvador de los hombres y el enemigo maligno y ancestral; sobrecogido también, me refugio y descanso en la imagen reconfortante de los Ángeles que parecen finalmente sirviendo a Cristo, los Ángeles ministros de su gloria que se acercarían reverentes y adorantes al Hijo, al Cordero Divino que acaba de vencer - Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal - al infame tentador de los hombres, su perdedor.
Todo esto, en menos y más sabias palabras, lo dice mejor San Agustín, con ricas y más fructíferas reflexiones:
Acabamos de escuchar en el Evangelio cómo el Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. El Cristo total era tentado por el diablo, ya que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo honores para ti; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí mismo la victoria para ti.
Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo;
pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de él a vencerla. De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 60, 2-3: CCL 39, 766)
Que les aproveche a ustedes, como reconfortante lectura cuaresmal.
+T.
No caben más palabras que las suyas y pedirle al Ángel y a la Stma. Virgen que nos proteja del enemigo, que siempre está al acecho.
ResponderEliminarMuchas gracias.
¡No deje de escribir en este blog magistral! ¡Cuánto bien nos hace a tantos, pater!
ResponderEliminarSí, es muy sabia nuestra Madre la Iglesia al haber instituido la Cuaresma porque nos ayuda a estar vigilantes e dirigirnos al “desierto interior”.
ResponderEliminarPero a mi el desierto me impone un poco, por eso estos post y palabras como “...Si en El fuimos tentados, en El venceremos al diablo” se gradecen, la verdad. También me gusta pensar habitualmente en lo que dice el Salmo: “ Refugio mío, Alcázar mío, Dios mío, confío en Ti”
Ps. he visto que tiene otro blog en ReL, pero seguiré pasando por éste. Me gusta más la decoración. O por decirlo en palabras de Capuchino, donde esté ese reloj que marca las horas… :)
Sus palabras siempre aprovechan, don Terzio, y también reconfortan.
ResponderEliminarEstimado don Terzio:
ResponderEliminar¿Es usted sacerdote?
Es duda que me corroe, al leerle que predica este evangelio...
Affmo.
Muy buena meditación. Me impresiona Dios hecho hombre hasta el punto de ser tentado!
ResponderEliminarPor la gracia de Dios y sin mérito alguno, Laus Deo!
ResponderEliminar'
Como siempre nos lleva a las reflexiones necesarias.
ResponderEliminarAyer hablaba sobre el mal con un amigo, y le hablaba del mal que se aposenta en mi cada vez que veo, escucho a ese gran mal que nos acecha en forma de presidente del gobierno.
Me preocupa francamente los malos sentimientos que destilo cada vez que se asoma este personaje por mi mente. Este gran amigo me recomendó que aunque es difícil porque incluso él al que considero en el camino de la virtud, digo, incluso él tiene que especificamente acordarse de rezar por este pobre hombre. Como dije arriba a mi me produce tales sentimientos de odio que no se pasaba por la cabeza poder combatir así el mal que lo acecha, afortunadamente está bien orientarse en nuestros mayores sabios y, reconfortarse en la oración de la salvación de nuestros oscuros odios.
Rezen mucho que falta hace por el presidente del gobierno.
Estoy completamente enamorada del Señor y de todo aquel que me lo de a conocer lo sigo desde hace mucho, me encanta, me fascina me he pasado las madrugadas leyendo todos sus archivos no los he terminado los estoy difrutando despacio me llego profundo cuando habla de su abuela tambien cuando cuenta de su niñez, de su pueblo y sobre todo cuando habla de la
ResponderEliminarDoctrina Catolica con autoridad como el que sabe lo que esta diciendo quiero regresar a España solo para conocerlo personalmente.Que reflexion tan preciosa esta de las Tentaciones y que alegria para el corazon saber que el Señor es el unico fiel deseo me conteste este Email completamente identificada Betha de Mexico veraberta@hotmail.com
Lo amo en el Señor, BERTHA
Oh amable Berta! Cuidado no te atraques de blog: "Omnia saturatio, mala..." etc. (que decían los doctores a Sancho).
ResponderEliminarPor lo demás no suelo mantener correspondencia con las visitantes del blog, sorry. Mi estado me limita y no lo veo aconsejable, la verdad.
De todas maneras, suyo affmº y s.s.s. in quantum possum et tu indiges.
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¿Qué opinión le merece Cisneros, Terzio? ¿Podría deleitarnos con un perfil biográfico del Cardenal?
ResponderEliminar"(único?)"
ResponderEliminarHay otro, Don Terzio, tremendo: se alejó de ellos como un tiro de piedra, preso de la angustia...Los encontró dormidos.
Sólo están Él, seguramente también Satanás, y ese ángel que le conforta y que refiere San Lucas. Se lo planteé hace tiempo a otro sacerdote y le pareció que buscaba cinco pies al gato. Sólo porque me ha parecido que se refiere a ese momento se lo pregunto, con toda humildad. ¿Qué piensa usted? ¿Cree que volverían a hablar con Jesús de lo que ocurrió en el huerto cuando se les apareció resucitado? ¿Quizá no se perdonaban haberse dormido en los últimos momentos juntos y le preguntaron?
Por favor, en cuanto usted puede y yo carezco (aunque si la cuestión le parece impertinente o inoportuna, le ruego que me perdone y tire el comentario a la papelera).
El paralelo - con profundas concomitancias - de Getsemaní es el Tabor. A ver si el Domingo, D.m. , escribo algo.
ResponderEliminarp.s. De cisneros, muy señor mío, a ver si también.
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¡Oh grata sorpresa, hermano!
ResponderEliminarHola Terzio,
ResponderEliminarLo que cuentas tiene sentido, porque creo que la rebelión de Satanás se debe a la envidia que le dio saber que Dios se haría hombre. Por eso se tenía que sentir muy mal ante Jesús.
Te diré otra cosa. Lo que mas me impresiona del relato. Ante la última tentación, el Cristo no desmiente a Satanás llamándole embustero, le recuerda solo la obligación de adorar a Dios ante todo. Es quiere decir que Satanás tiene poder para conceder reinos a quien le sirve. Me pone los pelos de punta.
¿Podrías desarrollar ese tema?
Un abrazo