miércoles, 23 de diciembre de 2009
El persistente complejo judio
Sé que lo que escribo no sintoniza con la corrección política corriente, la de moda y la vulgarizada y ordinariamente asumida. Lo que digo es que Europa debería haber superado el complejo judío; quiero decir que una cosa es reconcer los crímenes de los regímenes pasados y otra tener que cargar con el sambenito y soportar que el pesado recuerdo judío sea la mano de mortero que no cesa de machacar la conciencia a cada momento.
Ni me siento antisemita ni me culpabilizo por lo que hicieron los nazis. Por otra parte, tengo muy claro que los judíos en la España de los siglos XIV y XV fueron un grave problema. Considero justa y al uso de su tiempo la expulsión de los judios en 1492; pero esto, ni me quita el sueño ni me traumatiza.
Sí me traumatiza, sin embargo, la injustísima ocupación de Palestina, el invento contra todo derecho del Estado de Israel, y los crímenes actuales de ese estado contra los palestinos. Todas las fechorías consentidas y disimuladas de Israel me afectan. El pasado no. El presente sí. Y en el presente, los que quedan en evidencia y tienen que explicarse y justificarse son ellos.
Algún día alguien estudiará en una tesis documentada hasta donde se pueda (o se quiera) la influencia del “tráuma-complejo” judío en los Papas del siglo XX y el XXI. Para mí, a mi entender, es notorio que el Papa Wojtyla, polaco, y el Papa Ratzinger, alemán, ambos contemporáneos no-culpables pero testigos de la terrible persecución y masacre de los judíos europeos por los nazis de Hitler, han manifestado una especial atención que se traduce en una actitud acusadamente sensible.
No sabría decir si esta cercanía y comprensión suponen para la Iglesia una especie de “hipoteca” parecida a la que todavía embarga la memoria de una parte de Europa; hasta concedo que pueda ser una impresión particular mía, más intuitiva que documentada. Pero a veces tengo esa impresión. Y no soy el único.
Cuando los rabinos se manifiestan violentamente agresivos contra el gran Pio XII y se movilizan escandalizados cada vez que sale el tema de la beatificación del Papa Pacelli, me parece una gran farsa, más o menos orquestada. Un farsa contra la historia y sus protagonistas que a la vez que ladran contra el Papa Pio esconden debajo de la tarima la memoria del Gran Rabino de Roma, Eugenio Zolli, convertido al catolicismo al poco de terminar la 2ª Guerra Mundial, que se libró de la deportación y la muerte gracias a la cobertura recibida merced a la diligencias del Papa, y que quedó tan convencido que terminó convertido, abandonando la fe del Viejo Tetamento y profesando la definitiva fe en Cristo.
El caso Zolli es uno de esos monumentos clamorosos a favor de Pio XII y en contra de sus detractores judíos, que tan mala memoria tienen, que no perdonarán nunca al Papa Pacelli que arrancara de la Torá y condujera la Evangelio al Gran Rabino de Roma. Una historia incontestable, deliberadamente ocultada por la publicidad judía. Probablemente muchos ni lo sepan, porque no son de las historias que se cuentan.
A mí me impresionan los documentos de la shoá. Me impresiona también la cantidad de medios y recursos con que se ha asegurado la memoria de esa tragedia. Pero igualmente me impresionan cuántos crímenes están en la nebulosa del olvido, o en un segundo, tercer, cuarto, quinto o remoto plano. Y me refiero a todos esos crímenes sabidos y no contados, desde los asesinados por el Partido Comunista en el Este de Europa durante cincuenta ominosos años, hasta los crímenes actuales de los regímenes comunistas de China y Asia. Tantos muertos sin memoriales, sin museos, sin prensa, sin Wiesenthal que busque a los asesinos, sin rabinos hiper-motivados husmeando enemigos (o inventándolos). Parece como si Occidente hubiera focalizado el reflector de la memoria de la historia en un sólo punto del escenario y se empeñara en dejar sin luz el resto de la escena.
La Iglesia Católica no puede seguir el juego que pautan otros, ajenos a nosotros. No podemos llevar el lastre encadenado de esa historia. Una tragedia en la que la Iglesia no estuvo implicada y en la que la misma Iglesia contó también con sus víctimas. Por muy victimas que se sientan todavía de aquello que pasó, aquello pasó, y lo que pasa hoy son otras cosas que reclaman atención y justicia actual.
Confieso que me da pena que por cada rabino que rabia no salgan diez obispos que les manden callar.
Sin complejos.
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