Griegos y latinos se unieron en Agia Sophía para la última Misa, el último Sacrificio, la última Anámnesis, la Synaxis última en el Altar de los Patriarcas de Oriente, de la Segunda Roma. Los cánticos profundos se doblaban con los ecos de los cañones, cada Kyrie, un temblor, cada eleyson, un tremor llenando Santa Sofía con una turbación horrísona, que apenas templaba el canto monocorde de las voces santas: ¡¡¡ Agios, Agios, Agios...!!!
El dorado ocaso de mosáicos, de bóvedas, de columnas, todo se iba cayendo en sombras sobre el pavimento, en sombras de incienso amargo, volutas espesas que no ascendían, que quedaban sobre las cabezas, como una niebla de templo, de hoguera que se extingue, de luz que fenece: ¡¡¡ Ischirós, Ischirós, Ischirós...!!!
La cera de los candelabros altos, las mechas de las lámparas, las ascuas de los braseros, se extinguían, se apagaban; también los alabastros, opacos en los ventanales, velando los finos paños translúcidos, veteados, ahora oscuros, como con mechas de sangre, de humo, de incendio, de derrumbe: ¡¡¡ Athánatos, Athánatos, Athanátos...!!!
Por el portillo fatídico de Kerkaporta irrumpía la tropa de jenízaros, voraces de oro, victoria y sangre, contra la Cruz y el Basileus, contra todo, contra lo bello y lo santo, contra lo sabio y lo antiguo, contra la historia, contra los hombres, contra las almas. Eran tropa del infierno, del Hades más viejo y oscuro, espectros fatales de Troya y la Atlántida, como un tapiz de la Ciudad Santa arrasada, retejido con sangre y con carne y con hueso, con vida palpitante, todavía capaz de resistirse, de empuñar una espada o tremolar una bandera, o gritar, o rezar, o llorar gritando y rezando y luchando y alzando un último estandarte, con una Cruz sobre la muralla, desde la última torre de la altiva Bizancio.
Después vino la luna, la luna decreciente, punzante con dos cuernos tintos en sangre de valientes, de creyentes, de fuertes que cayeron y no se entregaron. Todo se oscureció y cerró en noche, noche áspera, de muerte como un pozo sin retorno, una tumba abierta en la sima negra de los mares del Ponto.
Si me olvido de tí, Ciudad de Emperadores, Cuerno Dorado de la Historia, Princesa madre de Reyes, Templo de la Sabiduría, Cátedra y Trono, si me olvido de tí que se me sequen los ojos, que se me nublen la voz y el canto para siempre.
In lacrimis DLVI Constantinopolitanae occasu.
+T.