jueves, 9 de abril de 2009

Entre el Monumento

El Jueves Santo que revivo cada año es el mismo que aprendí el primer Jueves Santo que recuerdo, siendo un chiquillo de siete u ocho años. Después se ha ido completando, se ha hecho más profundo, más sentido, pero los elementos son idénticos: Altar, Sacerdocio, Sacramento, Monumento.
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Debería decir también Caridad, pero eso, más que verse, está en todo lo demás: El Amor de Dios que pide nuestro amor.

El Evangelio "los amó hasta el extremo" es el summum charitatis, un cúlmen de amor de Dios por amor a los hombres, todo como gran preámbulo emocionado de lo que iba a acontecer: Su Sacrificio.

De todo esto, un niño entiende grosso modo, pero lo intuye también todo con esos golpes de consciencia infantil que sabe más que lo que parece comprender.

Y mi alma se fijó estática delante de aquel Monumento primero que aprendí, alhelíes blancos y flores de jarro, claveles y lirios. Cirios con llama olorosa y un incensario dejando un suave velo de aroma santo.

- "Ahí está el Señor!", me decían. Y yo entendía y sin ver creía y sentía una invencible atracción, ternura y poder a la vez del Dios que encubre su presencia en el Sacramento, reclamando fe y amor de los hombres a los que amó hasta el extremo.

Sin saberlo todavía yo sentía lo que reza la oración de Laudes de este Jueves sagrado: "Nuestra Salvación, Señor, es quererte y amarte..."

Para esto y por esto lo hizo todo: Sacerdocio, Rito, Sacrificio, Comunión, Altar, Sacramento.

Creerle, desearle y amarle es corresponderle en su Misterio, que es de amor y por amor.

Laus Tibi, Christe, Sacerdos noster et Amor!

+T.

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