miércoles, 28 de enero de 2009

A propósito de la elección del Patriarca de Moscú

Hace unas horas acaban de elegir al nuevo Patriarca de Moscú, Kiril, ex metropolita de Smolensko y Kaliningrado. Los jerarcas rusos se han reunido en la Catedral de Cristo Salvador, la misma que se recuperó tras la caída del ominoso régimen del comunismo ateo y el criminal partido comunista. Aunque pudiera parecer un sueño en los años rojos, es realidad cumplida, hoy mismo, gracias a Dios.

El Patriarca de Moscú es una jerarquía relativamente "nueva" en el mundo de la Ortodoxia, a la que precede por historia y privilegio la sede Constantinopolitana y su Patriarca Ecuménico. Fue desde el declive del Imperio de Bizancio y la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos que el Metropolita de Moscú pasó a titularse Patriarca de todas las Rusias, y Moscú fue aclamada como "tercera Roma".

Aunque Roma es Roma y nunca ha dejado de ser Roma, la "romanidad" es un tráuma/un complejo de identidad que afecta y provoca una inevitable ansiedad en los que se han separado de Roma, paradójica pero muy significativamente, como si el recurso a cierta identidad romana (aunque sea ficticia) fuese una necesidad para auto-garantizarse cualquier pretendida primacía.

En algún artículo de alguna página de periodismo - iba a decir "católico", dejémoslo en "religioso" - se pondera la asistencia y participación en el concilio electivo de mujeres y laicos. Efectivamente, hay monjas ortodoxas y representaciones de monjes y seglares, según cierta tradicional costumbre de la Iglesia Ortodoxa Rusa para estos importantes eventos. También heredó esta costumbre de la antigua Constaninopla, cuyos Patriarcas eran elegidos (cuando el Basileus lo permitía y no nombraba directa e inmediatamente a su candidato) con intervención de los monjes (una fuerza de primérisimo orden en la estructura jerárquico-espiritual de las Iglesias Orientales) y ciertos importantes prohombres socialmente relevantes y eclesialmente significados. Recuerdo esto porque lo que algunos entenderían como elogiosamente "participativo" es, de hecho, una lastre heredado que dificulta/complica la (libre) elección del Patriarca moscovita.

Podría decirse que desde sus orígenes, la jerarquía de los patriarcas rusos se conformó según el modelo cesaro-papista del viejo Bizancio. Bajo el reinado de Ivan IV el Terrible y los zares de todo el siglo siguiente, el Patriarca de Moscú llegaría a la cumbre de su poderío e influencia. Pero el siglo XVII termina con el severo control-dependencia que Pedro el Grande impone a la jerarquía con la institución del Santo Sínodo, que anulaba practicamente al Patriarca sometiéndolo a la estructura del estado de manera semejante a como lo estaban las jerarquias reformadas en los estados de Europa, modelo en que se inspiró Pedro I para su reforma eclesiástica (casi avanzando el programa reformista de José II en Austria, todo un capítiulo de la historia eclesiástica del XVIII, preludio de las crisis del XIX). Ese estado de cosas, con el Patriarca sujeto al Sínodo y el Sínodo en manos del Zar, perduró durante toda la época de los Romanov, hasta la revolución bolchevique.

Sin preveer los terribles tiempos que se preparaban, la caída del trono zarista supuso la "liberación" de la jerarquía rusa, que se reorganizó según su antigua estructura, en torno al Patriarca de Moscú. A pesar de algunas sombras, la supervivencia durante la cruenta y devastadora persecución comunista es prueba de la fortaleza de la Iglesia rusa, la única institución que al dia de hoy representa la continuidad con la Rusia histórica pre-bolchevique. Sin duda, una de las claves (yo pienso que la mayor y de más entidad) para la reconstitución de la conciencia nacional y su identidad cultural. Rusia se forjó como nación desde la fe y siempre con su Iglesia como protagonista primerísima. Perdido el trono de los zares, la sede de Moscú y su Patriarca representan mucho, tocante al pasado y también al presente y el futuro.

Que el nuevo Patriarca ruso sea proclive al diálogo con Roma, es una buena noticia...que habrá que esperar a ver cómo se explicita. Las relaciones de Moscú con Roma han heredado todos los malos atavismos y han tenido muy pocos vientos favorables. Sin embargo, la atracción existe; incluso la tensión o el agravio la traslucen.



Confieso que me fascinan las formas y las expresiones del culto y la piedad de la Rusia Ortodoxa, especialmente la liturgia y la iconografía. También su espiritualidad. Un librito que he recomendado leer muchas veces es "El peregrino ruso", la historia del staretz que busca la oración constante, una semblanza íntima de la fe sencilla y ferviente, ansiosa de la presencia y la inteligencia de Dios-Jesucristo.

Estos últimos dias he seguido las noticias que iban dando sobre la elección del nuevo Patriarca. Me he divertido viendo las fotografías del concilio de elección, con la Catedral del Salvador tal cual una improvisada sala de simposio al estilo de los conciliábulos del infame partido de los asesinos marxistas, una molesta supervivencia de la estética y las formas del comunismo. Pero las fotos enseñan también cuánta identidad perdura.
Miren las fotos, una galería que lo mismo te re-presenta un Rasputín que un Soloviev o una Romanov metida monja. Rostros, atuendos, perfiles netamente ruso-ortodoxos, aunque lleven una tarjeta de identificación de plástico colgando junto a las panagias o enredadas entre la barba hirsuta.

Sé que otros harán otras lecturas, pero yo entiendo que es una victoria de la fe sobre la ideología del ateismo materialista, en el mismo sitio donde negaron el Nombre de Dios y levantaron un museo contra la religion: Mysterium Fidei!...y Rusia eterna (o, por lo menos, que vuelve a querer ser eterna).

+T.

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