lunes, 29 de diciembre de 2008

Matar al Arzobispo

Alguna vez que alguien me ha preguntado cómo me gustan los obispos, sin dudar he respondido que me gustan los obispos mártires (y sobre todo los ya martirizados). Convencido.
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Por eso le tengo especial devoción y simpatía al Santo de hoy, 29 de Diciembre: S.Tomás Becket. Reconozco que la primera empatía me vino de chiquillo por la estupenda peli Becket de Peter Glenville, con guión tomado del drama Becket ou l´honneur de Dieu, de Jean Anouilh, con Richard Burton haciendo de Arzobispo Thomas y Peter O'Toole en el papel de Enrique II Plantagenet. Después me volví adicto al personaje y al tema: Conflicto Iglesia-Estado, tan rica y extensamente ilustrado con ejemplos de todos los siglos.

La tensión suele plantearse en drama, más o menos violento, muchas veces cruento. La víctima casi indefectible es la Iglesia, que también es la que suele poner a los muertos, que nosotros llamamos mártires. La causa, casi siempre, es la intromisión del poder secular en el eclesiástico, por mor del dominio imperante y omnímodo a que tiende todo poder.

Concedo que a veces la Iglesia confunde porque hay quienes la confunden (propios de dentro (también reconozco) y extraños de fuera) con un "poder" de este mundo. Y es gran pecado esta confusión (y mayor pecado tender a serlo o incluso parecerlo, que también pasa). Las palabras "...mi Reino no es de este mundo" deberían grabarse indeleblemente en la mente de los que ostentan por ministerio sagrado el munus regendi. Tocante a los que rigen el mundo, esas palabras son incomprensibles, pertenecen a un nivel de inteligencia que el mundo y sus poderosos nunca entenderán. Y esta es cierta clave del problema.

El tema parecería, a prima vista, un capítulo cerrado del pasado medieval. Pero la actualidad demuestra que está tan vivo y agudizado como en el siglo XII, bajo otras circunstancias, con otros protagonistas, pero con la misma "configuración" sustancial: Estado contra Iglesia, lo temporal contra lo espiritual.

En España, no matan a un Arzobispo porque no se atreven, y hasta ellos mismos (los matarifes) lo verían como cierta incorrección política. Pero aseguraría que el odio latente es el mismo que en la Edad Media ardía en el pecho de un rey violento contra un Arzobispo valiente. Salvando todas las distancias, claro. - Aunque en España las distancias que nos separan del martirio episcopal sean tan cortas que la sangre aun está, podría decirse, fresca debajo de la desmemoria histórica impuesta por los que mal-gobiernan y consentida por los que se lo permiten - .

En la crónica del asesinato-martirio de Thomas Becket, la última escena de la tragedia se desencadena cuando el rey Enrique clama en su feudo angevino: - "¿No habrá ninguno que me libre de este clérigo insolente?" Al punto, cuatro nobles normandos partieron a uña de caballo, cruzaron el canal, desembarcaron cerca de Caterbury, irrumpieron en la Catedral durante el canto de Vísperas, y asesinaron salvajemente al Arzobispo, al pié del altar. Los monjes y los clérigos de la catedral cantauriense fueron testigos horrorizados de aquella victimación mil veces temida y ante sus ojos cumplida. Era la tarde del martes de la Octava de la Navidad del año 1170.
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Yo no digo que igual que entonces, pero imagino con cierta probabilidad que más de uno esconde intenciones parecidas, fantasea con imágenes concordantes, aquí, en nuestra España, la que presume por boca de sus políticos de ser estado de derecho y democrático.

Cuando alguno (y han sido hasta comentadores y periodistas "eclesiásticos" destacados en medios y webs de noticias religiosas) se ha referido a lo de ayer en Madrid llamando a la Iglesia que convoca a las familias "iglesia chulesca y prepotente", ese está alentando violencia y azuzando al perro para que muerda. Me temo también que sean azuzadores pagados por los dueños de la piara, que es incansable y ensañada perseguidora.

Por lo demás, me parece perversamente absurdo y repugnantemente contradictorio que haya quienes se entusiasmen con las politiquerías de los obispos talanteros del tiempo de Tarancón porque favorecieron a la piara socialista y demás turbas políticas, y ahora se encabriten y arremetan porque un Arzobispo con las ideas claras le planta cara a los que legitiman matanzas de inocentes y minan desde el poder las instituciones familiares y cristianas.

Volviendo a lo que comentaba al principio, diría que en nuestra Iglesia Católica (en España y allende ultramar, per orbem) existe materia humana suficiente para tener una buena lista de obispos candidatos al martirio. Aunque tampoco es corta la de los que prefieren "pactar" y entenderese con el enemigo. En tiempos de Becket también los hubo: Salvaron el pellejo y vivieron su episcopalidad sin incomodidades, en la mesa del rey y riéndole las gracias al fiero Enrique Plantagenet. Pero no fueron mártires, ni sirvieron a la Iglesia, ni enseñaron a su pueblo cómo vivir y morir en cristiano. Tampoco tienen quien les recuerde.

Thomas Becket sí tiene recuerdo. Y hasta actualidad sobresaliente, casi mil años después. No se desde cuándo es el patrón de los obispos: De los buenos obispos, claro, que son los que saben que ser obispo de la Iglesia (Católica, of course) es ser candidato real al martirio. Sin excusas.


Oremus:

Deus, pro cujus Ecclesia gloriosus Pontifex Thomas gladiis impiorum occubuit: praesta quaesumus: ut omnes, qui ejus implorant auxilium, petitionis suae salutarem consequantur effectum. Per Dnum....Amen.
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p.s. Le cumplo voto a San Thomas Becket, como a otros de mi particular devoción. A obispo no aspiro (ni preveo que me aspiren)...Pero a mártir sí, Deo volente.

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