En el transcurso de una de la guerras entre el Imperio (ya Bizancio) y los persas sasánidas, el año 614, Cosroes II entra en la Ciudad y rapta el Lignum Crucis, que lleva a su palacio de Ctesifonte. Allí permaneció hasta el 628-29, en que el emperador Heraclio vence a los persas y rescata la Cruz, que devuelve solemnemente a Jerusalén. Era un 14 de Septiembre.
Una antigua leyenda narra que estando de vuelta Heraclio en Constantinopla, aquel mismo año, recibió una misiva de un desconocido jeque de la Arabia, que se decía "profeta de Dios", y que pedía al Emperador que se uniera a la nueva fe que estaba predicando por encargo divino. En el 634, Omar, el segundo califa sucesor de Mahoma, avanza por Palestina; en el 636 sitia Jerusalén; en 638 Omar entra victorioso en la Ciudad, que se convierte en el tercer lugar santo del Islám tras La Meca y Medina.
Heraclio apenas reacciona, paralizado por la contundencia y celeridad de los hechos. Los persas sasánidas también han caído, junto con las provincias de Siria y Egipto. Los griegos piensan que es un castigo por el matrimonio incestuoso del Emperador con su sobrina Martina. Un Heraclio derrotista y abrumado se retiraba a Constantinopla, después de unas rogativas que mandó hacer en Antioquía. Cuentan algunos cronistas que al embarcar dijo: -"Adiós, un largo adiós a Siria". Hasta las Cruzadas, cuatro siglos después.
Impresiona todavía hoy la secuencia tan rápida de los acontecimientos, como si la historia se precipitara inexorable sobre los personajes con sus nuevos protagonistas. Diez años van de la Exaltación de la Santa Cruz a la toma de Jerusalén por los árabes, un hecho dificil de asumir para la conciencia cristiana de la época. Oriente no reaccionaría, casi perpetuamente conmocionado por el golpe funesto. Sólo Occidente, un Occidente regenerado cristiano y romano después de la desordenada crisis de los bárbaros, será el que re-emprenda aquel capítulo de la historia, también con el signo de la Cruz como móvil principal.
Lo que me preocupa respecto a nuestro presente, precisamente, es que Occidente ha perdido la Cruz, y no sé qué podrá hacer sin ella, ni cuántos siglos podrán seguir de "hiato" en una historia que desde hace 2000 años está ligada a la historia de aquella Cruz.
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