Fue el año 1980, durante un ciclo de conferencia por el VI centenario de Stª Catalina de Siena; supongo que sería a fines de Abril por el dia de la Santa. Los dominicos del convento de Stº Tomás (antes de dominicas de Stª María la Real) eran los promotores de la celebración caterinista. Hubo conferencias en Stº Tomás, recien restaurado-reformado para los dominicos (las monjas se habían trasladado al nuevo convento de Bormujos, también titulado Stª María la Real). El acto principal se celebró en la iglesia del antiguo Convento de San Pablo el Real (desde la desamortización, Parroquia de Stª María Magdalena), y la conferencia la pronunció la priora del Convento de Stª Paula, Sor Cristina de la Cruz Arteaga.
Habló desde el presbiterio, en el centro, sentada en un sillón frailero, ante una mesa con paño de damasco grana. Una estampa. Perfectamente entonada (voz, palabra, documentos, piedad, figura, gracejo...) en el soberbio marco de la Iglesia de SanPablo-La Magdalena. Sor Cristina con su hábito de jerónima, capa blanca y pardo el sayal. Los dominicos vestían también el hábito completo, con las capas negras. Al final del acto, varios frailes (entre ellos mi maestro, el p. Antonio Garcia del Moral) acompañaron a Madre Cristina, que iba con otras dos monjas de Stª Paula. Fue digno de ver en el histórico Convento de San Pablo aquella improvisada y ocasional procesión de capas de dominicos y hábitos de jerónimas. No lo olvido.
.
La segunda vez que estuve en directo con sor Cristina fue en Mayo del 83 (?), el dia 10. Hacíamos una visita a los conventos de Stª Inés, Stª Clara y Stª Paula, con permiso expreso para poder visitar algunas partes de la clausura. También estaba previsto que Sor Crisitina nos recibiera, y nos hablara algo. Fue en uno de los salones del museo conventual, el que da a la galería alta del claustro. Allí nos esperaba, sentada, con un bastón que movía para señalarnos el artesonado, la reja, el claustro, algún cuadro, mientras nos explicaba. Recuerdo que - muy discreta, amable pero firme - empezó diciéndonos que nos recibía por voluntad expresa del Arzobispo, porque las clausuras no eran para visitarlas, y que habían alterado los rezos y las labores de aquella mañana para atendernos.
.
Cuando terminó y salían los del grupo, me quedé detrás y le pedí perdón por el trastorno. Sor Cristina me dijo que no me preocupara, que lo había hecho con mucho gusto, a pesar de todo. Y estuvimos un ratito hablando de esto y lo otro. Le pedí que me encomendara, y le besé la mano al irme. La última imagen que recuerdo de aquella visita, como un flash, es la de Sor Cristina levantándose con dificultad del sillón, con dos monjas ayudándole. Estaba muy mayor, siempre con bastón. Las cejas, muy marcadas, grises casi canas; el semblante sereno, amable, simpático.
.
Murió poco después, el 13 de Julio del 84. Lo sintió Sevilla entera. En Stª Paula, no se cabía. La enterraron ante la reja del coro bajo, y tiene incoada causa de beatificación.
No fue una mujer corriente; nunca. Decían que JoseAntonio la pretendió. Anduvo por España y Francia con una vocación de dificil discernimiento, con tanto mundo y casa y blasón pesándole. Significó mucho y trabajó más por la Orden Jerónima, y por las clausuras. Cuando parecía que el mundo de las rejas y las monjas declinaba, ella renovó comunidades, federó conventos y fundó otros nuevos . Sevilla, en Santa Paula, fue su jardín cerrado.
La calidad espiritual se le notaba, la transmitía. Alguna veces, me gusta rezar con sus poesías, esta en particular:
Sembrad!
Sin saber quién recoge, sembrad, serenos, sin prisas,
las buenas palabras, acciones, sonrisas;
sin saber quien recoge,
dejad que se lleven la siembra las brisas.
Con un gesto que ahuyente el temor, abarcad la tierra,
en ella se encierra la gran esperanza para el sembrador.
Abarcad la tierra!
No os importe no ver germinar el don de alegría.
Sin melancolía,
Dejad al capricho del viento volar, la siembra de un día.
Las espigas dobles romperán después;
yo abriré la mano para echar mi grano,
como una armoniosa promesa de mies en el surco humano.
Brindará la tierra su fruto en agraz,
otros segadores cortarán las flores,
pero habré cumplido mi deber de paz,
mi misión de amores.
.
+T.