martes, 22 de abril de 2008

No es de este mundo


La política y el gobierno han atraído desde siempre a los eclesiásticos. Quizá porque el munus regendi, que va incluído en el carácter sacramental, les hace proclives a la fascinación de trocar el oficio pastoral por una más natural competencia, relegando la sobrenatural. Sería una perversión con su específica y previa tentación. Sucumben bastantes.

La Historia está bien sembrada de clérigos de ordeno y mando. Algunos ejercieron sin incompatibilidad en lo eclesiástico y lo civil, incluso hasta en lo militar. Otros tuvieron que escoger y abandonar la clerecía por el poderío. Los ha habido ejemplares, venales, irreprochables, acertados, mentecatos, mediocres, magnos, santos y canallescos. Un Cisneros y un Alberoni en España. Un Richelieu y un Talleyrand en Francia. Un Becket y un Wolsey made in England.

Cada uno fue hombre de su tiempo y sus circunstancias. Pero no todos supieron mantener la primacía de la Civitas Dei. O no pudieron. O no quisieron.

El nuevo presidente del Paraguay, Fernando Lugo, obispo católico suspenso a divinis, no sé cómo será. La impresión primera es la de un bienintencionado-entusiasmado ideologizado y politizado hasta el extremo de auto-postularse presidente, como si no hubiera aspirantes competentes en el Paraguay que no reúnan la gracia de ser políticos siendo obispos. Seguro que hay gente, a pesar del régimen caciquil de ese partido colorado, demasiado asentado y experimentado.

¿Qué pasará? ¿Cómo será? Si, como la gracia, el arte y el éxito político también suponen la naturaleza, será un presidente paraguayo con los límites que lo paraguayo impone a la presidencia. Ni un Cisneros, ni un Richelieu, ni siquiera un Wolsey. Si se mantiene el mandato completo sin desmejorar, ya sería relativo éxito. Si no se escora al populismo ni se corrompe financieramente, será quasi milagroso. Si sobrevive a la experiencia idemne de cuerpo y alma, milagro patente. De todas formas, habrá que rezar para que sus errores no caigan sobre la Iglesia ni sus aciertos sean ni contra ni a costa de la Iglesia. Amén.

La foto con la que encabezo este articulillo, es de Talleyrand, Charles-Maurice, ex-obispo de Autun, excomulgado de hecho y derecho (y no sabría decir ni enumerar cuántas penas canónicas pudo haber acumulado sobre su deshonrada tonsura). Un personaje. Maestro en el arte del vivir y el sobrevivir, vivió bien toda su vida, ya bajo Luis XV o Luis XVI, durante la Revolución y el Imperio, y siguió bon-vivant con la Restauración y duró hasta Luis Felipe. Y todo el tiempo aspirando, tramando, urdiendo y politiqueando. Hizo mucho mal, y salió bien librado de todos los apuros propios y ajenos.

En ese retrato de apenas dos o tres años antes de su muerte, se refleja el semblante con el que se mostró al mundo en su postrer declive. La impronta y las huellas son elocuentes. En muchos rostros enfermos y ancianos, las marcas del dolor no ocultan cierto reflejo de santidad, bondad o felicidad. En ese retrato del declinado Talleyrand, ni siquiera su amplio y fascinante decurso como protagonista de la Historia tapan el reheleo de un desengaño fatigado.

Si el mundo paga con mundo a sus servidores, ¡qué mala es la paga de la última hora!
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7 comentarios:

  1. Baltasar Gracián decía (cito de memoria) que el desengaño debía venir al principio de la vida, y no al final. Gracián sufrió bastantes "palos", e incluso de anciano le castigaron a pan y agua.

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  2. Obviamente, no tuvo artes para eclesiástico-político.

    Pero es seguro que ya tendrá mejor paga.

    Por cierto que es lástima que uno de nuestros autores más lúcidos sea tan desconocido y esté tan olvidado. Los eclesiásticos no le han tenido simpatía por "criticón"; y los impíos no le han perdonado que fuera hombre de altar, sotana y birreta.

    Y entre unos y otros, está en quasi perpetua reserva.

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  3. Pues te contaré una anécdota de mis gloriosos días de universitario. Alternaba en la cafetería de derecho con algunos compañeros de primer curso, y se me ocurrió comentar, como rareza mía, que había leído el Criticón. La compañera que tenía enfrente me dijo: "¿Ah, sí? Pues yo también". Resulta que en España los lectores de Gracián somos una inmensa minoría (es claro que no llega a los niveles de Zafón). Hace poco se ha reeditado en la colección Austral, señal de que se le lee.

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  4. Pues a mí me parece el retrato de un hombre profundamente enfermo que intenta disimular sus dolores.

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  5. Sí: Mantener el tipo del turbio, intrigante y fascinante Talleyrand-Perigord que fue.

    Pero se está deshaciendo en sombra.

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  6. Se parece al padre de Luke Skywalker.

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  7. ¿El presi de Paraguay o Talleyrand?

    ¿Antes o después de la máscara etc.?

    Es que no te explicas, mi muy querido incordiado.


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