Claro que comprendo que podría haber dicho tambien "mis particularismos", "mi idiosincrasia", o "mi voluntad" espiritual(-es)...O que no me sincronizo yo. Quizá así la sinceridad confesa atinara mejor a describir el caso. Pero el caso es que me pasa.
Para que se me entienda - si alguno lo encontrara interesante - diré que, por ejemplo, el Adviento y la Cuaresma se me quedan cortos, y la Semana Santa, sobre todo. Lo de la sevillana del "tiempo detente", pero en tempo espiritual. O, más bíblico, lo del milagro del Sol en la batalla de Gabaón (Jos. 10, cfr. el caso del testarudo Galileo); o, más lugareño, lo de Garci Pérez de Vargas y el milagro de Tentudía (una especie de transposición a la Reconquista del Antiguo Testamento a la sevillana, con ribetes de cruzada). Pues eso, más o menos y a mi modo.
Esta mañana, de vuelta de mi pueblo a Sevilla, rezando las Horas del Jueves Santo, he sentido la ansiedad de otros mismos momentos de otros Juevesantos: Quisiera detenerme, fondearme con ancla profunda, en dos o tres textos, en dos o tres palabras, en un par de oraciones:
Sal 80, 2-4: Aclamad a Dios, nuestra fuerza;dad vítores al Dios de Jacob:acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta
Hb 2, 9b-10: Vemos a Jesús coronado de gloria y de honor por haber padecido la muerte. Así, por amorosa dignación de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos. Pues como quisiese Dios, por quien y para quien son todas las cosas, llevar un gran número de hijos a la gloria, convenía ciertamente que perfeccionase por medio del sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación.
Hb 4, 14-16: Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de Dios - mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.
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Jn 13, 1: Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Y la oración que comienza: "Nuestra salvación, Señor, es quererte y amarte..."
Y yo quisiera - yo quiero! - detenerme, estarme, quedarme en esos lugares del alma de mi alma, fijo, hasta que me llamen a vivir lo que tanto creo, siento y espero.
+T.
Qué envidia de piedad. A mí, que la vorágine de estos días me suele abrumar... sobre todo si no es en Roma, como este año.
ResponderEliminarNo somos nosotros lo importante de los ciclos litúrgicos, ¿verdad?
ResponderEliminarVerdad, caro F.: El importante es Él, que es el celebrado; pero los ciclos litúrgicos son "para" nosotros, y entonces sí importamos nosotros "en" esos ciclos.
ResponderEliminarEl Misterio se hizo entre nosotros y se quedó hecho Misterio/Sacramento para nosotros. Esta gran realidad se enfatiza especialmente en SemanaSanta/Pascua, aunque es la vida y la celebración cotidiana de la Iglesia hasta que Él vuelva/hasta que entremos en su Gloria.
Dilecto incordiado Agus: La piedad no se "envidia", porque envidiarla es tener piedad...no sé si me explico. Es como decirle a Él -"Cuánto me enrabia lo te quiere ese! Y yo quiero quererte más y mejor que ese y que todos!!!"...y así te despabilas con un celo de amante quasi místico. No sé si me explico.
p.s.Echaré de menos, amado incordiado Alonso, tu felicitación pascual romana: Pero Roma ya la llevas dentro (y que te quiten lo bailao). Ya volverás!
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Y son para nosotros porque somos para Él; al fin y al cabo, sólo Él es la Gloria y sin Él no hay Gloria.
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