La simpatía que le tengo a Blanco por sevillano (y sevillano fuera de Sevilla) va pareja a la profunda antipatía que siento por el Blanco White anticatólico y renegado, faceta esta de su personalidad, carácter y trayectoria que le define muy negativamente.
Sobre su vocación-sacerdocio, me atrevería a juzgar inválida su ordenación, tan en entredicho por la misma narración del propio Blanco. Comprendo que la tensión espiritual de un ministerio insincero se le volviera un tormento dificilmente llevadero, y que la "ausencia" de Sevilla con su posterior arribada a Inglaterra rehicieran una vida que, en lo sucesivo, quedaba resabiada y resentida. Estos fracasos, tráumas y frustraciones se "proyectan" en Blanco - y en su obra - contra su familia, la Iglesia Católica y España.
¿Contra Sevilla? También, pero con ese efecto de reflujo que le hiere en su intimidad más sincera cuando está clavando su pluma contra su Sevilla, a la que es evidente que ama y añora con toda la nostalgia de su pena personal.
La crisis espiritual-religiosa de Blanco, sin embargo, no esclarece. La Iglesia anglicana a la que se incorpora y que tan bien le recibe, tampoco acabaría satisfaciéndole. Su episodio unitarista merecería ser estudiado en referencia con una anécdota de otro heterodoxo sevillano, Casiodoro de Reina, del que se cuenta que lloró emocionado cuando le llevaron en Ginebra al sitio en el que quemaron a Miguel Servet, también español y hereje anti-trinitario, un "unitarista" avant la lettre (dicen que esa emoción de Reina casi le cuesta un disgusto en la severa Ginebra calvinista). Es curiosa esta coincidencia-confluencia-concordancia de herejes españoles fuera de España.
Algo parecido, pero en sentido muy distinto, me aviene, finalmente, con este Blanco post-católico, y es su relación con John Henry Newman, que le cita en su Apologia Pro Vita Sua como uno de sus amigos que tuvieron que ver en el proceso de su conversión a la verdadera Fe.
Tres veces sale Blanco en esta obra de Newman:
Capítulo Iº - Historia de mis ideas religiosas hasta el año 1833.
..." El doctor Hawkins fue también quien me enseñó a presentir que, antes de muchos años, se daría un ataque contra los libros y el cánon de la Escritura. A la misma convicción llegué en mis conversaciones con Blanco White, quien me inspiró también visiones más libres sobre la inspiración que las corrientes por entonces en la Iglesia anglicana. "
..."Por lo que al doctor Whately se refiere, su pensamiento era demasiado diferente del mio para que pudiéramos seguir mucho tiempo por la misma vereda. Recuerdo su disgusto por un artículo mio, aparecido en la "London Review", que el indulgente Blanco White se contentó con calificar de platónico."
Capítulo IIº -Historia de mis ideas religiosas de 1833 a 1839.
"No es de maravillar que Blanco White, que me había conocido en circunstancias tan diferentes, al oir hablar ahora del rumbo general que yo tomaba, se quedara estupefacto del cambio que reconocía en mí. Habla injusta y amargamente de mí en las cartas contemporáneas a los primeros años del movimiento; pero, en 1839, echando una ojeada hacia atrás, habla de mí en términos que dificilmente podría yo citar con modestia si no fuera porque lo que dice en mi alabanza se encuentra en medio de una reprensión. Dice así:
'' En este partido (el partido contra Peel en 1829) encuentro con gran sorpresa mía, a mi caro amigo Mr. Newman, de Oriel. Como él había sido uno de los que anualmente solicitaban del Parlamento la emancipación de los católicos, su súbita unión con los más violentos fanáticos era para mí inexplicable. Este cambio era la primera manifstación de una revolución de espíritu que lo convirtió repentinamente en uno de los principales perseguidores del doctor Hampden, y en el mienbro más activo en influyente de la asociación llamada partido puseysta, a la que debemos esas extrañas publicaciones tituladas Tracts for the Times. Al relatar estos hechos públicos, mi corazón se apena recordando la cariñosa y mutua amistad de este hombre excelente y yo; una amistad que sus principios de ortodoxia no le permitirían ya continuar con quien él mira ahora como irremediablemente condenado a la perdición eterna. Tal es el venenoso caracter de la ortodoxia. ¡ Qué daño no hará en un corazón malvado y en una mente estrecha cuando así puede malear al más benevolente de los amigos y uno de los espíritus mejor dotados, al amable, al intelectual, al refinado John Henry Newman ! "
Blanco White añade que yo no quería tener nada que ver con él, circunstancia que no recuerdo y de que dudo mucho. "
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Como decía, esto que narra Newman (y que merecería un comentario más extenso y detallado, pues las tres citas denotan bastante profundidad de intercambio de ideas y afectos) me reconcilia con Blanco, al que le cupo cierto papel en la "Vita" de Newman. Providencia, sin duda. Pero fuera lo que fuera y en el grado que haya sido, ciertamente la pérdida de Blanco se compesa con la ganancia de Newman (y sobreabundantemente, como la Providencia hace estas cosas, además).
El final de Blanco, después del desvarío unitarista, no sé cual habrá podido ser. Me refiero al final-final, no al biografiado. Uno que fue capellán real de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, no concibo que tenga un final sin misericordia, aunque sea de última hora, de último aliento, de extremo auxilio.
Pocas veces se han descrito con más acierto (y añoranza?) las ceremonias y liturgias de la Catedral de Sevilla, las que Blanco llevaría muy hondas cuando las evoca tan excelentemente desde su lejanía inglesa. "Pándite nunc Helicona, Deae !" Así encabeza en la Carta 9ª el apartado sobre la Semana Santa sevillana, con versos de la Enéida de Virgilio, como una erudita y pedantesca saeta...que no disimula lo que sentía por lo que iba a contar.
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Y me parece que "aquí queó!" Quiero decir que arrío el paso de Blanco, que bueno está lo bueno y pare usted. de contar. Si le hubieran adivinado que dos siglos después le íbamos a estar recordando en la Sevilla que dejó, no se lo hubiera creído. Pero me une a Blanco esa Stª Escuela de la que fue hermano, como Alfaraz y el que esto escribe lo somos ahora. Curiosa la coincidencia...o providencial, como todo.
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Llegados a este punto, me pregunto: ¿Querrá don José María que le apliquemos Misas? Cuestión que le encomiendo a mi confratello, por si hubiera que concertar algún discreto sufragio por nuestro "hermano ausente", para q.e.p.d. Amén.
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¿Ordenación inválida? Jamás había oído algo así, pero supongo que la causa no será la "insinceridad" ni aún el ateismo.
ResponderEliminarRespecto a su amistad con Newman, es hasta cierto punto lógica, pues mientras uno salía de Roma, el otro estaba entrando, y el encuentro fue ese camino.
Ahora estoy intentando saber si su hijo Ferdinand White dejó descendientes. Curiosidad, más que nada.
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Inválidas por falta de voluntad/libertad interna (de conciencia) y fuerza externa (familiares y circunstanciales). A mí me parece tal, muy aproximadamente, leyendo las Cartas.
ResponderEliminarLa amistad con Newman fué oxoniense: Se tratan en Oxford con cordialidad académica, muy inglesa, muy del ambiente. Sin duda que la procedencia católica de Blanco fue un atractivo más para Newman, aunque en un momento de su vida en que todavía no ha aparecido el Catolicismo en su horizonte de conversión. Lo que hace más llamativo su posterior acercamiento a la Iglesia Católica...a pesar de Blanco y sus prevenciones.
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Sí, la amistad fué oxoniense. Lo de Roma era una metáfora, claro
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