Siento siempre cierto desencanto cuando me encuentro a personas en plano/nivel de sensibilidad religiosa distinto al mio. Pero la frustración es penosa si descubro en otros una agresividad más o menos latente hacia lo religioso (que suele ser lo cristiano); en el caso de que la animadversión sea explícita, también mi malestar es mayor.
Nos desenvolvemos en una cultura en la que el sentimiento anti-religioso se afirma con una creciente intensidad, cada vez más notable. No es un fenómeno espontáneo, sino efecto de una determinada actividad dirigida con intencionalidad y explicitada influyentemente en casi todos los medios en los que desenvuelve nuestra vida, desde los centros educativos, al ámbito familiar, pasando por el más general de las relaciones sociales, y contando siempre con el favor de los medios de comunicación.
La experiencia religiosa del cristiano se forma y crece en la Iglesia, pero se reduce de hecho a una relación entre Dios y cada persona, con tantos y diversos grados de fe, conciencia, vida espiritual etc. pero siempre dependiendo sustancialmente de esa comunicación/comunión primera y fundante de Dios con cada hombre (alma).
Hace poco comentaba en otro blog que el ateísmo como fenómeno es más una voluntad que niega antes que una razón que no entiende. El tema/problema de Dios no se plantea comunmente con toda su profundidad y complejidad racional; por eso el declararse "agnóstico" es la forma más banal de reconocer que no se desea abordar el problema ni discurrirlo, prefiriendo la evasiva de la opción agnóstica como una especie de gatera por la que escapar cuando se presenta el dilema. Porque el problema de Dios se plantea radicalmente desde el si o el no: Dios existe o no, sin términos medios.
El ateo fundamentalista-filosófico iconmovible en la negación de Dios y su posibilidad, es una rareza tan extraordinaria como lo pueda ser el vidente místico, en antitético. No sé si ha existido tal cual; yo más bien diría que no y, si lo hubiera habido, le supondría fruto de algún desorden mental, poco común. Si la duda de fe es una eventualidad para el creyente, a fortiori el "ateo" debe experimentar una duda semejante sobre Dios y su existencia real; una duda tanto más recurrente cuanto mayor sea la inteligencia (discursiva o analítica, es lo mismo) del individuo en cuestión.
Pero ya digo que son pocos, muy pocos, estos "ateos de razón"; los que sí abundan son los "ateos de corazón", quiero decir de voluntad. Reaccionan contra Dios, más que negarlo racionalmente. Y con un grado de violencia que denota una motivación compleja detrás de su explícito rechazo agresivo.
Quizá sea una variante (o principio?) del complejo de Edipo freudiano, y tenga algo que ver con remotos tráumas infantiles, o una derivación de atavismos regresivos; no sé. Pero todo esto se me viene al pensamiento cuando escucho, veo, leo, esos ataques, agresiones, reacciones tan virulentos y vehementes contra la religión (el Cristianismo y la Iglesia, casi siempre) y Dios.
Si en el caso del creyente es Dios quien interviene y da la gracia y la fe primera, comenzando y manteniendo ese especial y sobrenatural "diálogo", en el caso del hombre increyente, ¿quién interviene? Porque es también evidente que la negación del trascendente o la reacción contra Dios y las cosas de Dios no es fruto de un razonamiento autónomo, incondicionado; no conozco a ningún "ateo" "agnóstico" o "anti-teísta" libre de influencias, sugerencias, transferencias. Todo eso que hoy se favorece tanto y desde tantos sitios con resultados los mismos: Contra Dios y las cosas de Dios y la gente de Dios.
Ayer leía lo que fray Rainiero Cantalamessa escribía sobre un libruco con terrible título ("Dios no es grande") y un viperino subtítulo ("La religión lo envenena todo") de un autor (cuyo nombre no citaré) representante cultural de las alquitarada sociedad liberal-capitalista-materialista-postmodernista (made in Usa, of course, pero ubicable en cualquier otro confín del Occidente - nunca mejor dicho "occidente" -). El buen capuchino le reconcía al agresor habilidad dialéctica, contundencia crítica, y "extraordinaria cultura". Si hubiera añadido que "más sabe el demonio por viejo que por demonio", hubiera quedado más conciso.
Pero del demonio no cabe hablar con sus agentes/instrumentos, porque niegan la mayor: No hay demonio.
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Y entonces, ¿quién? ¿Ellos solos? ¿El del libro ese; o el de la exposición de Ibiza; o el de las fotos de Badajoz; o el del best seller del codigucho; ¿O los demás que hacen y repiten lo mismo? ¿O quienes y pagan y propagan eso mismo?
Cuánta perversa ingenuidad, ¿no?
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Estoy persuadido de que hay una correlación directa entre bienestar material, mundanidad, satisfacción con la vida que uno lleva, y la increencia práctica. Es muy significativo que los evangelios se anuncien a los pobres, a los perseguidos y despreciados, y que Jesús prevenga contra las riquezas o los apegos materiales. La increencia es como el que va al cine o al teatro y se encuentra delante una cabeza que le estorba la visión. La creencia, la práctica religiosa, supone estar libre de estorbos. Hoy se oye mucho decir: “no tengo tiempo para nada”. Ése es el descreído, el que piensa estar atesorando el tiempo.
ResponderEliminarBuscar razones de la agresividad contra la Iglesia sería no acabar, porque junto al resentimiento y la imitación, habría que pensar en la intoxicación ideológica que padece la juventud; “ideología” que no es tanto un discurso de ideas, sino actitudes primitivas (un rechazo de la religión más con las tripas que con la cabeza o incluso el corazón). Los jóvenes, sobre todo, están en riesgo porque se embriagan, se drogan o procuran atontarse de cualquier modo. ¿Y no caemos en la cuenta que entre los más reflexivos es seguro que una lectura muy influyente es Nietzsche?
Pienso que la gente desprecia a los curas y a la Iglesia Católica, y no tanto a Dios (que no saben lo que es, o quién es). El diablo supongo que se limita a ser el “director de orquesta” de un mundo que nos hacemos odioso unos a otros.
Pero la insidia no cesa.
ResponderEliminarMe horroriza pensar que estemos ante un rebrote más de los episodios que se han alternado en Europa desde fines del XVIII; a partir de la Revolución Francesa, la persecución manifiesta o velada, no ha cesado.
Las "acusaciones", además, estriban sobre el mínimo malo obviando el máximo bueno.
En el fondo de todo está el nuevo perfil de la nueva izquierda política, que se define asumiendo postulados opuestos a la Fe y la moral que la Iglesia enseña y mantiene.
Han heredado todos los atavismos anti-cristianos decimonónicos, lamentablemente. Y no están dispuestos a deshacerse de ellos; al contrario: Contando con los mass media a su favor, el desgaste agresivo no cesa.
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Y los ataques vienen de tres frentes:
ResponderEliminar1- el actual gobierno
2- las instituciones europeas
3- las "élites" culturales
aunque los 3 se puedan reducir a uno sólo, porque comparten la misma ideología.
Una pregun: La foto que has puesto es el grafitti del Palatino, ¿no?
Tt.
Yo cada vez me doy más cuenta de que nos han ganado mucho terreno. El pensamiento oficial es agnóstico-pasota, sin más ideales que el arma de doble filo que es la tolerancia, que únicamente no hace daño a la clerofobia.
ResponderEliminarMe cuesta mucho ponerlo en práctica, pero pienso que la mejor defensa es un buen ataque. Y el mejor ataque parte de una buena defensa. Es decir: teniendo clara nuestra fe y todo lo que ello significa, anunciarla sin miedos ni tapujos, con originalidad y sencillez, procurando no dejarnos llevar por la comodidad de la denuncia.
Anunciar/denunciar, difícil equilibrio.
Sí: "...Sagaces como serpientes y cándidos como palomas..."
ResponderEliminarDificil sabiduría que hay que pedir al Espíritu.
Petimus!
+T.
Pensad en una cosa, si hoy en día no hubiera vestigio de ninguna religión, y el hombre no conociera un argumento llamado DIOS, ¿surgiría en el hombre actual la idea de DIOS?
ResponderEliminarLa idea de la divinidad surgió entre los hombres antiguos, porque ellos eran capaces de diferenciar entre esto y aquello, sin embargo, el hombre de hoy ya no es capaz de diferenciar esto y aquello, porque al hombre de ahora le gustan las mezclas, y es más, le gusten o no le gusten las mezclas, vive envuelto en un perpetuo ruido y en perpetua confusión. Todo ello le impide diferenciar esto de aquello, porque hoy ya no se separan las cosas como lo solían hacer los hombres antiguos. Es por ello que yo creo que si hoy nadie supuera lo que es DIOS, a nadie le podría llegar al intelecto la idea de la divinidad.
El error de vosotros, creyentes, es que la fe os empuja a dar por hecho que todo tiene un principio (Dios) y un fin (Dios). Nosotros los humanistas, (honrado estoy de llamarme "pagano"), consideramos que la vida contiene elementos incatalogables, inexplicables y que no todas las acciones tienen una motivación, y si la tienen, son demasiado humanas.
Vosotros decís y dais a entender de vuestro Dios es la luz, sin embargo, yo me aparté de las religiones cuando ví la luz. Y mi luz fue aquello que vosotros más odiábais y aquello que, al fin y al cabo, parece que os cegó, os cegó tanto que no parásteis hasta destruirlo, subvertirlo y contaminarlo. El poder, el derecho, los dioses, los templos, los pórticos, las colinas, las murallas, los puentes, todo lo que hubo una vez en el faro del mundo: ROMA, o la Gran Babilonia, como preferís llamarla. No parásteis hasta domesticarla.
Pero a mí ROMA me hizo pagano.