Ayer noche, un amiguete me mandó uno de esos mails encíclicos/circulares, de esos que te los mandan a tí y a una tribu más o menos desconocida.
Decía el mail que nos uniéramos todos los sensibilizados por el problema energético y el desgaste medio-ambiental del Planeta por el sobreconsumo de energía, y que, en señal de protesta-atención, apagásemos la luz cinco minutos hoy, el 1 de Febrero.
Yo le contesté que, en vez de esa ocurrencia amariconada, dejara de enviar mails, que consumen más; que apagara el ordenador y que fuera ahorrando € para meter en el sobre de la Colecta de Manos Unidas contra el hambre, que es el dia 11; que juntar dinero para los pobres que no consumen, es lo más práctico y mejor que podemos hacer los que consumimos demasiado y derrochamos energía.
Me molestó, además, que los hiper-sensibilizados y super-hipócritas "ecologistas" (ja!) de la campaña hubieran escogido para fecha del apagón comunitario el 1 de Febrero, precisamente.
El 1 de Febrero es la Víspera de la Candelaria, la Fiesta de la Luz. Hypapanté, se le llama en griego a la conmemoración cristiana de la entrada y presentación de Cristo en el Templo, cuando fué ofrecido como Primogénito y su Madre, la Vírgen, acudió al rito de la Purificación, y el anciano Simeón, sacerdote y profeta, le reconoció y proclamó Luz de las naciones y Gloria de su pueblo Israel, y profetizó sobre Él y su Madre (la espada para la Madre).
"Lumen ad revelationem gentium..." En mi pueblo, la víspera de la Candelaria es fiesta antigua, muy antigua, y popularísima. Los niños, hoy, salen a la calle con tizas y pintan rayas blancas en las espaldas de todo al que pillan desprevenido; se pintan de tiza los zócalos, las puertas, los cristales. Nunca supe por qué, solo que "¡ Hoy es día de pintar!", que es la cantinela que cantan los chiquillos cuando pintan con sus tizas, como un exorcismo contra el malhumor de los pintados.
Por la tarde, cuando anochece, se encienden las candelas. En cada calle, los vecinos arriman leña que cubren con ramón de olivo, y hacen un muñeco de trapo relleno de paja que se llama "júa" y que se planta en lo más alto de la pira. Se enciende el candelorio desde abajo; el ramón de olivo prende pronto y chisporrotea y cruje lanzando chorros de chispas al cielo; cuando el júa arde y se deshace, la paja del relleno se derrama ardiendo, y los chiquillos gritan y tocan palmas, excitados y facinados por el espectáculo del fuego.
Luego se está toda noche alrededor de la candela, y se invita a la gente que pasa a comer y beber lo que se ha preparado para la fiesta. Ya de madrugada, se sacan pestiños y tortas de manteca y aguardiente, y se cantan coplas y se bailan sevillanas y se hace la rueda en torno a la candela. Así hasta las tres o las cuatro de la mañana, cuando la candela ya es sólo rescoldos.
Al día siguiente, el 2 de Febrero, mi madre y mi padre iban a la Misa de la Candelaria, y volvían a casa con la vela bendita, para encenderla cuando había tormenta. Nos explicaba mi madre que era el día de la Vírgen, cuando entró con el Niño en el Templo.
En mi casa, la del pueblo, no se consumía tanta luz como ahora. Todavía recuerdo el brasero de cisco y carbón, oliendo a alhucema; y el viejo fogón de la cocina; y las lámparas doradas del salón, con cables trenzados de cordón; y la lámpara con faldilla del comedor; y las dormilonas de los cuartos, con sus tulipas de cristal rizado; y las bombillas peladas del lavadero y las cuadras. Todo encendido, gastaba menos que diez minutos de consumo eléctrico actual.
Y todo daba más luz; había más luz, y era mejor aquella luz.
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Qué bien dicho y qué costumbrista.
ResponderEliminarSi, uno es muy costumbrista.
ResponderEliminarAnimal de costumbres, que se decía.