jueves, 3 de septiembre de 2009

Instituciones antiguas dignas de recuperar


Mi venerable y docto contertulio virtual Don Wilfrido Caraffa de Tea me ha remitido una ponderada epístola, breve pero intensa, de la que he entresacado por su interés estas luminosas reflexiones, dignas de la más atenta consideración, ustedes verán:

..."Sufro que la (perversa) realidad se sufra irreversiblemente, cosas y personas. Tocante a las (malas) personas me atormenta que no se puedan "obviar metafíscamente". Entiendo que lo que pienso es muy exterminativo, pero me confirmo. De todas maneras, intento moderar un poco mis aversiones y por eso propongo una recuperación - me parece urgentemente necesario - de vetustas venerables instituciones.

Evidentemente, en materia y para casos de heterodoxia religiosa la Inquisición es el invento no superado, con eficacia demostrada. Los habidos errores y los posibles fallos más algún "exceso" no merman un jeme su calidad competente y contrastables resultados. Considero, posiblemente, que la hoguera resulta dramáticamente traumática para nuestra época etc. Aunque reconsidero esto último y me respondo que con los hornos crematorios podría hacerse una adaptación bastante adecuada a la sensibilidad absurda y mórbida de nuestra post-modernidad, que sufre por un toro en la plaza y apláude un aborto sin complejos. Quiero decir que ojos que no ven, corazón que no siente: Se mete al reo en el crematorio (vivo, of course, para que le dé tiempo a arrepentirse (o a reafirmarse en su contumacia proterva)) y sale en cernidas cenizas sin escenas intermedias de bal des ardents etc. (aunque merece discutirse si el ver al sentenciado quemarse no entra dentro de la sana profilaxis moral, un espectáculo edificante).

Respecto a la política, supuesto su democratismo constitucional asumidísimo, tendrían que reinstaurarse sanas instituciones de aquella democracia primera, la ática, la ateniense. Pienso que es necesario la vuelta de la atimía, que se declaren deshonrados a todos los que se han deshonrado y han deshonrado durante su mandato o gestión de la cosa pública. Es necesario. Y que se hagan listas expuestas en lugares públicos para su publicidad. Con foto (un youtube tambén vale). A considerar la temporalidad de la pena, si usque ad mortem o si, también, post mortem. Sería cosa de ver cada caso.

Lo mismo la euthyna: Un exámen de revalidación de la gestión, con auditoría aneja. A todos y para todos sin exclusión ni exenciones forales pactadas. Un juicio riguroso con obligación, si la hubiere, de devolver al erario público lo que se abusó etc.

Y, por supuesto, el ostracismo: Ampliable, revisable y, para casos graves de conspícuos pérfidos degenerados de la clase política, de por vida. También excluído el enterramiento: Que se pudra lejos de la patria que pudrió.

Finalmente (aunque esto es más antiguo y, paradojicamente, se sigue practicando mucho; es decir, que no está en desuso), la damnatio memoriae: Que sean borrados de todos los registros oficiales y se les supla el nombre con un mote adecuado, o un número, o un logotipo vergonzante. O algo así: Que eliminen de ellos todo rastro rastreable, como raspaban de los cartuchos jeroglíficos los nombres de los infames, allá en el Egipto de los faraones. Ita!

Digo todo esto porque lo peor de lo peor no es que gobiernen ztapeses ztapestosos y menteserrines, vogues, aídas, montillos, moratunos, lendacarajotes y esa mala caterva de esos: Lo malo es que eso ya no tenga remedio y que pasen a la posteridad, que tengan nombre en los cronicones, que hayan dejado su rastro estercolero y no se les pueda barrer y desinfectar con lejía.

Por eso postulo la recuperación de las sabias y eficaces instituciones que recuerdo (abierto a otras posibles por el estilo: Para ciertas cosas me presto a ciertos diálogos (como excepción, of course))." ...

Como ven, Don Wilfrido hace uso de justas y ponderadas opiniones, tanto que cualquiera con buen sentido moral las suscribiría cabalmente. No cabe duda de que así todo iría mejor y se tendría a raya a lo peor de los peores, esos que hoy campan por el mundo que se han hecho a su inmoral medida.

Lo que me espolea el ánimo es que Don Wilfrido dice que, en gran parte, ha sido y es por nuestra culpa, nuestra culpa, nuestra máxima culpa. Yes.


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8 comentarios:

Mendrugo dijo...

Muy atinado su corresponsal. Pero no era un ánimo de eliminación metafísica lo que alimentaba las benéficas hogueras de la Inquisición sino un verdadero espíritu de Caridad que miraba por el bien de las almas, y especialmente por las almas de los «quemados». La crueldad, la leña verde, era cosa de protestantes.

Embajador dijo...

Si, posiblemente el mayor mal que ha hecho el roussoniano mito del buen salvaje es la purga de todos los elementos disuasorios que tenía la democracia ateniense. Lo malo de la democracia liberal no es, como piensan muchos, el propio concepto de democracia, sino que es un sistema político diseñado para ángeles puros, no para seres humanos con sus faltas, fallos, miserias y pecados. Angeles que, se suponen, no podrán resistir en su conciencia el trauma de perder unas elecciones. Y con eso basta para purgar los pecados sociales.

Mendrugo dijo...

En cuanto a la democracia, una de las lecciones de los griegos es que estaba excluida del voto la mayor parte de la población.

Pero la perfección la alcanzó nuestra antigua democracia municipal, con la elección por insaculación («encantarar» decíamos aquí). Es una forma de proveer los cargos públicos que expresa de verdad confianza en el sentido común del pueblo. Y que nos daría mucho mejores gobernantes.

Y si en la Iglesia creyéramos más en la Providencia se usaría también, como en la elección de San Matías.

Mendrugo dijo...

Eso de la «euthyna» aquí se llamaba «tomar residencia» a los gobernantes y se hacía con todo rigor.

anco marcio dijo...

Respecto de la euthyna, me gustaría comentarles que en nuestra patria existió durante siglos un procedimiento, el llamado “proceso de visita”, consistente en una especie de auditoría financiera, que resultaba temible para los cargos públicos que se habían enriquecido de manera ilícita.
Que se lo pregunten a Antonio Pérez, el secretario de Felipe II, que además de la “visita” conoció el rigor inquisitorial.

Diego Mallén dijo...

No comparto la reflexión del señor Caraffa respecto a la Inquisición.

Tal vez no sé leer entre líneas y en mi torpeza no he captado la finura de la metáfora con la que el señor Caraffa nos quiere transmitir la necesidad indudable de hacer frente al caos, degeneración moral y de buenas costumbres de nuestra sociedad. Si asi es, por delante mis excusas.

En todo caso la referencia a los hornos crematorios, -que todos asociamos al holocausto y genocidio de seis millones de judíos-, me parece una comparación inapropiada en boca de un cristiano y excede, desde todo parecer, el mal gusto.

Respecto a la Inquisición cuento en mi biblioteca con un grueso volumen facticio de comienzos del siglo XVIII que reúne un centenar de impresos de autos de Fe realizados en diversas capitales españolas: Pamplona, Granada, Cuenca, Madrid, Valencia. Yo, -que me confieso pecador indigno-, aseguro al señor Caraffa que no será capaz de leer más allá del segundo o tercero sin estremecerse, sentir compasión infinita por aquellos pobres infelices y rezar por la salvación de quienes llevaron adelante tan tremendas atrocidades (pues, en mi cortedad de miras, pienso que quienes las sufrieron gozan del Cielo).

Un ejemplo: Auto realizado en Valencia el 24 de febrero de 1723: "se executò la sentencia de muerte, que contra los dichos Isabel de los Rios, y Francisco del Marmol, pronunciò la Justicia Real, à quien fueron relaxados. Diòseles garrote, y sus cadaveres fueron reducidos a cenizas. Ella muriò con señales de verdadero arrepentimiento. Y èl perseverò en su negativa, hasta que poco antes de morir diò algunas muestras de compuncion"... ¿amaos los unos a los otros?

Otra cosa es la tesis fundamentada de Menéndez Pelayo y muchos otros pensadores reconociendo que la Inquisición nos libró de las cruentas guerras de religión que asolaron Europa.

Respecto al “proceso de visita” que menciona Anco Marcio decir que se complementaba con el llamado “juicio de residencia” figuras ambas que los historiadores remontan al derecho romano y carolingio. En el último artículo de mi blog comento precisamente el jucio de residencia, -auditoría integral-, realizada al virrey de Nuevo Méjico, el malagueño don Matías de Galvez.

Saludos cordiales y feliz reentrada de verano.

Terzio dijo...

Oh, no problem! Conozco muy bien a D. Wilfrid y me consta su filo-menendezpelayismo; quiero decir que nni de lejos es cruento-sádico-ss y sólo comprende la buena profilaxis inquisitorial (lo del crematorio, por la carta, se entiende que se refiere con ironía al crematorio de los tanatorios; aunque me extraña la hipersensibilidad "holacausista" de comentario, tan exagerada (aunque también corriente, de un tiempo a esta parte).

Por lo que a mí se refiere, comentando su comentario, diré que el tremendismo inquisitorial era "de tempore" porque lo mismo se daba en la Inquisición que en cualquier otra institución "represiva" de aquellos siglos, doquiera fuera, ya en España ya en cualquier otra nación incluída la proto-americanidad que quemaba brujas en Salem.

Sobre las instituciones de "exámen" de magistrados y magistraturas, las juzgo de elemental sanidad en y para cualquier régimen que se precie. Su ausencia dice en desfavor de los regímenes que prescinden de ellas (muy sospechosamente).

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Diego Mallén dijo...

Gracias don Terzio por la aclaración. Entendí mal la metáfora y especialmente en lo de los crematorios. Con los artículos de estos días en los medios recordando el comienzo de la segunda guerra mundial hice inadecuada asociación.

Pienso que recordar o no olvidar el holocausto judío (como todas las masacres y genocidios) no es estar afectado de hipersensibilidad. Tenemos responsabilidad moral para evitar que vuelvan a suceder.

Saludos muy cordiales.